“Siempre me dan ganas de hablar con vos”, chilla rapidito, como si hubiera escuchado mis pensamientos, “pero vos sos re-callada, ¿no? Serge siempre me dice que en el estudio Gus le cuenta que vos sos así, discreta”. Ríe fuerte y alto, para remarcar lo graciosa que le parece la discreción, y continúa: “Uno de estos días vamos ir al teatro a verte, no somos mucho de teatro pero vamos a ir.” Intento descifrar si lo dice sólo por decir, pero no me da tiempo. “Yo, en cambio, no paro de hablar, viste. Serge está siempre tan ocupado con su laburo, me da tan poca bola. Yo me la paso acá, me muevo solamente para ir al gimnasio o a buscar a los chicos. Si voy al shopping, es para comprar cosas para ellos y para la casa, después ni salgo, la peluquera viene los viernes y los jueves viene la manicura, que me deja las uñas listas para todo el finde, ¿ves?”. Muestra. “Pero yo elegí esto. Yo estudié abogacía, de hecho; a mí me iba mejor en la carrera que a tu maridito, mi promedio era 8,90. Serge había reprobado un par, pero bueno, después decidí cambiarme al profesorado porque era más rentable ser maestra jardinera, no imaginás lo bien que se gana siendo dueña de un jardín de infantes, aunque vos con tu profesión debés ganar millonadas, ¿verdad?”. Me clava los ojos, ni alcanzo a incorporar la imagen de lo que dice porque no cesa su cháchara. “Sólo que hasta ahora no me decido, viste, porque los chicos todavía son chicos, no me molesta que mi marido me mantenga porque yo quiero ser una madre presente, ¿entendés? Al final, ni para jardín me da, estoy tan feliz acompañando a mis hijos. Aunque Fede me salió medio burro.” Ríe fuerte de su ocurrencia revoleando las pestañas con extensiones mientras se lava el jugo de las naranjas y se seca en un repasador.