Así arranca la novela; un tratado político, filosófico, psicológico, donde resalta el personaje principal, una madre que para ser madre tiene que tener un hijo, pero que al mismo tiempo se vuelve madre de todos y cada uno de los personajes; y así la vemos a ella prender el fuego durante los encuentros en los siempre helados inviernos en Rusia, es ella la que hace el caldo, la que ofrece una manta, y hasta medias calientes, brindando un espacio para que las cosas sucedan. Primero pasiva observando, los abraza a todos y a todo, sin saber más que de amor, sin saber más que el idioma del cuidar y de proteger como sea, para luego sufrir esa transformación que toda buena novela siempre sabe ofrecer y es que de mujer encerrada, golpeada y sumisa pasa a ser heroína y nosotros, los lectores, somos testigos.