Blaisten define al cuento como “un género de maniáticos y relojeros, un género muy rebelde pero que obliga a establecer límites” y si bien rechaza los experimentos teóricos al mismo tiempo juega con la forma tradicional del género, ese orden cerrado de acontecimientos que termina de revelarse con el desenlace. “El tío Facundo”, uno de sus relatos más celebrados y el primero de La felicidad, sorprende porque dice en las primeras líneas lo que un cuento tradicional se reservaría para el final, y por el tono del narrador y el contraste entre lo que dice y su forma: “Para que se den cuenta de cómo era mi familia antes de que matásemos al tío Facundo, mejor dicho, antes de que llegase el tío Facundo, les voy a contar lo que decía cada uno de nosotros”.