Mauricio Koch escribe. Escribe y lee. También enseña a pensar la escritura, a descifrar las voces que arrojan palabras en espacios que parecen blancos. Aunque, como dice Alan Pauls, de manera más precisa y preciosa, nunca se escribe desde la nada, siempre hay algo que ya está ahí, flotando en lo que solo aparenta ser vacío. En los talleres literarios que coordina, Koch, que también trabaja como corrector de estilo y aprendió con Liliana Heker, intenta detonar en sus talleristas el porqué de las historias partiendo de la noción de cuento como un afuera de la realidad, o mejor dicho, como un adentro donde lo externo, lo biográfico, lo fáctico, no tienen cabida.
Koch es ante todo un cuentista. Él mismo se define de esa manera. Un cuentista que se recibió de técnico electromecánico, aunque, en lo estricto, ese oficio poco y nada ejerció. Sin embargo, en su escritura subyace cierta habilidad para narrar el detalle que bien podría asociarse a sus estudios formales. Decía que Koch cuenta cuentos, valga la redundancia. Es un cuentista que ocasionalmente incursiona en otros géneros, o que, en todo caso, hace de un cuento algo más. “Aprendí a escribir ficción intentando escribir cuentos”, admite, al tiempo que disecciona la idea de que escribir sea algo puramente instintivo, que no requiere esfuerzo, rutina, técnica, tesón
Autor de Los silencios, Cuadernos de crianza, El lugar de las despedidas y Baltasar contra el olvido, Koch recibió el segundo premio de la Biblioteca Nacional y su cuento “Cenizas” fue premiado en el Concurso de cuentos Haroldo Conti. Desde hace algunas semanas, Koch se sumó a la redacción de BeCult. Con esta entrevista le damos la bienvenida.