Solía comentar, él, que a la literatura argentina le faltaban épica y sentido del humor. Son rasgos muy salientes en su escritura: hay tramos cómicos en sus novelas, me recuerdo riéndome a carcajadas. Está dosificado eso, por supuesto: manejaba muy bien las tensiones, las tramas, los climas. Le huía bastante a la figura del escritor envarado, serio, solemne; por supuesto que se tomaba en serio su trabajo, y era un lector apasionado, que amaba la literatura, pero también podía reírse de sí mismo, tomarse el pelo. Era un tema que le interesaba, el humor: tiene notas escritas, por ejemplo, sobre Olmedo, Tato Bores, Fidel Pintos, La Noticia Rebelde, el Gordo y el Flaco, Enrique Pinti, Quino. Era divertido él, también, contando historias, o respondiendo entrevistas. Me impresiona que ese rasgo, el humor, contribuyó mucho en su popularidad y en el cariño que le tienen sus lectores.