A mí me encantan los rituales, pero en este momento sería como un lujo, no me lo permite el tipo de vida que estoy teniendo. Entonces, escribo mucho mentalmente. Además, escribir no es el acto físico de sentarse en la computadora, es como un modo mental o espiritual, es un modo de estar mirando el mundo, o tal vez ni siquiera el mundo, sino para adentro. Es como cuando ustedes leen y se comprometen mucho con la lectura. ¿Vieron que eso que están leyendo los acompaña durante el día? ¿Lo visualizan? O, por ejemplo, Abelardo se reía mucho de que una vez Silvia Iparaguirre, su mujer, estaba leyendo, y Abelardo se reía de que le dijo: “Hoy no sabés lo que hizo el personaje”. Y Abelardo decía, eso es genial, porque ella cree que hoy uno de los hermanos Karamazov hizo o dijo tal cosa. Entonces, eso pasa con el buen lector, que se compromete y trae a los personajes a su mundo. Cuando uno escribe pasa lo mismo, convive con estos personajes que se empiezan a formar en la cabeza, ¿no? ¿Son personajes o son fantasmas? Los personajes son fantasmas, pero primero habría que definir qué es un fantasma. Porque para mí los fantasmas, entre comillas, tienen una presencia fuerte. Quiero decir que lo que es invisible tiene una presencia muy fuerte, entonces son fantasmas en ese sentido, con una presencia muy contundente a pesar de que no están físicamente.