CARGANDO

Buscar

Poesía: Damaris Calderón Campos (Cuba)

Compartir

LA LECHE, LA SANGRE DERRAMADA

Me preparo la leche en polvo.
Pienso en mi madre.
Leche fortificada
“Purita,
para madres felices”.
Hablar de Cuba es un tema sensible.
Hablar de Chile es un tema sensible.
De la Franja de Gaza
Siria Israel Venezuela Estados Unidos.
Los temas son sensibles.
No los acontecimientos,
no el horror, los sucesos.
La revolución por el vaso de leche.
Que el lechero muera en la acera
dejando el litro de leche, en Brasil,
es un acontecimiento.
Pero ya ni los brasileños existen.
¿Y acaso existirán las vacas?
Los niños no deberían morir
para soñar
que juegan.
Los viejos no deberían ser desdentados
encadenados a sillas de ruedas.
Los que sueñan a colores
los que oyen voces al electroshock.
Los que estallan bombas.
Los que se estallan a sí mismos
por un vaso de leche
o algo parecido a un vaso de leche.
Al final uno acaba odiando la leche.
Las tetas.
La fiebre aftosa.
Escribo
y no tengo una máscara de gas.
Volteo el mantel.
Se derrama la leche.
Llega mi madre.
La locura.
Las vacas.

EL POLLO MÁS DURO DE MI VIDA

Mi hermana es la extensión
de mi madre
la extensión de la madera
en el mango del hacha.
(Yo amo el hacha).
Es Navidad
y estoy cocinando el pollo
más duro de mi vida.
Es Navidad. Te vas a morir.
Pero primero quieres
llevarte el sabor de la frutabomba al otro mundo,
a las raíces, adonde quiera que te vayas.
Como una reina egipcia
me pides una cucharada de frutabomba
para llevarte a la muerte, a la boca.
Has visto pájaros
en la sala de terapia intensiva.
(Afuera dormimos entre cartones,
exiliados,
en un piso que no limpian ni los presos).
Es Navidad.

No sé si los muertos resuciten.
(Mi hermana es la extensión
de mi madre
la extensión de la madera
el hacha).
Ardo como el árbol
encendido en preguntas.

CUANDO PIENSO EN LA VIDA,
PIENSO EN EL SUICIDIO

Cuando pienso en la vida,
pienso en el suicidio.
En mi abuela suicida.
Cuando el sol se pone
y cuando amanece,
en aquello que no se puede pensar,
Pienso:
Toda esa cantidad de muerte
en la lengua.
Haber nacido
para vivir de nuestra muerte.
Cuando se mueren,
Los suicidas
se vuelven inmensos.
Invisibles,
se vuelven visibles.
Todos tienen una ropa
una anécdota
con el muerto.
Les prestan un hombro,
los recogen
en antologías de cenizas.
Quieren
la tinta fresca
de sangre.
Las cabezas recién horneadas.
El gusano penetra
en el pájaro y el pájaro
es otra carroña sobre la yerba.
(Pienso en el suicidio).
Los viejos se arrojan de los balcones,
los escolares se toman la tinta de sus zapatos,
otros, le ponen azúcar al cianuro
para tener una muerte dulce.
(Pienso en el suicidio).
El suicidio es un ejercicio vigoroso
al que la muerte le queda como poncho.
(Pienso).
Hay quien cree que el suicidio
se vence escribiendo,
pero el suicidio, como la muerte,
es ágrafo.
Cuando lo conocí, no tenía dientes,
y me eché a temblar.

BALAS LOCAS

¿Cómo enloquecen las balas?
¿Empiezan, como las personas, a olvidarse
de cosas,
a hacer extravagancias, a ir por algo
y quedarse a mitad de camino,
a hablar incoherencias,
a gritar a llorar a cagarse en los pantalones,
a tener crisis de pánico a
comerse las uñas
a confundir una azucarera con un neumático,
a querer tirarse por las ventanas
a colgarse de un mástil, cortarse el cuello?
¿Cómo saben las balas que son balas
quiénes son, de qué
están hechas?
¿Fueron niños antes de ser casquillos
de metal, antes de alojarse
en la carne?
¿Quién le silbó,
a las balas que silban?
¿Las arrulló alguien?
¿Las patearon en la cabeza?¿Fueron amordazadas
con camisa de fuerza
y encerradas en un cuarto oscuro,
a llorar?
¿Las metieron, cachorros, en un furgón militar,
por la fuerza?
Las balas locas, violentadas,
no pueden pegar ojo en toda la noche
y entran por pasillos oscuros, insomnes,
hasta las cabezas
de otros niños que duermen.

SANTIAGO HUMBERSTONE

Yo, Humberstone,
hijo de un modesto empleado de correos
y nieto del Director de la Banda de Guardias Escoceses,
llegué aquí a hacer la América.
Yo, un oscuro químico
lustrado ahora por la sal,
inventé esa ficción: el pampino:
cruce de animal soñador necesitado con nativas de la zona.
Inventé el futuro, el futurismo,
Marinetti
Me cagué en Le Corbusier,
la Torre Eiffel,
esa ciudad amanerada:
París.
Aprendí palabras ásperas:
caliche, charqui, camanchaca
(yo que jugaba delicadamente al tenis,
yo, cuya vida era un campo de golf),
copié y apliqué el sistema Shanks
(que nadie conocía por aquí).
Tuve mano férrea,
tuve mano de obra
(barata).
Comencé por conquistar Agua Santa
y ahora me pudro en las Aguas del Tiempo.
Yo, que me horroricé
cuando escuché que estos indios llamaban chanchos
a las relucientes máquinas metálicas, trituradoras,
porque les recordaban el ruido de los puercos al comer.
Establecí un Orden,
una jerarquía en el Caos:
de un lado los ingleses y administradores,
del otro, los hombres y las bestias.
Yo, que puse un toque de delicadeza,
de civilización en estos páramos:
Al espejismo de los oasis de Pica y Matilla
opuse una piscina (metálica),
construí una plaza (pública),
una Iglesia,
el tendido eléctrico,
un orfeón para que estos bárbaros
escucharan música
-ópera-
no el rumor sempiterno, monótono
de las arenas.
Yo, me la creí completa
y se la hice creer a medio mundo:
“El salitre chileno el mejor del orbe”
nitrato de sodio: la pólvora más eficaz

para las guerras intestinas y extranjeras.
(Así de cosmopolita):
“El salitre chileno entra a Francia,
a Suecia,
llega a la antigua Hélade”
(hasta que los alemanes inventen el sintético
en la Segunda Guerra Mundial).
Yo, que me convertí en Santiago,
Santiago Humberstone,
tuve en mis manos el Oro,
el Oro Blanco,
el Monopolio.
Que me hice viejo, me hice venerable.
Padre
-del Salitre-,
(la Compañía me obsequió una medalla de oro,
el Rey de Inglaterra me confirió
la Orden Oficial del Imperio Británico).
Yo, James T.,
cuyo nombre desaparece
bajo la formidable leyenda y las casas huachas,
extiendo mis raíces dieciséis metros bajo tierra
y no encuentro agua.
El desierto y la muerte
recobran su señorío.

Damaris Calderón Campos

La Habana, Cuba, 1967. Poeta y artista visual. Desde 1995 reside en Chile, donde ha escrito la mayor parte de su obra.
Ha publicado numerosos libros de poesía, entre los que se encuentran  El remoto país imposible, Sílabas. Ecce Homo, Duro de roer, El tiempo del manzano, Las pulsaciones de la derrota, Mi memoria es un perro obstinado, La sombra del pájaro, ¿ Y qué? y Daño colateral. Parte de su obra ha sido recogida en las antologías personales El infierno otra vez, Colección Contemporáneos, ediciones Unión, Cuba, 2010 , La soñante, COLECCIÓN Atocha de Poesía Hispanoamericana, Madrid, 2015, y Mi cabeza está en otra parte,  Ediciones Alquimia, Chile, 2017.
Ha obtenido, entre otros, el premio de Poesía de El Mercurio, en Chile, en 1999, la beca Simon Guggenheim en poesía en 2011 y el Premio Altazor a las Artes y el Premio a la mejor obra publicada en Chile, por su libro Las pulsaciones de la derrota, en 2014.
En 2019 le fue otorgado el Premio Pablo Neruda por su trayectoria, entregado por la Fundación Pablo Neruda, en Chile.

Próximo artículo