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Perdón la hora

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Por Raquel Aparicio  

Ilustración @Mendelevicha

Perdón la hora.

Espero que tengas el teléfono silenciado y no despertarte.

La verdad es que no puedo dormir dándole vueltas a lo que me contaste esta tarde. Los pensamientos se agolpan en mi mente sin dejarme un segundo de descanso. Desde que vivo sola imagínate que no tengo a nadie con quien poder hablar ¿te dije que el perro se murió la semana pasada? Fue justo el día que nos cruzamos en Callao y Corrientes; capaz te diste cuenta que tenía los ojos rojos de llorar o por ahí no; no eres muy de darte cuenta de esas cosas.

La cuestión es que, bueno; que me he quedado muy angustiada después de nuestra conversación y pensé que se me iría pasando la pena a lo largo del día pero no, todo lo contrario. Mira la hora que es y tengo el corazón que se me escapa del pecho. 

Yo creí que me ibas a volver a llamar para pedirme perdón y para decirme que vas a dar marcha atrás en tu decisión pero después me puse a reflexionar y me di cuenta que era una idiotez pensar eso; además de no ser de los que registran lo que le pasa a los demás, tampoco eres de los que se disculpa.

Pensándolo bien, una cosa es un poco consecuencia de la otra porque son tu extremo egocentrismo y tu absoluta carencia de empatía los que hacen que creas que siempre es el otro el que está en falta. 

Ya de pequeño eras así, Vicente. Y no lo digo yo, que lo dice toda tu familia.

Esto no me está haciendo bien; me pongo a escribir todo lo que tengo guardado para ver si así puedo dormir y es peor; me hundo más en la tristeza y la pesadumbre. Voy a tomarme un Valium y te dejo tranquilo. 

Quizás me tome 2 o a lo mejor 3.

¿Me hará mal?

Descansa, tú que puedes. Adiós.

Hola…

Me tomé las pastillas con una copa de vino para que hagan más efecto, pero nada; no me puedo dormir igual. Veo que no leíste lo que escribí porque las palomitas no están en azul ¿Eso es que estás dormido? Qué raro porque tú tienes el sueño súper ligero y ahora que me acuerdo siempre dices que no puedes dejar el teléfono en silencio por si pasa algo en la clínica así que una de dos; o me has bloqueado o me has silenciado o no estás dormido. Eso son tres; ya lo sé.

¿Estás con la puta, no? Después de la sorpresita de hoy es evidente que ya vives con ella ¿Cuándo me lo ibas a contar? ¿Por eso hacía meses que no me llamabas? ¿Es ella la que te convenció de dar el paso que vas a dar? Esa extranjera de mierda hija de una ramera de piel lechosa que seguro huele a cuajo. Esa intrusa que se metió en tu vida y te alejó de mí. ¡Nunca antes de hoy me habías hablado con tanta distancia! 

¿Por qué así? 

¿No ves que no vamos a volver a vernos más?

Como si te importara; porque firmo y afirmo que ella es una puta ¿pero, tú? Tú eres un egoísta y un mal nacido, Vicente. Un hombre ingrato comandado por un alma enredada en las hiedras ponzoñosas del resentimiento cuyo corazón bombea grumos de pus a cada uno de los órganos de su cuerpo.

Desagradecido.

Pútrido mental.

Coprofágico.

Mirarte a los ojos es lo mismo que asomarse al nauseabundo abismo del inodoro de un bar de carretera.

Abandonador; que te vas al otro lado del mundo a vivir con una recién llegada y cuando te pido que te quedes y no me dejes sola ¡o que por lo menos me lleves! ,  tu respuesta es una carcajada. ¿Qué risa te doy , no?

¿Me reí yo cuando tuve que parirte, sin querer tenerte?

¿Me reí cuando te tuve que pagar una educación? ¿Cuando compré medicinas para curar cada una de todas las enfermedades que iban tomando ese escuálido y frágil cuerpo de mierda que tenías y sigues teniendo? ¿Me reí cuando te cagabas encima y tenía que soportar el fétido olor de tus pañales? ¿Me reí cuando no te podía dejar solo en casa siquiera para tomar una copa un sábado a la noche, porque con 7 años aún creías en los fantasmas? ¿Me reí cuando suplicabas que no te dejara durmiendo con mi hermano porque te tocaba las partes? ¿Me reía si me llamabas por teléfono a la casa de mis novios para rogar que regresara cuando te quedabas solo un par de días? ¿Cuando a los 15,  aún meabas la cama?

Maricón.

Cagón.

Pusilánime.

Deforme emocional.

Demoledor de vidas.

Devorador de existencias.

Aniquilador de futuros.

No me esperes en el aeropuerto el jueves porque mi viaje termina esta noche. Sale vuelo «one way» a bordo de una caja de Valium y esa mierda de botella de vino barato que me trajiste la última vez.

Sólo pido un último deseo: reencarnar en quien te engendre en la próxima vida para poder abortarte, como debí haber hecho hace 49 años.

Buen viaje, Vicente.

Mamá

Raquel Aparicio


Raquel Aparicio es española y vive en Buenos Aires desde el año 2003. Estudió  Cinematografía y Artes Audiovisuales en Madrid especializándose  en Dirección de cine y realización de TV y desarrolló su carrera profesional trabajando en cine, Tv, publicidad, medios y espectáculos artísticos varios. En la actualidad está a cargo de los Contenidos, artística y producción general de la AM 1110, la radio Pública de Buenos Aires e integra la agrupación argentina de improvisación teatral IMPRO NACIONAL.