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Un día de campo.

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Soja y Pandemic book.

Por Esteban De Gori

Obra de Pawel Kuczynski – @pawelkuczynskiart

:- ¿Sabes quién es Shoichi Yokoi?

:- Ni puta idea.

:- Un soldado japonés que siguió luchando en una isla treinta años después que terminó la Segunda Guerra Mundial.

:- No entiendo lo que me querés decir.

:- Tengo miedo de terminar así. Pasarme 30 años luchando contra el COVID mientras todos están de joda. Acá llega más rápido Mercado Libre que las noticias. ¿No ves lo que pasa en Buenos Aires? Hace meses que sigo todas las reglas. Barbijo, alcohol en gel, sanitización de las mesas de mi negocio, etc. Parezco menonita.

:-¿Cuántos infectados hay en tu pueblo?

:- Cero!

Cada territorio argentino es un mundo. La Provincia de Buenos Aires, pandemia mediante, ha quedado diagramada como una especie de flipper. Ahora nos queda estudiarla como un nuevo sistema circulatorio. Averiado. Fallido. Con demasiados stents. Ningún GPS tiene cargado los retenes, las postas de medición de fiebre, ni el conjunto de terraplenes que clausuran accesos a las ciudades del interior bonaerense. El Estado argentino en su lucha contra el coronavirus desbarató a Google Maps. Precariamente, se cargó el saber de un monopolio.
Ningún territorio de este país está solo ni desenganchado. La maquinaria de la pandemia, la política gubernamental y el miedo han provocado la interiorización de acciones, sensibilidades y miradas que recrean una nueva “normalidad”. Somos otras y otros. Madres y padres resisten la vuelta a clases de sus niñas o niños. Gente que recalcula para no salir de su casa. Personas que construyen cuestionarios y mediciones mentales para no cruzarse con nadie. Todo ello, aunque las nuevas reglamentaciones lo posibiliten. La cuarentena se volvió, para muchos y muchas, un espacio de seguridad. Un lugar controlado.  Nadie resiste tanto desplome en cuestión de meses. La vida ciudadana se transformó hoy en un sistema de apuestas. Un casino existencial del que un aficionado a la ruleta como Dostoievsky se hubiese alterado.
El Efecto Yokoi puede presentarse como un posible futuro inmediato. Gente “luchando” pese a que todo haya terminado. Aplicando por doquier el rigor sanitario. Hombres y mujeres descreídos de vacunas que construyen burbujas de sanos. Mejor no pensar! Si a este país de güelfos y gibelinos le sumamos esta nueva lucha estaríamos al borde de una locura! Japón queda lejos. Por suerte!

:- Tendríamos que hacer Las Vegas en el medio de la provincia de Buenos Aires. ¿Te imaginás? Un aeropuerto full time. Vuelos de China, Europa o de Arabia Saudita a Bolívar. O acá, a Daireaux. Juntamos 20 empresarios. Casinos, edificios, caballos y todo lo demás.

:- Veo difícil que convenzas al Gobernador, lo mira con sorna la dueña de la heladería.

:- Mirá!  Los chinos y los árabes nos conocen. Les vendemos soja y caballos. Los llevamos a cazar a La Pampa y a comer asado. Fijate el conurbano. No da para más. Miles de infectados y una inseguridad que vuela. Te digo!. Con la necesidad de dólares, tal vez, agarran.

Las grandes ciudades y el campo (un universo de ciudades del interior que conviven con actividades agrícolas) poseen más vasos comunicantes y vinculaciones que las que imaginamos. Mathias Enard en su libro El banquete anual de la cofradía de sepultureros (2020) vuelve al campo francés y se encuentra con esos universos compartidos con las grandes ciudades y con esas miradas distantes y desconfiadas que sus habitantes tienen de estas. Es un libro sin COVID. Sin el tamiz del virus global, ni la presión estatal que se ha ejercido sobre esas pequeñas ciudades.
Entre el campo francés y la ciudad existen pocas distancias. Todo parece hiperconectado. En Argentina, también. El covid no solo acercó territorios, sino que permitió que la gran ciudad y su centro político “invadiesen” el campo con sus disposiciones y decretos. Fernando me cuenta que sus trabajadores, pese a encontrarse a veinte metros de distancia, usan barbijos. No comparten mate. No se dan la mano. Se miden y se observan a la distancia. No solo eso. Otras personas se suman a un fatigoso control perimetral de su pueblo. Son la aduana moral. Se preocupan de quien entra y sale. Siempre existe alguien que te exige la cantidad de personas que concurrirán a tu casa. Es un clásico. El liberalismo agrario se encuentra ante dos diálogos. Uno con una subjetividad que ama el libre mercado pero que al mismo tiempo puede exigir medidas contra los derechos individuales. Y otro que puede reivindicar los límites al gobierno central, la responsabilidad personal y auspiciar la desmesura del deseo individual. No hay nada como una pandemia para desafiar las tradiciones políticas, potenciar sus contrariedades y para allanar el camino a renovadas subjetividades.
Un campo que no posee literaturas (actuales) como las de Enard, solo le queda poner el cuerpo. Saltar. El “campo” entra en la escena política y sanitaria.  Recordemos. En 2008 se lanzó a las rutas. Ahora se moviliza a partir de los sucesos que rodearon a la empresa Vicentin y al litigio filial en Santa Elena (Entre Rios). Guernica no esta tan lejos.

:- Acá todo el mundo hace deportes. No viste? A la una o dos de la tarde ves gente jugando al tenis, al padel o al golf. No encontrás cancha. Mucha gente joven. Algunos empresarios o empresarias. Tienen 20 y pico de años. Casas. Autos. (…) Acá no se consiguen personal trainners ni nutricionistas. Pleno empleo! Qué se yo! Quieren ser flacos. Mucha vida fit. Viven de la guita que deja la soja. Pobre vaca le gana en todo. Inclusive es más estilizada.

:- (…)

:-Gente rara. Se bancan un live de Milei o Espert y después te arman un karaoke con Cacho Castaña o Los Palmeras.

El hedonismo toma su lugar en el campo. Va desgastando esas imágenes de colonos duros. Mucha selfie. Ya no hay familia Ingalls que pueda ir al rescate de viejas figuras. La estetización de hombres y mujeres triunfa y no hay viento necochense o pampeano que lo detenga.
Las grandes tecnologías y la soja entraron con fuerza en este mundo agroexportador. Este no solo juega en el mercado internacional sino que a partir del covid ha desplegado tanto un rasgo modernizador como su tradicional capacidad de generar divisas. Million dollar Baby.
La pandemia, en muchos municipios del interior bonaerense, ha ampliado la digitalización de compras y su logística. Negocios con posibilidades de compras on line, con reparto puerta a puerta y profesionales que ofrecen consultas virtuales. Empresas como Mercado Libre han conectado a las ciudades del interior dotándolas de mayor autonomía. Lo que no logró un tren de alta velocidad lo intenta un sistema logístico de mercaderías que utiliza el servicio postal y las viejas terminales de autobús. El capitalismo es un pac man. Ocupa lugares y los desarrolla a su manera. Seduce a los emprendedores o los derriba. En estos territorios ese capitalismo posee varias velocidades y espíritus (palabra del viejo Weber).  Uno pausado, siestero, medio destartalado, que le cuesta arrancar y otro, vertiginoso que te coloca su producción en el mercado internacional y que sueña sin mediaciones estatales hablar con los chinos. Sus clases políticas habitan esos flujos e intentan administrar, con algo de ayuda del Estado nacional, esas velocidades. Quien mejor las articula y busca conectarlas con ciertas necesidades sociales y simbólicas es un posible ganador.
No hay pandemic book campestre sin visitar ese mundo subjetivo y económico del covid y la soja. Sin observar las transformaciones que se venían produciendo y las novedades que ahora se suscitan. Lo que sí sabemos es que en ese lugar que parece lejano y algo extraño pasan cosas, demasiadas y que de vez en cuando se presentan ante la ciudad. Por ahora, sin literatura, pero con demasiado cuerpo.