Aislamiento y libertad, ideales y factibles, músicas y lecturas amadas. Desde Buenos Aires, donde puso a punto un concierto que se pudo ver por streaming, la cantante mexicana ganadora de siete Grammy latinos reflexiona sobre el presente y se amiga con la idea de que, al menos por ahora, le toca imaginar al público.
“Es preciso estar atentos y fuertes, no tenemos tiempo de temer a la muerte”. El mantra musical en la voz de Gal Costa -extracto de “Divino maravilloso”, un tema del primer disco solista de la bahiana- suena todos los días en la casa de Julieta Venegas desde marzo. No hay ninguna, absolutamente ninguna tristeza, dice ella, que la psicodelia brasileña no pueda quitarle.
Además de aislamiento, de ausencias y desazón, de una exasperante falta de certezas, 2020 le trajo a esta hacedora de músicas un renovado amor por las canciones. Sí, piensa, quizás un poco a la fuerza: esa mecánica costumbre de sentarse al piano cada mañana, como una terapia, activada por la cuarentena. Pero finalmente la práctica dio resultado: la rutina doméstica arrojó un puñado de composiciones, que al día de hoy son demos y que eventualmente serán su próximo disco. “En este tiempo yo me he agarrado más que nunca de la música; nos puede acompañar, estar presente en lo cotidiano. Ahora, como oyente, pienso al detalle qué me quiere decir cada tema, valoro la importancia de poder llorar una canción, o de reír con ella, o de bailarla”, reflexiona en este mediodía invernal apenas soleado, cuya luz se cuela difusamente en la habitación desde donde habla -vía Zoom-. “Yo ya venía un poco peleada con lo repetitivo de componer para hacer un disco, y luego irme de gira; esa hiperprofesionalización de mi carrera. Entonces ahora, en casa, empecé a sentarme al piano un rato al día, tranquila, solo para ver si de allí salía una canción”.
A sus casi 50 años y desde Buenos Aires, donde se instaló hace tiempo, Venegas se siente, irónicamente, libre. Libre, claro está, pese al encierro generalizado. Entonces no tiene reparos en decir que este será “un año perdido en muchos sentidos”, ni en confesar que llora cuando habla con su familia en México, y que ansía tantísimas cosas pero especialmente ciertos sabores particulares. “Ay, unos tacos…”, suspira.
Aunque reconoce que el mundo transita un cambio de paradigma, la multiinstrumentista que reformó para muchos la imagen tradicional de una cantante de pop latino, mira hoy de reojo a quienes sugieren eso de ‘reinventarse’ en medio de esta etapa. Primero hay que vivirla, tratar de comprenderla, sostiene. “Yo no estoy con mil ideas en este momento; estoy en el día a día, tratando de adaptarme. Tengo preocupaciones, voy viendo y buscando la manera de continuar. Es muy complicado salir ya mismo con una gran reflexión al respecto; estamos en medio de la situación”, dice, como si hablara de una marea alta. “A la vez, no quiero que la incertidumbre sea lo que defina mis días; quiero surfearla y seguir adelante”.
Ideal vs. posible
La charla sigue y el tema es inevitable. Venegas se ríe cuando compara todos estos meses previos a su primer concierto online -el sábado 22 de agosto- con un embarazo. Sus labios, cuidadosamente maquillados de rojo, se despliegan en una sonrisa y contrastan más aún con ese verde natural que se adivina desde la ventana a sus espaldas. “La realidad es que yo tenía planeada una gira por Chile, y debí cancelar todo por la pandemia, sin saber cuándo podré reprogramarla. En un primer momento, algunos me decían ‘Haz un show, grábalo en tu casa, grábalo en el estudio, grábalo donde puedas’. Yo no quería, no me gustaba la idea de hacerlo en casa [será desde un café en Buenos Aires, que prefiere no revelar], pero sí deseaba tener un ida y vuelta con la gente. Todos sabemos que esto no es lo mismo que hacer un concierto en vivo, pero es lo que se puede ahora. Desde esa incertidumbre de no saber cuándo se podrá volver a tocar en vivo, mi conclusión fue ‘Bueno, ahorita lo que podemos hacer es esto’. Y por eso lo hago”.
Cuando piensa en lo extraño que será esta vez, desde su lado, tener que ‘imaginar’ al público, hace una analogía entre esa ausencia evidente y la que sentimos probablemente todos en el mundo, ante la falta de reuniones con los seres queridos. “Es un reflejo de esa emotividad que nos falta ahora en la vida normal, cotidiana. Esa ausencia hay que transformarla o expresarla de alguna manera”, observa. “Este es un proceso del no-saber, y por ahora nos toca buscar y encontrar espacios nuevos. Hasta hace pocos meses, todos pensábamos que hacer algo online no era un show; ahora todos lo vemos distinto, porque pasa el tiempo y necesitamos ya algo de esa reacción, de esa forma de comunicarnos”.
Con el paso de los años, desde su irrupción en la escena musical con Aquí (1997), entrevistar a Julieta Venegas es también advertir sus cambios, su evolución, una cierta marcha y contramarcha que hacen de sus canciones una obra cercana, accesible, compañera. A diferencia de lo que puede ocurrir con grandes bandas o con ciertos nombres muy ligados a la parafernalia escénica, en su caso, reconoce, los espacios íntimos, “sin tantas luces ni distracciones”, le sientan bien. “A fin de cuentas yo no necesito ‘el escenario’”, remarca. “Lo que necesito es cantar”.
También los libros
Además de la música que suena sin parar en su casa y de los artistas nuevos que descubre con placer (habla de su compatriota Rosas; de la dupla electrónica Buscabulla, de Puerto Rico, y de los colombianos Lido Pimienta y Edson Velandia), en la cuarentena, Venegas -lectora ávida desde siempre- se enamoró de dos autores. “Leo de todo; siempre lo he hecho. No he cambiado mi hábito en este momento, pero estoy viviendo un ‘romance’ con Raúl Zurita. Hay algo en su voz… No sé si tiene que ver con estar encerrada, pero conecté mucho con la historia de Chile de la forma en que la cuenta él”, explica. La estadounidense Mary Oliver es la otra de sus lecturas dilectas del momento. “Me vuelve a la naturaleza, a nuestra naturaleza humana: a aceptar nuestros cuerpos, a aceptar los procesos, la necesidad de cuidarnos”.
Mientras bebe de a sorbos un té caliente de una taza tan roja como sus labios, Venegas sigue pensando e hilando en palabras su idea de cuidar la cultura como un bien esencial, especialmente en tiempos dolorosos. Como artista curiosa y multifacética, que puede saltar de la música a otras manifestaciones -en el verano hizo una temporada teatral con La enamorada, del dramaturgo argentino Santiago Loza-, insiste en la importancia de explorar lo que estamos viviendo de maneras creativas. “La expresión cultural es parte de lo que nos va a ayudar a salir adelante. Por eso creo que hay que apoyar mucho la cultura, y luchar contra el miedo; no podemos negarnos por siempre a la necesidad humana de salir, de encontrarnos, de ir a restaurantes y teatros y conciertos. Precisamos mucho de esos espacios; tenemos que llorar con una obra de teatro, aunque en realidad estemos llorando por otras cosas”.