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Lucía Lijtmaer: Escribimos como hemos leído

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Por Valeria S. Groisman

Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977) creció en Barcelona, ciudad en la que sus padres se exiliaron durante la última dictadura militar. Es autora de la crónica novelada Casi nada que ponerte (Anagrama); de los ensayos Yo también soy una chica lista (Planeta) Ofendiditos. Sobre la criminalización de la protesta (Anagrama) y de la novela Cauterio (Anagrama), en proceso de traducción al inglés, francés, alemán e italiano, entre otras lenguas. Codirige junto con Isa Calderón el podcast cultural Deforme Semanal, que ganó dos Premios Ondas.

Nos encontramos con Lijtmaer en Eterna Cadencia, una de esas librerías porteñas que tienen su propio bar. Si no me equivoco, una de las primeras librerías que acá se animó al concepto de “compro-un-libro-y-luego-me-siento-a-leer-mientras-tomo-un-café-o-una-birra”. El barcito consta de un patio central y un living medio escondido, al fondo. Ahí conversamos con esta escritora que habla un español con acento catalán y que de repente larga algún argentinismo. Algo que también ocurre en sus libros, sobre todo en Casi nada que ponerte, que acaba de publicar en Anagrama -aunque en realidad es el primer libro que escribió cerca de los treinta-, y que resulta pintoresco. Como si la lengua que hablamos fuera el resultado de lo que recordamos, o como expresa la autora, de lo que “hemos leído”.

Allí narra la crónica de amor de Simón y Jorge, que es también una historia de formación artística, una bildungsroman. ¿Cómo llegaron dos jóvenes de familias humildes a construir un imperio de la moda y a codearse con el jet set? ¿Cómo manejaron el doble vínculo: comercial e íntimo? ¿Y qué los llevó finalmente al olvido?

En Casi nada que ponerte la escenografía es la historia, la de la Argentina y sus años más violentos y también la de la moda, una burbuja que en el libro representa un espacio de libertad y una vía de escape en tiempos de dictadura. Las clientas de Jorge y Simón iban al taller a olvidarse del afuera. En esa puesta en escena con destellos de lujo, donde ningún objeto estaba dispuesto al azar, las mujeres se ponían en manos de Simón, el experto. Se dejaban llevar, interpretaban una especie de realidad alternativa.

Cuenta la autora que en cierto momento de la escritura se dio cuenta de que el texto exigía razones. Las razones de por qué Jorge y Simón tenían la potencialidad de convertirse en personajes. Entonces se proclamó narradora: sería ella misma la que hilvanara las voces de los protagonistas y de los testigos. Ahí entró en juego su vida: “En esta esquina yo me enamoré”, escribe. Y es en ese momento que los lectores reconocemos la presencia aplastante de la voz de Lijtmaer. Queremos saber de quién, cómo, cuándo. Somos capaces de abandonar la historia de Jorge y Simón por un rato. Suena lógico decir que Casi nada que ponerte tiene dos líneas narrativas muy marcadas y que un gran logro es que ninguna mata a la otra. La convivencia resulta natural.

¿Cómo fue encontrarte con un texto escrito hace tanto tiempo?

La verdad es que al principio fue bastante shockeante porque, pese a que recuerdo perfectamente el texto, porque lo había trabajado mucho hasta que se publicó en 2016, no era consciente de la falta de pudor que tuve al contarme, contar a mi familia, contar las cosas que pienso. Me pregunté: ¿por qué hice esto? Me acuerdo de que lo hablé con la editora de Anagrama y le dije: Da igual, no lo publiquemos. Entonces ella me dijo: No seas tonta, esto te pasa porque hace mucho que no lo lees. Ese fue el primer impacto. Después intenté no tocar, o sea, intentamos, con Isabel Urriols, que es mi editora, no tocar lo principal, nada importante, porque mis impresiones son las de ese momento histórico y ahora cambiaron. Una cambia su manera de pensar y (el libro) es una fotografía de ese momento. Sí repasamos algunas cosas y yo incluí también ciertos recuerdos que tengo, sobre todo de la adolescencia, que me parecían lindos e importantes.

¿Qué edad tenías cuando lo escribiste?

Pues tenía 30 años.

¿Y ahora?

  1.  

Mientras leía sentía que más que una novela es una especie de crónica, ¿no? ¿Por qué elegiste a Jorge y a Simón como personajes de esa crónica-novela?

Tienes razón, es una especie de crónica. A pesar de la hibridez, la intención inicial era hacer una crónica. Lo que pasa es que luego se mezcla precisamente la cuestión de que yo no puedo contar esta historia sin contar por qué estoy implicada en ella de alguna manera. Y a mí ellos me fascinaron desde siempre, eran el único contacto que yo tenía desde muy pequeña con el lujo.
O sea, yo vengo de una familia que ha tenido la oportunidad de progresar, pero que no tenía ningún tipo de contacto con ese nivel, no solo de lujo, sino de belleza. La idea de belleza. La cosa del lujo y de la belleza asociada al lujo no la conocía y ellos representaban eso. Esas casas, esa boutique, esas ropas, yo no las había visto nunca. Siempre me fascinó, pero como que me podían haber enseñado cuentitas de colores y me hubiera fascinado igual.

Y ese lujo era una especie de puesta en escena, ¿no?

Claro. Por eso para mí era importante la idea de obra teatral, porque la propia Colorada (edificio emblemático donde transcurre gran parte de la historia), la propia boutique eran escenarios presentados para la clienta. Ellos nunca necesitaron lujos. Era gente muy austera en la manera de vivir, venían de familias muy humildes, pero habían conseguido a través de su trabajo todo lo que tenían. Ese espacio era como una burbuja para la clienta y ellos podían tener un colchón en el piso tirado en la parte de atrás.

¿Qué es lo que te atrajo a vos de ese lujo, de esa belleza?

En parte de la decadencia, curiosamente. Es decir, en la idea de que ese lujo no era un lujo contemporáneo, era un lujo de otro tiempo.

En el libro hay una reivindicación de género. ¿Eso formó parte de las entrevistas? ¿Hablaron de la falta de libertad que se vivía respecto de la homosexualidad?

Ellos, sobre todo Jorge, me habló mucho de la idea del amor, de cómo en el fondo ellos se habían salvado mutuamente. Y eso se nota en ellos. A mí me parece muy hermosa su historia de amor. Y no charlamos necesariamente mucho del momento en sí, sino de cómo se encontraron y cómo les presentó una amiga común, porque en esa época no era fácil.
A mí personalmente me sirvió mucho leer Historia de la homosexualidad argentina de Osvaldo Bazán. Es un libro fundamental. Me parece un librazo.
Jorge y Simón se necesitaban mutuamente. El uno no existía sin el otro.

Y como socios también eran complementarios…

Bueno, a mí la historia de la moda me resulta interesante, y lo que ves es a personajes fascinantes como Alexander McQueen o (John) Galliano, que quizás no tenían pareja, pero sí tenían una mano derecha en la parte económica para poder levantar y sostener el negocio.

Se mueven en duplas.

Exactamente. Y en este caso también sucedió. Simón tiene la cosa creativa y también de la supervivencia a través del arte, que es lo que le salva, y Jorge tiene la mentalidad de conservación de patrimonio, que es lo que les salva a ellos. Y, luego, es también un tipo de una cultura general, de un nivel en el estudio de la filosofía impresionante. Leía a Plutarco.

¿Viven los dos?

Simón murió.

¿Llegó a leerlo?

Simón no lo sé. Jorge sí.

¿Y cuál fue su reacción?

Fue curiosa porque supongo que esperaba un libro más convencional pero le enterneció mucho.

También planteás el libro como una historia de la Argentina.

En un principio lo que yo iba a hacer era una historia oral con unas introducciones históricas. La idea era que Jorge, Simón, todo su equipo, sus amigos y clientas, etcétera, me contaran, narraran ellos la historia, y yo introduciría con una simple introducción histórica cada capítulo. Pero me daba cuenta, como te decía antes, que me faltaba la parte de ¿por qué esta gente? O sea, no son cualquiera para mí. Entonces incluí el capítulo del autobús, del diferencial, y lo que noté  fue que el texto se elevaba. Entonces me di cuenta de que tenía que narrar.  Toda esa parte histórica en la que aparece un yo fue lo último que añadí: la historia personal, la historia de las fotos, la historia de la adolescencia, la historia de mis amigas.

Claro. Sí, sí, porque para mí, claro, la relación con la Argentina, la relación con estos personajes no es cualquier relación, no es como si yo me hubiera ido a Suiza a contar la historia de un señor que hace abanicos. Mi familia se exilió en Barcelona y la relación con la Argentina es una relación muy particular.  Mis abuelos estaban aquí y yo vivía en Barcelona, nos veíamos cada tanto, cuando podíamos viajar. A veces venía yo sola, a veces con mis padres, a veces los tres. Mis amigas de la infancia son… Yo tengo también una familia elegida que son mis amigas, hijas de argentinos exiliados en la misma época que yo, que son como mis hermanas. Incluso tenemos nuestro grupo de Whatsapp.

Cuando decís “acá me enamoré” esa voz se hace gigantesca.

Me da una vergüenza.

No, ahí estás vos. Está la narradora.  

¿La del ponchito en la tapa del libro sos vos?

(Ríe) Sí.

Esas amigas-hermanas de las que hablás aparecen en el libro.

Sí, y se enteraron de que salían cuando lo publicamos. Les invité a la presentación y les dije: Que sepan que salís aquí. Y dijeron: ¿Qué?Realmente hemos tenido una experiencia común y eso necesariamente también pasa por el primer… O sea, no es casual que el primer chico que te gusta de verdad es argentino (nota: alerta de spoiler). El primer amor. Hola, Freud. Entonces, yo tengo recuerdos de Buenos Aires, especialmente, muy, muy lindos. Pero no es una nostalgia triste como la que pueden tener mis padres que tuvieron que exiliarse. Su experiencia sería otro libro.

De todas maneras es una novela nostálgica. Nostálgica bien.

Claro. Aparecen los recuerdos que uno tiene de tal esquina, de tal lugar, claro. Por ejemplo, me pasa que ahora que vivo en Madrid, y yo soy de Barcelona, me ha costado mucho entender que Barcelona ha seguido existiendo sin mí, no por una cuestión egocéntrica en absoluto, sino que cuando yo voy a Barcelona y veo que no sé qué va, que (un local) está cerrado, que ya no existe, me entra como una cosa personal de “¿qué me han hecho a mí?”. Porque el mapa de tu ciudad es un mapa sentimental. Entonces, no sé si es nostálgico o no, pero sí está el extrañamiento que te produce volver a un lugar que conoces muy bien y que ha seguido viviendo sin ti.

El bilingüismo es un tema que aparece en la obra. El tironeo entre la lengua materna y la lengua adquirida.

La correctora y editora del libro encontraba cosas. Me decía: Esto no se dice así aquí. Entonces a veces lo dejábamos, a veces modificábamos, porque yo no creo en la normatividad del lenguaje.
Uno escribe con… Uno conecta… Casi te diría que conecta con sus lecturas, incluso más que con su lengua materna. O sea, la lengua materna es algo que tiene que ver con el cariño y yo me la encuentro en la gente que habla como hablan mis padres. Hay ahí una sensación de calidez total. Pero yo creo que escribimos.

¿Cómo sos como lectora? ¿Qué te gusta leer?

Súper ecléctica.

¿Qué estás leyendo ahora?

Ahora estoy leyendo el último libro de Irene Solá, que me fascina. Intento leer a mis contemporáneas, sobre todo a las mujeres, porque me interesan mucho. Y estoy leyendo, bueno, estoy “simultaneando” a Irene Solá con Laura Fernández, que es amiga y saca ahora un libro de cuentos. Ella es maravillosa. Los estoy leyendo y los estoy alternando con Irene Solá porque me parecen, para empezar, dos de las escritoras más fascinantes con respecto a la idea de la forma y la voz narrativa.