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Viviendo tres días con su tres noches

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Por Claribel Terré Morell

Obra: Horse and train (1954) Alex Colville

¿Para qué o para quién trabajamos pasados los 60?, le pregunto a mi amigo Julio C. Llevamos tres días tratando de organizar una reunión y no podemos ponernos de acuerdo en el día y la hora, cuando no es él, soy yo: estamos ocupados.

En estos tres días, no dejé de teclear en la computadora. Frente a mí, una hoja me va diciendo qué termino y que no. Tacho y sigo. La lista es interminable. La mayoría es trabajo para otros. Recibo un pago. Cuando era muy joven vivía en un país socialista y estudiábamos a Marx, uno de los escritores más citados del mundo, a veces correctamente, a veces como meme de Internet: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, “La peor lucha es la que no se hace”.

Cuando no logro terminar lo que debo hacer recuerdo un documental que se llama, “Ladrones de Tiempo”, dirigida por Cosima Dannoritzer. Ella alerta sobre la cada vez menor disponibilidad de horas para hacer cosas que la gente realmente quiere o aprecia. Define como «pobres de tiempo» a quienes trabajan más de 12 horas. Sentencia “La falta de tiempo es la nueva pobreza”.

El documental se rodó, hace algunos años, en Alemania, Inglaterra, Francia, España, EE.UU. y Japón. Y, usted y yo, no importa donde vivamos, somos consumidores vistos como partial employee (empleado parcial) «nuestro tiempo es parte del proceso de producción”. Estamos obligados a ser cajeros en el supermercado, pesar la fruta y luego pagar usando un cajero automático; a tomar un pedido en un restaurante y luego recoger los platos; hacer el check-in automático que piden las líneas aéreas y facturar las maletas; hacer el montaje en casa, del mueble que compró, entre otros ejemplos.

Mientras recordaba el documental, una amiga me llamó y le contesté con monosílabos. Al final me dijo: “Ya estás en edad de jubilación. No trabajes tanto”. Luego lo hizo otra y literalmente me mandó a consultar con un médico. “No es lógico que estés tan cansada, solo se tienen los años, que se quieran tener. Aprovecha el tiempo libre”. Ambas nunca dicen su edad pero hablan del “mal del edadismo”.

La última llamada que atendí, antes de pensar escribir esta nota, fue la de alguien que me dijo: “Descansa, no serás más rica”. La pobreza entendida solo como falta de ingresos es una mirada simplista frente a un fenómeno mucho más complejo.

Le hice caso a todas. En estas tres noches comencé una especie de taller sobre Literatura delincuencial, un término inventado por Ricardo (Patán) Ragendorfer, taller que lleva junto a Rodolfo Palacios. Ambos periodistas, ambos escritores. Lo hago como un complemento para mi podcast Traidores del arte, que va por Wetoker, Spotyfi y TN, y que también es una columna en la Revista Ñ, del diario Clarín. Los asistentes son todos diferentes, uno de los ladrones del famoso caso del robo al Banco Río, que ahora escribe cuentos, una abogada que se nota que ha estado en causas fuertes pues habla de “tipos duros” y los llama por el nombre, una poeta, hermana e hija  de grandes escritores, una chica joven y muy linda, obsesionada con Robledo Puch, que vive muy lejos y viene acompañada por su padre que se ve que también sabe de casos policiales, uno de los músicos más interesantes del rock nacional y otros muchos que aún no sé qué hacen.      

También estuve en dos de las tres jornadas de Fabulosas, el ciclo que la francesa Eve Grynberg y la argentina, Verónica Martínez Castro, organizan una vez al año, en Buenos Aires. Un ciclo de charlas y una exposición de fotos “atrevidas”. En una de las charlas, una mujer se puso de pie y dijo: “Quiero hablar”, era la primera vez que iba a una reunión de mujeres. Se veía feliz. Pensé que había tenido mucha suerte en su debut. Entre las mujeres reunidas (a sala llena) había una charla real. A la mayoría de las charlas que me invitan cuando hablan de reinventarse, nunca hablan del miedo o de lo que te pasa y te puede pasar cuando comienzas una nueva vida (léase jubilación, cumplir más de 50 años…); tampoco del dinero que se necesita. Las escucho y me parecen extraterrestres. Eve Grynberg es una excelente retratista, puse tres de sus fotos en Instagram y me apareció un anuncio amenazándome con suspenderme la cuenta. Las fotos dejaban ver pechos femeninos, de mujeres mayores de 50 años.

En estos tres días con sus tres noches encontré abierta la librería de libros de segunda mano que suelo visitar (pensé que la habían cerrado) y encontré un libro de Mark J. Penn, conocido como “el rey de las encuestas “MICROTRENDS; THE SMALL FORCES BEHIND TOMORROW’S BIG CHANGES”

Penn -quien fue asesor de Bill Gates, de la pareja Clinton, así como de Ford, McDonald’s- identifica en su libro 75 microtendencias destinadas a cambiar el mundo: nichos de negocios.

Confieso que me he reído mucho leyendo. Marco con lápiz de color las más cercanas: jubilados que aún trabajan; parejas donde ella es 10 años mayor que él; matrimonios donde cada miembro vive en diferente casa o ciudad. Hay algunas otras como ejecutivos que tejen para combatir el estrés; el incremento de adictos a la cafeína; el auge de los deportes extremos; los enemigos del sol; las personas que evitan al extremo los rayos solares; millonarios tímidos y matrimonios que no crían hijos, sino mascotas y niños vegetarianos.

Cuando no sabía cómo terminar estos apuntes, mi amigo Julio C, me envía un mensaje respondiendo mi pregunta inicial. ¿Para qué o para quién trabajamos pasados los 60?  Habla de equilibrio y termina con un “para nosotros definitivamente”.

En estos tres días, he seguido trabajando, es decir: viviendo. ¿Tú que has hecho?