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Jacques Bedel: Lo único que importa es la curiosidad

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Por Julia Villaro

Los libros que el artista visual y arquitecto Jacques Bedel tiene a sus espaldas son reales. A diferencia de aquellos fondos virtuales que hoy proliferan, intentando conferir rigor intelectual a la reuniones (un producto exclusivo de la pandemia), los más de seis mil lomos que asoman desde la biblioteca de este pionero del arte conceptual son mucho más que un fondo. Respaldan, y han respaldado, más de 50 años de producción estética. Integrante del Centro de Arte y Comunicaciones que dirigió Jorge Glusberg en los 70, arquitecto a cargo de las refacciones del Centro Cultural Recoleta en los 80. Prolífico e incansable, Bedel es un explorador de las materias más disímiles: el espacio y el reflejo; el plástico y el paisaje; Shakespeare, Borges y la inclasificable naturaleza de los virus, circulan por sus obras. Todas las materias, en el fondo, se reducen a una sola: el infinito campo de las ideas.

¿Qué vino primero Jacques, la escultura, la arquitectura?

Llegó todo junto. Ni siquiera llegó, estaba. Mis padres eran el arquetipo del intelectual, o sea que el contacto con la mecánica de tener la mente despierta estuvo siempre. En mi casa había libros, música, venían poetas, artistas, era un flujo constante. No puedo decir qué empezó antes… en realidad empezó antes la parte de artes visuales, pero porque ahí soy autodidacta, y empecé a hacer cachivaches antes de terminar la carrera de arquitectura… nunca pude decir qué es lo que prefiero, o preferí. Es imposible separarlo, es una actitud mental.

«Lo único que importa es la curiosidad»

¿Lo que vino antes, entonces fue la idea?

Sí. La idea es la que dispara todo el resto. En la medida en que uno esté con la mente despierta. Lo único que importa es la curiosidad. El tipo que no es curioso está condenado al peor de los castigos, el aburrimiento. Yo no me aburrí ni un segundo de mi vida… no me puedo aburrir. Por ahí soy un marciano, pero estoy siempre con el radar funcionando.

En tu carrera se advierte en seguida la integración de técnicas y materiales muy disímiles, llevada adelante además con una pericia casi científica. Me hace pensar en esa aspiración moderna a la “Obra de arte total”. ¿Existe esa fantasía?

No. Es un oxímoron. Porque justamente lo extraordinario del arte es que es individual. Si hubiera una obra de arte total estamos fritos, es como si todas las mujeres fueran Brigitte Bardot, un embole. (¡Y mirá qué arquetipo puse, tiene como 90 años!). La obra de arte total para mi no es una obra de arte, no podría serlo. La sectorialización de una idea es lo que hace que la mente siga en funcionamiento. En el momento en que llegás a lo total es the end se acabó… no, por favor. El desafío es hacer. Y hacerlo mejor que nadie. La megalomanía es absolutamente necesaria para un artista, el egocentrismo es lo único que te mantiene vivo. Levantarse todos los días y pensar qué voy a hacer (y que son cosas que no sirven para un pepino) todos los días de tu vida, ad infinitum… Es extraordinario fabricar porquerías que no sirven para nada, y todos los días seguir insistiendo. ¡En mi caso hace 53 años!

Los dueños del mundo
Conjuntos de libros y rollos
Deus Ex Machina
Aproximación al infinito -1996
El elogio de la sombra - 2013
Las ciudades del Plata - 1977
Aproximación al mal - 2007
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Ok. Me gusta eso de que las obras de arte no sirven para un pepino, pero en tu obra se ve el compromiso con ciertos temas y cuestiones políticas… ¿Cómo conviven esa supuesta inutilidad con el compromiso?

Cada cosa que hacés es un disparador. Lo que yo hago primero me dispara a mí, es el combustible de mis neuronas y después al resto. O puede ser que a nadie le dispare nada… entonces hay que atenerse a eso. Es muy fácil hacer una obra fácil. El desafío no es que a todo el mundo le pase algo, es que le pase algo a poca gente, pero esa gente se vuelva loca. Eso es lo que a mí me gusta.

Siempre lo singular sobre lo total…

Sí. La manada es abominable.

Hablemos del CAyC. El grupo tenía la particularidad de que la mayoría de los artistas venían de otros campos (había científicos, informáticos, arquitectos) y es evidente el aporte de esos campos a las obras. ¿Pasaba también a la inversa? ¿Aportaron estas obras a tus proyectos arquitectónicos?

No hay nadie más acotado que un arquitecto. Yo soy artista porque como arquitecto no puedo hacer lo que se me canta… Podés tener una idea muy vaga de algo pero cuando aparece el código, el presupuesto, la mujer con la revista de decoración etc… la arquitectura es terrible. Aún no teniendo parámetros restrictivos, la idea queda relegada a un lugar secundario… La actitud mental para hacer una casa entonces es otra. A mí me importaba un pepino la arquitectura en el CAyC. Una de las cuestiones básicas de la supervivencia del grupo fue la autonomía… Glusberg era un tipo inaudito, a pesar de las barbaridades que se dicen, y a pesar de que era un autócrata, era un tipo que te dejaba operar… probablemente porque sabía que éramos un equipo de coristas esperando ver quién estaba en letra grande o letra chica en el cartel. Pero volviendo a la pregunta, la libertad que te da el arte de poder agarrar cualquier cosa y hacer algo es muy distinta.

La megalomanía es absolutamente necesaria para un artista, el egocentrismo es lo único que te mantiene vivo.

Pero esa libertad que mencionás es muy nueva en el terreno del arte, una libertad que trajo el siglo XX y a la que los artistas conceptuales como vos le allanaron el camino…

Ahí es donde se inventa el arte, antes era artesanía. Pienso que es raro que no haya cambiado antes… hubo un par de chiflados, los manieristas por ejemplo. Pero solo porque eran unos chiflados. Había que aproximarse a la realidad. En este momento ese tipo de cosas no pasa de artesanía. No es arte si no te dispara nada. Los impresionistas patearon bastante el tablero, pero cuando aparece un Malévich es donde empiezan a cambiar las cosas… o Piero Manzoni, un degenerado que me da una envidia bárbara. Para mí la obra es buena cuando me da envidia.

¿Un artista entonces es el que patea el tablero?

No necesariamente, porque esa es la otra, la de los artesanos de ahora… “¡como soy artista puedo hacer cualquier cosa!”. Vas a la bienal de Venecia y pasás salas y salas al trote porque no hay nada que te mueva… La comunicación, la globalización tiene su parte malsana, y es que estás demasiado conectado con todo y no te metés en tu mundo. Hoy no se reflexiona…

Volviendo a tu obra, en tus libros, tus rollos, tus tótems, se reitera una ilusión de pasado a recuperar, de ruina arqueológica que a mí me refiere inmediatamente a algo apocalíptico… ¿Pensás que se actualiza ese imaginario en el contexto que hoy vivimos?

Lo que estamos viviendo hoy, como catástrofe es un happening de aquellos… catástrofe en serio es el tsunami de Fukushima… pero esperemos que esta pandemia haga a la especie reflexionar un poco.

¿Pero de dónde viene ese imaginario catastrófico?

El radar manda información y en algún momento cae la ficha. Se ordenan las cosas. Lo importante es que en la base de datos haya datos. Fijate que hace 25 años que hago Virus… pero si seguimos ignorando las otras catástrofes, como las nucleares, esto va a ser un té con masitas comparado con lo que va a pasar después. Hay que cambiar el paradigma.

Yo soy artista porque como arquitecto no puedo hacer lo que se me canta

¿Y qué hacemos desde el arte?

Pensemos en un tipo como Banksy. Es gracioso y es profundo, y por eso es efectivo… yo me considero incapaz de hacer una obra así, pero bueno, hace 25 años que trabajo en la serie Virus. Ahora si me preguntás si quería o no denunciar, no sé. A mí me gustó hacerla…

¿Qué te ha brindado la exploración de tantos medios y materiales distintos a lo largo de los años?

Una enorme diversión.

Es imposible cerrar sin preguntarte por los libros, porque son una presencia constante, objetual y literariamente, en tu obra… ¿Qué es el libro para vos?

El libro es el transporte donde viaja la idea. Como dijo Umberto Eco: “Nadie acabará con los libros”.

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