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Ariana Harwicz: Cada escritor decide qué le cede a la época

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Por Valeria S. Groisman

De los ruidos que hacen ruido, valga la justa redundancia. De esos habla Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) en El ruido de una época, donde en lugar de hacer ficción, la piensa, como ya lo había hecho en Desertar con Mikaël Gómez. Además de la literatura y de lo que de ella se dice, Harwicz se mete con los discursos obedientes y los rebeldes, con los que afirman y los que dudan, con los que atacan y los que se atajan. Escarba en las maneras en las que hoy se analiza el mundo (o se lo escribe) y las razones por las cuales se señala o se levanta el dedito para cuestionar lo que está o no está en el texto, también al autor y sus creencias, opiniones o ideas. ¿Qué pasa cuando un artista no cede a la época? ¿Es eso arte? ¿Qué lugar ocupan la comodidad y la conformidad en la literatura actual? ¿Es posible resistir al zeitgeist desde la escritura?

“Pensar la época (y cualquier cosa) es que esté bajo sospecha y contradicción. ¿Tienen hoy más visibilidad las minorías? Sí. ¿Se las instrumentaliza? Sí. ¿Es bueno que se piense al ser humano en toda su diversidad? Sí. ¿Es bueno para el arte que se le imponga a un artista criterios extra artísticos para su obra? No”. Lo que Harwicz defiende es la paradoja, la contradicción, la desobediencia. Porque “escribir sin ofender a nadie es un oxímoron”, dice.

Autora de Matate, amor (2012), que será llevada al cine por Martin Scorsese, La débil mental (2014), Precoz(2015), Degenerado (2019) y Trilogía de la pasión (2022), Harwicz ha publicado en Harpers, Granta, Babelia, Letras Libres y The New Yorker, entre otras revistas. En 2024 se estrenará en el Teatro Colón su primera ópera, escrita en coautoría con Óscar Strasnoy.  


Cuentan los editores de El ruido de una época que el libro nació en Twitter, y ahí te presentás con una única palabra (un verbo): «Escribo». En una red social cuyas publicaciones suelen caracterizarse como impulsivas y efímeras, ¿planificás lo que vas a escribir? ¿Las imágenes de apuntes que aparecen en el libro son tus apuntes para el libro?

Entiendo el carácter efímero, impulsivo, caótico y casi con un ánimo revanchista, de enojo. Enojo a nivel personal o a nivel político. La calentura hace que, en todos lados (es igual que uno escriba en Twitter o en cualquier otra red social), la respuesta tenga esa cosa… de respuesta en rápido, en caliente. Para mí es más bien lo contrario. Ahora hace mucho que no publico en Twitter, pero era como un carnet de notas en paralelo a la vida, las notas al margen, como un carnet de didascalias. En ese sentido me parece interesante la brevedad, dar bien con lo que uno quiere decir, con la imagen. Tener pocos caracteres me parece interesante. Es eso: tener un carnet de notas abierto mientras escribís una novela y tomar apuntes. Las imágenes que aparecen un poco artesanalmente en el libro son mis propias notas de cosas que escucho, leo, de conferencias, una película o un libro. No es más que eso.

¿Cómo fue el proceso de transformar una serie de tuits en libro?

El proceso no fue lineal, no fue directo. No tuvo que ver con transformar tuits, sino con un trabajo de recuperación, de revisión y de relectura de todo lo que venía escribiendo. En el libro hay tuits, pero también artículos, perfiles que hacía para una revista de México, un blog que escribía para Eterna Cadencia. La idea fue mezclar un poco todo eso y también modificar algunas cosas, además de escribir tuits nuevos, por ejemplo. De alguna manera, el libro es una lectura de mis lecturas (y escritura) de antes.

Decís que hay dos tipos de personas que escriben: el escritor y profesional de la escritura. Uno escribe lo que no puede dejar de escribir y el otro escribe lo que debe, «controla su obra». Supongo que te sentís más cerca del primer grupo. ¿Es así? ¿Cómo operan en tu escritura la cancelación, el lenguaje inclusivo, el moralismo (o «buenismo») y la reescritura de lo ofensivo o incómodo? «La época nos pide que vivamos tranquilos una vida de renuncia», escribís.

Es un poco esquemático, pero escribir también es delinear zonas de lo esquemático, ¿no? Los aliados y los enemigos. Siempre hay un poco de lo asertivo, de lo afirmativo, un poco nietzscheano, eso de aseverar, de decir algo con mucha firmeza.  Después la vida es mucho más compleja. Pero hay algo de esa afirmación que tiene que ver con una intención de poder decir algo. Si cada vez que vamos a decir algo vamos a relativizar también es difícil. Entonces, básicamente decía que hay dos grupos de escritores. Hay muchos más y un escritor puede seguro -lo sabemos- transitar momentos, periodos de su escritura muy distintos. Alguno es más profesional; otro menos. O pueden tener varias caras. Los escritores, como cualquier ser humano, tienen varias caras. Pueden escribir para el mainstream, para Broadway, por encargo, para la televisión y, subterráneamente, tener una obra revulsiva, revolucionaria. También existe ese caso, ¿no? Escritores que han hecho una parte de su obra para comer, por encargo, y la otra es verdaderamente su obra. Lo que digo es que, más que dos grupos, hay dos posiciones en la escritura. Una tiene que ver con ceder, consensuar y conceder; la otra con la escritura como único paradigma, donde no se renuncia ni se concede nada, ni por la moda, ni por el mercado, ni por las exigencias.

¿A qué de la escritura se renunciaría? ¿A qué renuncian los escritores hoy?

¿A qué se renuncia? Se renuncia a la literatura misma. Respondiendo al termómetro de la época, se renuncia al acto mismo de escribir. Como dice Marguerite Duras, la mayoría de los escritores no escriben. No son escritores.

En algún momento te preguntás por qué el escritor debería acoplarse a la mentalidad de su tiempo. ¿No están todas las obras de arte atravesadas de alguna manera por el ruido de la época en la que se producen?

Sí, eso lo digo, por supuesto. De hecho también está en El ruido de una época esa misma afirmación. Escribir, pintar, hacer películas o podar un árbol, todo está atravesado por la época. Si estás en el siglo XV o en el siglo XX, en medio de una guerra, en las cruzadas, en un apartheid o en un gueto lo que hacés está atravesado. Eso es una condición, pero lo otro es qué mirada tiene el que hace una obra, el que escribe sobre la época; si puede apartarse, si puede no solo cuestionarla, sino usar otro diccionario, usar otra mentalidad. Atravesadas están todas las obras, el tema es qué visión se tiene del periodo en el que se hace la obra.

Interesante la conversación con la traductora de La débil mental. Ella te propone entrecomillar las veces en que el personaje se describe a sí mismo o se llama a sí misma débil mental. ¿Por qué debería una autora de ficción cuestionar la manera en que un personaje de ficción se piensa a sí mismo, se habla a sí mismo?

Esta pregunta es clave porque la traducción es clave. Es el epicentro de la cultura, porque es cómo se leen los textos. Y como dijo un autor, cuyo nombre ahora no recuerdo, sin la traducción no habría literatura extranjera, sería todo literatura local. Y cómo se lee un texto es el mirador perfecto, el epicentro de cómo piensa y cuál es la mentalidad de una época determinada. Está todo ahí, reducido en el acto de la traducción misma. La traducción es todo.  Entonces, a eso me refería antes cuando decía que todas las obras están atravesadas lógicamente, fácticamente y fatalmente por la época. Después cada escritor elige qué le cede a la época y en qué se resiste. Las comillas, las aclaraciones, la puntuación, las notas al pie… Todo ese tipo de aclaraciones para mí son actos de cobardía. Se trata de no ofender, y que el arte no tiene que ofender es un principio de la época.

Cuando decís que «no escribir forma parte de la escritura también», ¿te referís a que escribir es casi una forma de vivir?

Es clave entender eso, que se entiende muy tempranamente. Cuando se habla de escritura, no se habla de escritura; y cuando se habla de no escritura no se habla de no escritura. Escribir no es escribir. Están todas las vueltas, los rodeos, los desvíos, todo el entrenamiento de la mirada que hace a la mirada del artista. No solo leer libros, mirar cuadros, ir al museo, al cine, si no cómo mirás un árbol como cómo mirás lo que sea, puede ser una pareja que está sentada discutiendo en un bar, no importa. Ese entrenamiento de la visión es un entrenamiento espiritual. No hay cultura sin espíritu Entonces escribir no es el acto de escribir, sino toda la preparación. Y lo mismo: no escribir no es no escribir, porque yo puedo en este momento no estar escribiendo y estoy escribiendo. Por supuesto que es una forma de vida y sobre todo es la cabeza que tengas. Hay gente que tiene cabeza de escritor y gente que no, independientemente del premio que haya ganado o de lo que haya publicado.

Hacia el final de la primera parte del libro, hablás sobre la descripción de la naturaleza en la literatura. Decís que no tiene sentido: «El proceso interior es lo único interesante». ¿Cómo es eso?

Esa idea) responde a toda una tradición. Los pintores lo han dicho tantas veces, Picasso y compañía: no importa el árbol denotado, importa el connotado. El árbol que existe no importa. Lo que se pinta, lo que se escribe, lo que se traduce en términos artísticos es el árbol que no existe. El escritor/artista lo que ve es lo que no es, lo que no está, los fantasmas, los muertos. Lo que está, está. Ya bastante artística es la vida, ¿no? Existe un árbol, existe un piano, existe un atardecer. Bueno, sabemos que estas cosas existen y que son increíbles, casi milagrosas, pero lo que hace el artista es ver lo que no está, la entrelínea, la falta, el subtexto.

¿Qué estás leyendo en este momento? ¿Leés en español o en francés?

Estoy leyendo varios libros, casi todos de (la editorial) Acantilado. La última novela publicada de Natalia Ginzburg, un texto sobre Oscar Wilde y la decadencia del arte,  un texto sobre piano. También estoy leyendo, que me fascinan, las cartas de Tolstoi con su mujer. Bueno, un poco revisionando Tolstoi. Cada tanto agarro a los rusos. Iba a decir que leo en español, pero no, porque todos los libros que consigo acá son traducciones al francés (Harwicz vive en el campo, en Francia, desde 2007). Cuando voy a España, a México o Argentina me traigo los libros que puedo de ahí. Así que yo diría un poco y un poco. Mitad y mitad. Pero hay autores que prefiero leerlos en traducciones al español y hay autores que me parece que las traducciones al francés están bien. Y si no comparar siempre es interesante, ¿no?

¿Estás colaborando con el guion de tu libro que será llevado al cine por Scorsese?

No. Colaborar con Scorsese, no. Me hubiera encantado, pero tampoco es mi lengua, así que tampoco hubiera podido hacerlo. Sí supongo que entraremos en contacto. Ahora están finalizando todo lo que es la adaptación y ahí se verá.