Sí, bastante tiempo, pues nunca pensé escribir un libro así, precisamente porque creía que ya estaba todo dicho. Primero fue mi encuentro con una de las víctimas: esa conversación, muy difícil en lo sentimental, me inoculó el bichito de que yo podía ampliar “mi repertorio” de literatura de temas “no cubanos” con un asunto que, aunque no estaba directamente vinculado a Cuba, sí tiene muchas ramificaciones hacia esa historia nuestra de las últimas seis décadas. Luego todo pareció desencadenarse: un día necesité hacer una práctica en terreno, como parte del curso superior de idioma alemán que cursaba entonces, y cuando comencé a buscar dónde hacer esa práctica, un gran amigo, también exiliado en Berlín, el historiador Jorge Luis García Vázquez, habló con los directivos del Museo Prisión de la Stasi en Hohenschönhausen, y ellos me propusieron hacer una estancia allí como “Escritor Invitado”, con lo cual tuve acceso a sus archivos y, por extensión, al resto de los archivos de la Stasi en Berlín. Luego, en mi trabajo como periodista en la agencia de noticias y televisión alemana Deutsche Welle, tuve que entrevistar a víctimas de la Stasi. Y finalmente, mis vínculos de trabajo con políticos alemanes vinculados a la investigación en torno al trauma provocado por la Stasi en la sociedad alemana, así como con intelectuales y artistas alemanes que fueron víctimas de la represión, todo eso… me fue empujando a reunir materiales para alguna vez escribir algo que no fueran las relaciones entre las policías políticas de la entonces RDA y Cuba, pues ese tema ya lo ha abordado Jorge Luis García Vázquez en artículos y un libro que aún permanece inédito.