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Carlos Gómez Centurión: Pegado al cielo

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Por Claribel Terré Morell

Fotos: Guillermo Monteleone/Archivo Gómez Centurión

La “poética de las montañas”, esa que según Umberto Eco en su Historia de la belleza tiene que ver con, “la fascinación por las rocas inaccesibles, los glaciares sin fin, los abismos sin fondo, las extensiones sin límite”, tiene en el artista plástico, Carlos Gómez Centurión, su mayor representante en Argentina y uno de los más destacados en el mundo, entre los pictor montium, aunque este no sea el único tema de su obra.

De hecho, vive en el pueblo de Zonda, al pie de las montañas que rodean San Juan, en un lugar idílico donde el paisaje  construye una cultura dura que se nutre de la estética de la naturaleza y que ha hecho que, además de pintor y arquitecto, se convirtiera en explorador y en protagonista de libros y de una película en la que él y sus amigos enfrentan la épica, literalmente a pura pincelada.

“La naturaleza nos obliga a intentar comprender quienes somos”, dice mientras cuenta anécdotas desopilantes que lo sitúan en la vastedad infinita, en desfiladeros bordeados de rocas escarpadas,  bajo la lluvia y la nieve a lomo de burro, mal vestido y en compañía de Indiana Jones, sobrenombre que los baqueanos le pusieron al pintor holandés, Pat Andrea, compañero de una de sus aventura, esa que narra la película, “Pegado al cielo (Digo la cordillera)”, una experiencia única de dos artistas en la Cordillera de los Andes, diez días en mula por la ruta del ejército sanmartiniano y que no solo recoge las peripecias de pintar telas gigantes en el peligroso Paso de los Patos, sino también otros viajes, por otras cordilleras argentinas, además de las yungas de Calilegua y las Salinas Grandes de Jujuy.

Nacido en la  provincia argentina de San Juan, una pequeña biografía de su vida señala que se recibió de arquitecto, que se considera autodidacta en pintura, aunque reconoce las enseñanzas de Pablo Bobbio y Felipe Noé, que vivió un tiempo largo en Paris,  que su primera muestra de arte individual  la hizo en  la Citè Internationale des Arts, que actualmente vive y trabaja en su ciudad natal aunque mantiene un estudio en Buenos Aires y da cuenta de numerosas exposiciones y premios, caracterizados por un continuo innovar, entre telas, cartulinas, acrílicos, tintas,  pinturas, dibujos, vídeo y objetos… con escenarios diferentes, pero en los que siempre, de alguna manera, vuelve a la región cuyana.

Carlos Gómez Centurión es el autor, entre otras, de la serie “El oro de América” y “del Silencio”. Fue miembro fundador del grupo El Mito Real. Su instalación “Lavalle La intolerancia argentina», sentó un precedente, así como su exposición convertida también en libro “Digo La cordillera. El viaje como obra” y, su trabajo centrado en el universo de la mitología americana, sin duda constituye un hito en la cultura argentina.

-Conociendo tu historia hay una pregunta que se impone ¿Qué te queda por hacer?

¡Tantas cosas….!!!

Por lo pronto estoy trabajando en un proyecto internacional que une altas cumbres con pintura, con historia, con otros artistas de cada lugar y, sobre todo, con historia política.

Y estoy comenzando una serie que deja atrás la cordillera para adentrarme en la filosofía y en pensamientos y reflexiones sobre la existencia humana.

-La realidad en tu obra es deformada a través de la imaginación; amable unas veces, mordaz y violenta otras. ¿Es esta una decisión consciente?

Yo no deformo la realidad, es la realidad la que está deformada y yo trato de captar esa realidad, y abordarla desde los elementos que tengo a mano.

A propósito el diccionario de la RAE dice de “mordaz”: 1. adj. Que corroe o tiene actividad corrosiva.

No es que quiera corroer… soy yo el que está corroído. Es el tiempo que nos toca vivir el que corroe. Me siento abrumado por los enormes cambios que se están desarrollando en este tiempo y creo que la misión del artista es captarlos o, como quería Benjamín, adelantarse a ellos.

De alguna manera soy un iconoclasta. Voy destruyendo lo que logro hacer y con esos desechos comienzo otro camino nuevo. Todo el tiempo, a lo largo del tiempo, he ido cambiando mi imagen. Creo que el artista debe ser un destructor de lo establecido y renacer cada vez.

Es la realidad  la que está deformada. Y no olvidemos que lo abyecto suele ser la nutriente de la producción artística.

-¿Tomas la pintura como una profesión? Cuando te preguntan ¿qué pones? Arquitecto, pintor…

Pongo ambas profesiones.

-Vives en las afueras de San Juan Capital. ¿Cómo te llevas con eso de ser un pintor, reconocido, que vive en una provincia?

Me siento a mis anchas. Vivo y tengo mi taller en San Juan, en el campo y me resulta muy movilizador trabajar desde aquí. Pero también tengo un taller en Buenos Aires, en Barracas, en el Complejo Central Park. Es un lugar fascinante. Una antigua fábrica que ocupaba dos manzanas y fue reciclada por la familia Fernández, empresarios de gran visión, que destinaron un sector del edificio para talleres de artistas. Somos más de treinta. Hay un muy buen clima de trabajo e intercambio que me permite trabajar allí con gran gusto.

De todos modos, debo decirte que producir desde San Juan me sirve fundamentalmente para concentrarme en mi camino y estar a salvo de las modas. Buenos Aires tiene una energía saludable, contagiosa y te estimula al intercambio riquísimo de ideas y proyectos, pero también en este mundo del arte, tiene un lado frívolo que detesto.

-¿Utilizas nuevas técnicas, como por ejemplo, el ordenador?

Es una de mis cuentas pendientes porque, en verdad, lo estoy necesitando.

Dice Botero que  “El arte siempre es una exageración”. ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué necesitamos el arte?

Eso de la exageración es una bella figura. Porque de alguna manera lo es, pero también es muchas cosas más. Es una manera de pensar el mundo, de interrogar, de cuestionar lo establecido, de abrumar al espectador, es una manera de tratar de lograr lo imposible, aunque no lo puedas hacer. Quizás allí esté la clave de por qué lo necesitamos…

Cuéntame cómo fue hacer el libro “León Gieco – Carlos Gómez Centurión” ¿Cómo funcionó la dupla en la que el músico puso la poesía y tú las ilustraciones?

Hacer el libro con León fue una fiesta. Trabajar con él es siempre una fiesta. Porque es un artista de una increíble generosidad y con una coherencia intelectual que te facilita todo. Sabe lo que quiere, sabe lo que piensa y por qué lo piensa.

Por suerte fue él quien eligió los poemas a ilustrar, tuvimos algunos cambios de ideas generales al principio, Yo le propuse que pusiéramos el eje en su mirada humana, sensible y poética y estuvo de acuerdo. De todos modos su mirada política aparece todo el tiempo, como es lógico.

-Y la idea de la película “Pegado al cielo”, en la que fuiste un adelantado ¿Cómo surgió?

Transcribo textualmente parte del texto del libro que acabo de sacar dedicado a la película.

“Y de pronto… la vida me puso en el cine.
…en 2014 di por terminado mi proyecto Digo la cordillera.
En todos los viajes invitaba a personas de diferentes disciplinas con el objeto de tener miradas diversas del mismo fenómeno.
Entonces…por primera vez invité a otro pintor. Éste fue Pat Andrea. Mi viejo y querido amigo.
Quería pintar la cara norte del Aconcagua, la que se ve desde San Juan, la cara desconocida. Para llegar, la única posibilidad es por camino de herradura. El ochenta por ciento del trayecto coincide con el camino del ejército de Los Andes que fue por el que cruzó el general San Martín en persona.
Nos ayudó a financiar esta experiencia otro amigo: Cristián Cardoner. La idea era hacer enormes telas en el lugar, a 4500 metros sobre el nivel del mar. Para dejar registro de esta experiencia le pedí a mi amigo Ciro Novelli que filmara esta cruzada, y lo hizo con entusiasmo.
Al finalizar Ciro pensó que había una historia interesante para contar y sin decirnos nada, escribió un guión y lo presentó al INCAA (Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales). El proyecto fue aprobado como largometraje documental.  Recién en ese momento nos los contó y dijo que el proyecto sería una película para salas cinematográficas.
El guión indicaba que la película comenzara en París, cuando yo iba a invitar a Pat a hacer esta aventura. Y así fue. Luego rodamos en mi taller en el valle de  Zonda y se utilizaron tomas que habíamos hecho en Paso de los Patos, pero también otras de mis viajes a las “otras”  cordilleras argentinas,  además de las yungas de Calilegua y las Salinas Grandes de Jujuy.
La película estuvo terminada en 2018, tuvo muy buena aceptación en las salas de cine y se presentó en varios Festivales de cine independiente. Estamos muy conformes con el resultado. Fue impactante para mí ver en pantalla grande, sentado en un cine, el proyecto que durante tantos años he llevado adelante y recibir la devolución de los espectadores.
El nombre Pegado al cielo, lo tomamos del poema El Relincho (guanaco jefe) de Jorge Leónidas Escudero.

De cogote cruzado con las nubes estuvo,
antojo de ser luz, pegado al cielo.
Corazón de algo grande parecía
diminuto en la mano de una peña……….

-Sino fueras tú ¿qué pintor te gustaría ser?

No me gustaría ser más que yo. Precisamente, mi lucha diaria es ser cada día más yo mismo. De todos modos, si de admiración se trata, creo que el artista que representa mejor que nadie en  el mundo la conexión del arte con la realidad, con la historia y con el cosmos, es Anselm Kiefer. Creo que es un ejemplo del artista contemporáneo que debe sufrir para poder decir lo que siente, y que representa lo que yo pienso que debe ser la creación: se trabaja con la cabeza y con las tripas.

¿Puedes seleccionar una de tus obras como la más importante?

Tengo varias obras que han sido una bisagra en mi  travesía. Son aquellas en las que haces pie a la hora de hacer un cambio. Son las que preanuncian lo que viene en cuanto a pensamiento o lo formal.

Una fue “El entierro de Nazario Vera” un díptico que formó parte de una muestra en la galería de Alberto Elía donde presentamos con el grupo el Mito Real (con Víctor Quiroga y Enrique Collar) solamente un cuadro y un manifiesto cada uno.

Carlos Gómez Centurión // “El entierro de Nazario Vera” // 1,80 x 2,60 (díptico) // Oleo s/tela // 1996

Otros fueron la tríada con la que gané el Premio Trabucco en 2015 que generó un cambio rotundo en mi obra.

-Andy Warhol, en los años sesenta marcó una transición escribiendo una frase muy interesante: decía «I am a business artist» (soy un artista comercial). ¿Crees que vivimos la época del capitalismo artístico?, ¿Qué papel juega el comercio en nuestras emociones? ¿Cómo te llevas a la hora de vender tu obra?

Bueno, el mercado se metió de lleno en nuestras vidas, quieras o no, es así. De todos modos yo creo que “cada uno tiene que hacer lo que tiene que hacer…” si después es aceptado por el mercado, mejor.

-Compartes tu vida con una artista, curadora, gestora cultural que es ejemplo y  muy reconocida como es Virginia Agote.  ¿Se potencian? ¿Aceptan críticas uno del otro? ¿Alguna vez el arte pudo separarlos?

Es un placer transitar la vida con Virginia porque es una mujer inteligente y sumamente positiva. Creo que nos complementamos muchísimo y el mundo del arte nos ha unido sólidamente. Tenemos grandes acuerdos en lo estético e ideológico.

-El hombre se ha alejado mucho de la tierra, de la naturaleza…

Este tema es uno de los que estoy abordando en la serie que estoy comenzando a trabajar. La posición del hombre frente a la existencia humana y el relativismo de lo cotidiano respecto del Todo…

Hoy, cada vez que me pongo a pintar, me pregunto ¿Qué será Todo…?

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