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José Luis Puche: La verdad en el arte se palpa

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Por Valeria S. Groisman

José Luis Puche (Málaga) es considerado actualmente uno de los artistas españoles con más proyección internacional. Autodidacta, pero un estudioso obsesivo del arte en sus más variadas expresiones, en su obra se destaca el dibujo y el propio proceso de creación de la obra como una especie de diario visual. Su seña de identidad es la experimentación con materiales como el carbón graso y el agua. A Puche le interesan las texturas, las formas en que los materiales pueden crear tramas complejas.

En sus obras la explosión de color contrasta con el blanco y negro, como frente y dorso de una misma imagen. Gran parte de su inspiración llega de los artistas del Renacimiento, como Velázquez, El Greco o Zurbarán, pero es un gran admirador de algunos de sus contemporáneos, aquellos que buscan expresar su verdad sobre un lienzo en blanco.

En una charla exclusiva, Puche conversa desde España con Be Cult y su voz nos permite adentrarnos en su cosmología, en su particular manera de entender lo que es arte hoy.

¿Cómo comenzó tu incursión en el arte?

Desde pequeño siempre he recibido el arte como una experiencia, y por algún motivo que no recuerdo, quise experimentar esa sensación siendo yo el intérprete y no el espectador. Es algo así como una ilusión en todo lo que se comienza hasta ver su conclusión, creo que esa sensación aún perdura y perdurará, espero, hasta el último cuadro que pueda hacer. Recuerdo con especial ilusión una retrospectiva que hubo en el Prado sobre Velázquez, le imploré a mi madre que me llevara a verla, y ella, no sin sacrificio, me llevó e incluso me compró el catálogo al finalizar la exposición, recuerdo aquel día como uno de los días más felices de mi vida. 

Leí que a los 10 años, cuando un profesor pidió a los alumnos que dibujaran algo, vos recreaste el Guernica. ¿Cómo lo conocías a esa edad? ¿En tu casa se consumía arte?

Efectivamente, lo conocía porque el colegio tenía muchas imágenes de cuadros de Picasso en el Colegio, que se llama Manuel Siurot. Eso es muy estimulante para cualquier niño, te conecta directamente con el arte si estás dispuesto a recibirlo y tienes capacidad para dedicarle un par de minutos cuando lo miras. Hay que tener en cuenta que Picasso nació en Málaga, y creo que el colegio, con buen criterio, nos situó todos aquellos cuadros repartidos por todos los pasillos para recordarnos que un grandísimo artista había nacido en la misma ciudad que nosotros, y que si trabajábamos bien podríamos lograr nuestros objetivos.  Recuerdo especialmente un cuadro grande donde se leía «El Guernica», no entendía bien qué podía significar, pero la imagen era sumamente poderosa. El profesor que nos impartía dibujo nos dejaba una serie de láminas, anodinas la mayoría, para que intentáramos copiarlas lo más fiel posible. Pero a mí me aburrían bastante la verdad, así que le pedí al profesor que me dejara dibujar «El Guernica», y me dejó. Aprendí bastante la verdad, porque no había demasiado virtuosismo en los volúmenes, degradaciones y había muchas líneas que conectaban unas con otras, tenía 10 años, pero cuando intentas imitar en tu etapa de aprendizaje a un maestro como Picasso recibes mucha más información que cualquier clase práctica y teórica. En casa teníamos pocos cuadros la verdad, pero lo poco que teníamos lo estrujaba con la mirada cada dos por tres y me hacía muchas preguntas, a fin de cuentas aprendí únicamente mirando e imitando a los maestros. Eso sí, mi madre siempre ponía Zarzuela en casa, yo la sigo escuchando ahora. 

¿Conservás ese dibujo?

Efectivamente, aunque al profesor le gustó tanto que me lo pidió, y la verdad no supe decirle que no, al fin y al cabo que tu propio maestro quiera algo tuyo creo que era un halago, eso sí, mi madre no pensó lo mismo y dos días después de enterarse fue a recuperar el dibujo ya que quería conservarlo ella. Ahora está colgado en el pasillo de mi casa y cada vez que lo veo me recuerda al pasillo del que fue mi colegio.  

¿Estudiaste Bellas Artes?

No, aunque lo intenté de verdad. Estudié Historia del Arte, lo cual me proporcionó quizás la parte más conceptual del arte y a saber valorar en su justa medida el arte. Cuando acabé la carrera intenté ingresar en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, hice los exámenes de ingreso y los aprobé, dejé pasar un año y fue un error ya que al año siguiente cambiaron el sistema de acceso y ya no se entraba por el examen que había aprobado sino por otro sistema y ya no me apeteció seguir intentándolo.  Al final no me hizo falta, seguí auto formándome estudiando muchos tratados de arte que pude estudiar en la carrera y poco a poco pude lograr vivir de lo que más me gusta en la vida. 

¿Cuál fue tu primera obra y cómo llegaste a desarrollarla? 

Fue clave un doctorado que estudié en Roma, entre 2002 y 2003, ese año estudié arte como ningún otro en mi vida, la misma ciudad te devora. Siempre lo recuerdo sobre todo como una sobredosis de estética, tanto que a la vuelta cuando me puse a pintar buscando mi propio camino renuncié a todo aquello que había aprendido, por lo que afronté mis primeros trabajos desde el punto de vista conceptual, con etiquetas, palabras, cobre en los que hacía telares con un fin crítico social. Fue una buena etapa porque conseguí algunos premios y comenzar a relacionarme con compañeros a los que me unieron amistad y sigo admirando.

¿En qué momento comenzaste a sentirte un artista y tus obras comenzaron a circular?

Fue en ese preciso instante. Los concursos de arte suelen ser un buen punto de partida, si los ganas, tus obras comienzan a estar en instituciones, los galeristas vienen a cazar a nuevos artistas emergentes y si comienzas a trabajar con ellos, las obras entran en colecciones, los proyectos cada vez son mejores y exigentes y así hay una autoexigencia por mejorar cada vez más tu obra, eso sí, siempre que el tiempo no vaya en tu contra, porque como todo lo bueno, el tiempo para reflexionar sobre tu trabajo es sumamente importante. 

¿Qué hace falta tener para ser un artista? 

Es un compendio de muchas cosas, diría que una de las primeras es ilusión por lo que haces, si no estás ilusionado por lo que estás apunto de hacer mejor dedicarte a otra cosa. Se necesita compromiso, al final como artista formas parte de una familia de artistas que han hecho mucho por el arte, tú recoges el testigo y debemos seguir creciendo y dando pasos hasta que nosotros demos el relevo. Necesitas ver muchas exposiciones, leer sus catálogos, leer otras muchas cosas que te nutran no solo de arte porque aquellas cosas que te interesen ya sea desde la filosofía o astrofísica son transportables a tu trabajo. Yo escucho muchísima música clásica, de hecho durante algunos años fui músico en una banda, en concreto percusión. Aquellos conocimientos que la música me aportó los incorporo al arte en la medida de lo posible, no obstante aprendí que el lápiz o carbón se puede percutir sobre el papel del mismo modo que una baqueta percute sobre el parche de una caja o timbal. También hace falta amor, poco se habla de esto en el arte porque aquí parece que solo importa el intelecto, pero los artistas arrancamos en una obra con un amor inconmensurable por lo que hacemos. Y por último quizás lo que más importa, la honestidad. Tu trabajo debe ser lo más honesto posible, la verdad en el arte es algo que se palpa casi de inmediato, se ve el artista que está en este círculo, por ejemplo, solo por fama o dinero donde el valor comercial es lo que verdaderamente importa, y el artista que honestamente busca una nueva manera de decir visualmente las cosas. Me derrito literalmente con los artistas que logran esto último, cuando veo a alguien que trabaja como una hormiguita hasta conseguir nublarte la mente, que consiga que me pare diez minutos a recrearme en cada centímetro cuadrado de lo que ha hecho, que me invada a preguntas y que las respuestas me quiten el sueño, eso, no tiene precio. 

¿Cómo sos como visitante de museos o galerías de arte? ¿Qué te llama la atención al admirar o no una obra?

Suelo visitar muchas galerías y museos, sobre todo cuando viajo porque tengo la opción de conocer obras de artistas en directo y no por foto o pantalla, y sobre todo para descubrir. Cuando veo una obra, si es de un artista conocido espero que me sorprenda y no encontrarme más de lo mismo y si es de un artista desconocido para mí espero que me conmocione y despierte admiración.  

En una nota que te hicieron hace algún tiempo decías que tu trabajo «va creciendo a medida que se va destruyendo». ¿Cómo es eso?

En mi etapa de formación pensé que el verismo era lo máximo a lo que un artista podía alcanzar, y si, es un acto de virtuosismo, pero cuando llegas a ello te das cuenta que millones de artistas, con la suficiente técnica pueden hacer lo mismo que tú. Sabes entonces que no estás aportando nada, que no hay un trabajo científico que identifique como artista sino más bien como artesano. Es ahí cuando sabes que tienes que alcanzar algo nuevo y quizás jamás visto. Entonces supe que debía de algún modo destruir todo aquello que aprendí para soltar lastre y comenzar a hacer algo genuino que me distinguiera singularmente, algo personalísimo. Fue entonces cuando supe cómo acabar con lo aprendido, y fue cuando descubrí que mi trabajo se podía transformar con el agua, no a base de pinceladas y si no de agua percutida, a veces con violencia, sobre el papel. Todo ello confiere un resultado sumamente orgánico y pétreo donde la obra misma comienza por sí misma a tomar el control sobre el resultado final, quedando yo a veces como un mero espectador esperando un acontecimiento. Eso unido al palimpsesto, es decir, capas y capas de superficies dibujadas confieren a la obra un final sumamente atractivo.  

También hablás de la originalidad. ¿Qué es la originalidad hoy?

Por desgracia el valor de la originalidad está en desuso si tomamos en cuenta lo que la sociedad de masas denomina éxito. Una buena parte de los grandes artistas del mundo no gozan de una fama que los mediocres y malos artistas sí tienen, aunque tampoco la necesiten. Y es que sobre todo las redes sociales son los grandes validadores de quién es bueno en función del número de seguidores o likes que tenga una imagen, es decir, el valor cualitativo ha sido suplido por el valor cuantitativo. Esto evidentemente nos lleva a un empobrecimiento del arte en sí mismo, porque no hay ningún pudor en la copia si se sabe que aquello que se copia va a tener éxito. ¿Para qué complicarte la vida en buscar algo novedoso y original, con lo que cuesta hacer ver al mundo que eso que haces es novedoso y original, si haciendo copias tienes garantizado el éxito, la fama y el dinero? Además, la gente, cuando va a un museo o galería, ya no quiere pensar, quiere ver, disfrutar sin tener que hacer trabajar a la mente, es lo que (Byung) Chul Han llamaba en La sociedad del cansancio un exceso de positividad donde hay una sobreabundancia de lo idéntico y una alta tolerancia al aburrimiento que produce lo nuevo. Lo vemos en las ciudades: todas tienen los mismos restaurantes o cafeterías estés en la parte del mundo que estés. Lo vemos en la música: el estilo reinante es el reggaetón y sea el cantante que sea todas las melodías son iguales. Pues, lo mismo que ocurre con el reggaetón en la música está ocurriendo en el arte. 

¿Cuál dirías que es tu búsqueda de sentido? ¿Hay algún tema o alguna técnica que defina tu obra?

Sobre todo el dibujo, aunque me gusta decir que lo que va al papel no es un dibujo sino un acontecimiento. Mi trabajo se desarrolla sobre papel, es un formato que amo especialmente desde niño y hoy tengo suerte de ser embajador de marcas como Saunders Waterford que considero el mejor papel del mundo y en él puedo desarrollar muchas técnicas, aunque especialmente trabajos con lápices que son acuarelables que me permiten jugar con las formas y colores. Antes estaba muy obsesionado con el concepto dentro de la obra, pero cada vez le hago menos caso, en mi trabajo la libertad es la ley. 

¿Tenés una rutina a la hora de pintar? 

Suelo ser muy metódico, me gusta levantarme temprano para estar en el estudio lo antes posible. Hay que tener en cuenta que cuando llego al estudio necesito unos minutos de adaptación, no se puede dibujar o pintar de inmediato, necesitas concentrarte para después pasar a la acción. Ahora tengo un estudio nuevo en Alhaurín de la Torre (Málaga) donde tengo un paisaje de montañas que es puro espectáculo, levantarme y de vez en cuando mirarlo es una válvula de escape importante. Solo oigo pájaros y la música clásica se puede escuchar en su plenitud sin ruidos de coches ni gente paseando alrededor. Aquí soy plenamente feliz y me paso el día entero trabajando hasta la noche, siempre digo que a mi casa tan solo voy para dormir.