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Alexandra Kohan: “El deseo es ingestionable”

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Por Valeria Sol Groisman

Foto: Alejandra López

Alexandra Kohan (Argentina, 1971) es psicoanalista y docente en la Cátedra II de Psicoanálisis: Escuela francesa de la Facultad de psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En su último libro Y sin embargo, el amor. Elogio de lo incierto (Paidós) –así como en Twitter y las charlas de las que participa– piensa al amor en tiempos de incertidumbre y rescata al insondable deseo frente al discurso romántico (y a la vez productivista) de la felicidad como horizonte obligado. Plantada en la duda y habilitándola como forma de pensar, también se sumerge en los discursos de los feminismos en un intento por desandar los caminos del lugar común: aquello que de tan repetido se supone cierto.

En uno de los epígrafes de tu último libro citás a Barthes y en esa frase él define a la literatura como un antecedente del amor, como un discurso que de alguna manera tendría la potencialidad de desencadenar el encuentro amoroso. ¿Cómo es eso de que el amor primero se escribe?

Me es difícil explicar un epígrafe porque cuando los elijo, los elijo en su función de epígrafe, es decir: en relación al texto que le sigue. Hay muchísimos epígrafes en el libro, diría que constituyen una parte fundamental de cómo pensé el libro. Son pequeñas pistas de lectura, trazos, subrayados. Muchos fueron verdaderos hallazgos. No estaban antes de ponerme a escribir. Fueron encuentros propios de cómo concibo la escritura, en el sentido en que no tenía todo pensado antes.

“Lo que queda del amor, cuando se le impone una moral, es una moral, o sea: nada del amor”

Sos psicoanalista y cursaste una maestría en estudios literarios. Se me ocurre que pensar el psicoanálisis desde la literatura y la literatura desde el psicoanálisis debe ser un ejercicio que permite hacer lecturas que escapan de lo recurrente, ¿no? ¿Cuáles son esas lecturas que te permite el juego intertextual entre esos dos campos discursivos?

No creo que haya garantías. No siempre hay lecturas que escapan de lo recurrente a partir de esa relación. Lo que sí puedo decir es que para mí no hay psicoanálisis sin literatura. Pero la relación entre ambas es siempre conflictiva, tensa, y no va de suyo. Hay que tratar de no caer ni en la aplicación del psicoanálisis a la literatura, ni en la de la literatura al psicoanálisis. Ni menos que menos interpretar autores, lo que se dio en llamar psicobiografismo y que aún hoy persiste en algunos. Lo que me interesa indagar siempre, tanto en la crítica literaria como en el psicoanálisis, es la pregunta ¿qué es leer? Creo que en esa pregunta se conforma una zona común entre ambas prácticas.

¿Qué te llevó a escribir sobre el amor?

Que en mi práctica cotidiana, la del psicoanálisis, está concernido el amor.

La transferencia es el amor. Y la transferencia, me parece a mí, hay que seguir pensándola cada vez, porque es algo sorpresivo, que irrumpe y que siempre cobra la dimensión de un acontecimiento. Si eso no se sigue pensando, uno tiende a adormecerse en los saberes establecidos y se termina produciendo una burocratización de la práctica analítica.

¿Qué lugar le cabe al deseo en una sociedad apurada, obsesionada con la eficiencia y los resultados, acostumbrada a “gestionar” todo, incluso la intimidad?

No sé. No pienso en términos de sociedades. Solo intento, apenas, leer algunos discursos que se van activando en ciertos lugares. Lo único que podría decir es que el deseo es ingestionable y que es incompatible con esos términos empresariales y productivistas

¿Y cómo impacta la tecnología en esto de relacionarnos amorosamente con otros?

No lo sé. No puedo pensar en la generalidad.

Es interesante que en tu libro hablás del amor, del deseo, y los vinculás con lo impredecible, con lo incierto. ¿Es el amor algo que se puede definir, comprender, explicar?   

El amor y el deseo, Eros, resiste y excede toda definición, comprensión y explicación.

Desde que llegó la pandemia y nos llevó a aislarnos uno de los reclamos más potentes de la sociedad es la necesidad de volver a abrazar a los que queremos, a nuestra gente. ¿Qué nos enseñó la pandemia sobre el amor?

No lo sé. La pandemia no terminó así que sería impropio hablar de lo que nos dejó, dado que aún estamos metidos en el asunto.

Desde ciertos sectores del feminismo o los feminismos se busca desromantizar al amor para liberarlo del carácter opresivo que supuestamente el amor romántico tendría. ¿Qué queda del amor cuando se le impone una moral que habilita solo ciertos tipos de amor? ¿Qué pasa cuando se piensa al amor en términos de víctimas y victimarios?

Lo que queda del amor, cuando se le impone una moral, es una moral, o sea: nada del amor. Como todo binarismo, pensar las cosas en esos términos es no pensarlas.