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Víctor Malumián: Nada influye más que un librero enamorado de un libro

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Por Valeria S. Groisman

Foto:  Alejandra López

Víctor Malumián (Buenos Aires, 1981) es editor y distribuidor, pero, con el paso de los años, ha mutado hacia una figura nodal en la industria editorial argentina. Cofundador de Ediciones Godot, de la distribuidora Carbono y de la librería de barrio Metonimia, en 2013 impulsó la Feria de Editores en Buenos Aires (FED), que ya va por su treceava edición. Es coautor de Independientes, ¿de qué? y su último libro es El destino de una caja (Gris Tormenta, 2024), donde analiza el mundo de la distribución desde el dato duro, pero también desde la mirada minuciosa de alguien que hace pie en casi todas las áreas del ecosistema literario de manera simultánea.


¿Cómo te convertiste en editor? ¿Y cómo llegás, luego, a trabajar como distribuidor, pero, también, como gestor cultural, con la creación de la FED?

Tanto la FED como Carbono (la distribuidora) son fruto de la necesidad. La intención siempre fue generar un espacio donde podamos encontrarnos cara a cara con las y los lectores, tener feedback directo sobre nuestra labor editorial. La FED tuvo sus primeras cinco ediciones en y gracias a FM La Tribu. En el 2013 fue la primera y participaron 15 editoriales. El chiste interno fue que si no iba nadie nosotros pagábamos las pizzas y estas editoriales amigas las cervezas. Año a año, el evento fue creciendo en cantidad de participantes y de público.

(Respecto de la creación de la FED), de cara a la lectora o el lector, creo que el rasgo fundamental es que detrás de cada mesa está la o el editor. Eso implica un montón de cosas, nadie conoce mejor el catálogo de una editorial que su editora o editor, podés preguntar absolutamente todo, desde el porqué del diseño, cómo fue el proceso de traducción, las correcciones, etc. Para una persona curiosa ese detrás de escena es interesante. En segunda instancia, creo que se dan charlas muy enriquecedoras que terminan en recomendaciones o vínculos inesperados entre libros. Un poco por el tipo de público que nos visita; otro poco por el punto que mencionaba antes. Podés ver escenas donde una persona está mirando un libro y otra que pasa por detrás le hace un comentario sobre ese título, si le gustó, si le recordó a tal autora. Se genera una breve conversación donde un libro recomendó a dos personas. 

En el caso de Carbono, (surgió por) la necesidad de saber dónde estaban nuestros libros de una forma más sistémica, entender que cada librería tiene su idiosincrasia y por ende una traducción a distintos tipos de venta, aceptar que la tirada es limitada y que muchas veces la eficiencia en esa distribución era la fina diferencia entre que un libro fuera rentable o no. Siempre me fascinó cómo factores que son ajenos a la buena literatura o las grandes ideas hacen que un libro se abra paso entre los lectores o se quede dormitando en un galpón. Al final del día ningún editor quiere cambiar lo que publica en base al capricho del mercado, quiere que los libros que lo emocionan se vendan y se conozcan. Paradójicamente, cuanto más pequeños, más precisos necesitamos ser.

Al comienzo del libro hablás de un doble pacto, implícito, que una editorial establece cada vez que acepta un libro. Contame un poquito acerca de esa idea.

Ese doble pacto tiene como mediador al editor. De un lado está la sociedad y del otro está el autor. Centrémonos por un segundo en el editor. ¿Qué garantías tiene el autor de que el editor hará bien su trabajo? El editor le asegura al autor que cuidará de su texto al poner en juego todo su tiempo para convertirlo en libro y dinero para imprimirlo. Del otro lado del pacto está la sociedad que observa con desconfianza ese nuevo libro y se pregunta ¿por qué debería leerlo? Parte del pacto está en ese capital simbólico que tiene la editorial o el autor. Ese capital se generó cuando leímos un libro previo de ese autor o esa editorial y nos gustó. El pensamiento automático y simplificado es: si me ha gustado el libro anterior es muy probable que me guste este nuevo título que a priori desconozco. Cuando el libro lo paga el autor o la autora este pacto queda enrarecido. A toda regla existe su excepción.

El fenómeno de las editoriales independientes es innegable, y en tu libro es un tema central. ¿Acordás con la idea de que el universo de lo que se publica fuera del circuito tradicional está funcionando como una especie de semillero literario?

Completamente. De hecho, si pensás en las 10 autoras o autores más vendidos, en su mayoría han publicado su primer libro en una editorial pequeña o independiente. Creo que la pregunta central es: ¿cuáles son los puntos que nos faltan solucionar a las independientes para crear un espacio que sea atractivo? Y si tenemos la capacidad y las herramientas para hacerlo. Sin duda, las ventas no son el único, ni quizás el más deseable, de los parámetros para medir estos intercambios, pero da una pauta bastante sólida para observar el fenómeno.  

¿Cuáles son los mayores desafíos de la distribución en la Argentina hoy? ¿Cómo llega una editorial independiente o “nuevita” a incorporarse en el ecosistema  -ese término usás en tu libro- literario?

La distribución deber ser uno de los temas más subvalorados al momento de pensar una editorial. De hecho, sólo para “picantear” un poco la respuesta, es probable que la distribución tenga más influencia en la decisión de la tirada que el nombre propio del autor o la autora de un libro dado, en una editorial que recién comienza.

A nivel distribución, el problema tiene varias aristas. Hay un primer problema que es una infraestructura logística ineficiente que hace muy costoso el traslado. Un segundo problema, ya entrando en el mundo del libro, tiene que ver con las grandes extensiones a recorrer con un producto que tiene un precio de venta bajo y una baja demanda por fuera de las ciudades centrales. Pongamos, por ejemplo, un celular. El peso a trasladar es similar al peso promedio de un libro, pero el celular vale x10 veces, y a juzgar por las estadísticas de lectura, seguramente tiene una demanda mayor. El costo de traslado es el mismo, pero la rentabilidad es completamente distinta. Comparemos con otro país como España, con una población de aproximadamente 49.3 millones de habitantes y una extensión de 505.935 km² (tiene una densidad de población mucho mayor que Argentina, que tiene unos 47 millones de habitantes y una extensión de 2.780.400 km², aproximadamente). No sólo te desplazás menos para mover libros, sino que podés llevar más libros a cada punto porque está más poblado y es natural inferir que habrá mayor demanda.

No siempre funciona y no es la única forma de pensarlo, pero abordar la problemática de la distribución de una forma colaborativa entre editoriales, con roles claros en las funciones, es hoy uno de los métodos que mejor funcionan y permite un crecimiento más orgánico entre editoriales de un tamaño similar.

Mencionás la Ley Lang, en Francia, como un antes y un después en el precio único. En la Argentina, esta legislación funciona desde 2001, y, sin embargo, en plataformas de comercio digital uno puede encontrar variedad de precios de un mismo libro. ¿Eso está regulado?

Está regulado y no deberías ver esas diferencias, al menos en los libros nuevos que no son importados. El precio del libro es uno solo. Esta ley por supuesto no aplica a libros usados y a libros saldados. En libros nuevos luego puede haber promociones bancarias, envío sin cargo y otras variables que terminan impactando en el valor final que sale del bolsillo del lector, pero el precio de venta al público debería ser uno solo.  

“Los libros se imprimen de a miles, pero se venden de a uno”. Esa frase me encantó, y la leí como un homenaje a los libreros, que, en los últimos años, fueron cobrando un mayor protagonismo, con cuentas en plataformas sociales, un rol muy activo en ferias, en mesas o paneles sobre literatura. ¿Qué tanto influyen los libreros en el éxito de un libro?

Si hablamos de ventas, nada influye más que un librero enamorado de un libro y que además conoce a su comunidad lectora. Ambos lados de la moneda son necesarios: por un lado, el convencimiento de que el libro es genial; pero, por el otro, también entender a quién recomendárselo. Cuando hablamos de ecosistema del mundo del libro entendemos que necesitamos de todos los eslabones de la cadena de valor para que todo funcione. Casi indefectiblemente recordamos a los prescriptores de lectura que también ayudan a que los lectores se enteren de que ese libro existe y acudan a las librerías a buscarlo. Muchas veces el lector puede entrar a la librería pensando en comprar el libro A, pero se topa con un gran librero y se termina llevando el  A + B.

Tu mirada acerca de la tecnología es positiva, pero decís que su buen uso va de la mano de un cambio cultural, algo parecido a lo que plantea Alessandro Baricco en su libro The Game: la tecnología es un producto humano y para que una innovación tecnológica funcione debe precederla una mutación a nivel cultural. Decís, además, que la tecnología facilitó la eficiencia de un montón de procesos que demandaban mucho tiempo, y que eso posibilitó el surgimiento de más actores independientes. ¿En qué aspectos la tecnología, y en particular la inteligencia artificial, aún no está pudiendo ayudar a que el ecosistema literario funcione de manera más fluida?

Creo que queda la impresión de que mi mirada es positiva porque tomo temas en los cuales veo un impacto positivo, pero me parece que la tecnología no es ingenua y muchas veces está asociada a quien financia su producción, con los intereses y consecuencias que eso acarrea. En el uso de la tecnología para eficientizar procesos de stock y distribución, me parece que tenemos mucho para ganar en Argentina en particular y en Latam en general.

Es un tema completamente distinto si hablamos de la IA generativa, donde, me parece, el tipo de regulación marcará fuertemente la experiencia y nuestra relación con ella. Hay casos complejos de definir. Tomemos la traducción, por dar un ejemplo, con idiomas donde solo hay un traductor en el país, que puede tener una cola de trabajo de algunos libros por delante y que puede demorar quizás más de un año en poder tomar un trabajo nuevo. En esos casos, quizás sea una opción viable pensar una complementariedad y cuando la IA alcance la calidad suficiente pueda ser una opción de traducción que posibilite la traducción de libros que de otra forma no se haría, ya sea por costos o por tiempos. Una forma de acceder a nueva literatura o ideas. Podría suceder lo mismo con los audiolibros por el costo intrínseco que tiene ese formato. El marco regulatorio será definitorio, pensarlo en conjunto.

Me gustó mucho la idea de que visitar una librería es una experiencia lúdica, y se me ocurre preguntarte cómo se construyen esos juegos. Por ejemplo, yo, como lectora, más que la mesa de novedades, valoro la conversación con el librero o la librera, pero también me encanta revisar estanterías y encontrar la perlita. O, si hubiera canastos repletos de libros elegidos por alguien que sabe, casi me vuelvo loca, me tiro de cabeza.

Creo que en estos casos la curiosidad y los gustos del librero son el punto nodal, cómo piensa su mesa de novedades, cómo piensa las primeras mesas de exhibición. Muchas veces hay una intervención del librero en cómo exhibe juntos dos libros que a priori podrían no guardar una relación obvia, pero que íntimamente están relacionados. Estos recorridos son parte de la conversación silenciosa que se inicia antes del primer saludo y que hace de la librería un lugar especial para el lector, porque, en ese juego, podés sentirte interpelado o que el mensaje pase de largo.

Hablemos del concepto de “éxito”. ¿Qué significa para vos que un libro tenga éxito?

Siempre partimos de la base de que publicás lo que te interesa, te gusta o te apasiona. Si se cumple esa regla, para mí, que un libro tenga éxito es que agote la tirada en un tiempo dado, que pueden ser 6, 12 o 18 meses, dependiendo de quién mire el tema y cómo lo mire. Calcular bien la tirada es un tema complejo, implica entender el humor del momento, las posibilidades de distribución y esquivar la tentación de sobreimprimir para bajar el costo unitario. Éxito para mí es poder vivir dignamente de lo que te gusta hacer.

Y si pienso en la idea del éxito no puedo dejar de mencionar la FED, que empezó con quince editoriales, y este año fue un fiestón. ¿Cómo fue el proceso de creación y maduración de la feria? Leí en alguna nota que este año hubo más gente que el año pasado, pero que esa afluencia no se reflejó en las ventas, que fueron menores. ¿Es así?

Las ventas fueron mayores al 2024 pero levemente por debajo del 2023, lo cual es un problema porque el 2023 no fue un año de venta récord. Para nosotros es importante que cada stand sea rentable. Las pequeñas y medianas editoriales no se pueden dar el lujo de feriar cuatro días y no tener una ganancia acorde. Por otra parte, la feria no escapa al contexto económico general. Sin perjuicio de lo anterior, la FED es también un espacio de trabajo de cara al ecosistema, con premios como Premio a la Labor Librera, Premio al afiche con La Fuerza, Premio Rumbo a Guadalajara Thomson & Reuters, Jornadas de traducción Los Traidores, Programa Fellowship, Carthago Hub de productoras audiovisulaes, editoriales y videojuegos y este año el envío sin cargo a todo el país en el Programa librerías aliadas. 

En todo momento hablás de cooperación. Por ejemplo, Carbono, el club de lectura que cofundaste, propone una lectura por mes pero el libro hay que ir a conseguirlo a una librería. O también pienso en la cena de sorrentinos que organizaron para el lanzamiento del libro de Virginia Higa. ¿Ves que el ecosistema editorial va para ese lado, que ese es el paradigma del futuro del libro?

Hacer pronósticos no es lo mío, no sé a dónde va. Tampoco diría que necesariamente el mundo del libro es así, hay gente extremadamente generosa y los hay muy mal intencionados, como debe suceder en todos los rubros, sumado a una amplia gama de graduaciones en el medio. Creo que rodearse de buena gente, apasionada por lo que hace y con ganas de aprender es la clave para pasarla bien y en el camino crear algo piola. En todo lo que hago el otro 50% es mi socio Hernán López Winne y en el caso del Club Carbono la cabeza de Sebastián Lidijover fue decisiva.

Por último, ¿cómo sos como lector? ¿Qué es lo primero que te atrae de un libro?

Era un lector muy metódico y disciplinado. Ahora leo varios libros a la vez y abandono  compulsivamente si no me gustan o me interesan. 

El último libro que leí es Las ratas solo aparecen de noche de Facundo Basualdo publicado por Mil botellas y me encantó