Dicen que un poeta debe dejar huellas y no pruebas, porque solamente las huellas hacen soñar. Si es cierto, tal vez Gabriel Valansi sea un poeta salvaje, y no lo sepa.
Autor de muestras, libros y música, participante de bienales, Valansi conoce acerca de algo que me intriga: los ritmos necesarios en el arte, en la literatura, en una muestra de fotos. Ritmos que toman algo del haiku, donde la intención deja de lado lo intelectual para conmovernos enlazando unas imágenes con otras haciendo que cobren otro sentido.
Tal como apunta Llorenc Raich Muñoz, ensayista, critico fotográfico y profesor del Instituto Catalán de Fotografía, “el haiku literario es el precursor del mismo concepto de instante que la fotografía asumió como propio. Un relato poético fotográfico se puede dejar de entender pero no de sentir”.