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Paquito D´Rivera: La leyenda del Jazz Latino

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Por Claribel Terré Morell y Miguel Bronfman

Niño prodigio, sax alto, clarinetista, compositor, arreglista, director de orquesta y ganador de quince Premios Grammys, Francisco de Jesús Rivera Figueras, Paquito D’Rivera –The Paq-Man- (La Habana 1948),  tiene más de 45 álbumes y múltiples reconocimientos que lo convierten en uno de los músicos más reconocidos en el mundo del jazz, pasando por todos los géneros.

Literalmente toda su vida ha estado ligada a la música. Empezó a estudiar con cinco años en Cuba, su tierra natal y a los siete ya actuaba en público con un saxofón hecho especialmente para él. A los diecisiete años, considerado un virtuoso, debuta con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba como solista. Al año siguiente funda, junto con el pianista Chucho Valdés, la Orquesta Cubana de Música Moderna. En 1973, es uno de los primeros integrantes de Irakere, el grupo que transformó para siempre la música cubana.

A principios de 1981, durante un viaje por España, pidió asilo político y abandonó Cuba. Nunca más ha vuelto a la isla.

A su llegada a los Estados Unidos fue recibido por Dizzy Gillespie, con el que crea en 1988 la United Nations Orchestra. Ha trabajado con músicos como David Amram, Mario Bauza y Bruce Lundvall, Eddie Gómez, Mc Coy Tyner, Herbie Mann, Tito Puente, Astor Piazzolla, Arturo Sandoval, Michel Camilo, Lalo Schifrin y participado como solista junto a formaciones como la Filarmónica de Londres, Sinfónica de Londres, Filarmónica de Varsovia, Sinfónica Simón Bolívar, Orquesta de Cámara de St. Luke, Sinfónica de Baltimore o la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. 

Entre sus composiciones más célebres, figuran Gran Danzón, Conversaciones con Cachao, Panamericana Suite, Rivers, Aires tropicales y The Elephant and the Clown, entre muchas otras. Ha sido reconocido con galardones como el Frankfurter Musikpreis, Guggenheim Fellow, Kennedy Center Living Jazz Legend, USA  National Medal of the Arts y el John A. Rockefeller Award. Es Doctor Honoris Causa por la prestigiosa Berklee School of Music y la Universidad de Pennsylvania y recibió el NEA Jazz Master, el mayor reconocimiento posible a un músico de jazz en Estados Unidos.

Sus memorias Mi vida saxual, fueron publicadas por Seix Barral  con prólogo de Guillermo Cabrera Infante. Además ha publicado la novela Oh! La Habana y Cartas a Yeyito.

En tiempos normales, buena parte de su tiempo la pasa recorriendo el mundo. Entre sus citas en Latinoamérica está el Festival Internacional de Jazz de El Tambo, en Uruguay. Desde su casa en Nueva Jersey contestó nuestras preguntas.

¿Cómo se siente que te digan leyenda del jazz latino y te reconozcan en el mundo entero?

Mi madre en La Habana vaticinó algo así como eso siendo yo un jovencito, y yo la escuchaba escéptico. Ella siempre creyó que yo alcanzaría un lugar de valor en el mundo de la música americana, y ya estando por acá, a veces me lo recordaba: “Yo te lo dije hace tiempo, ¿no?”

Has dicho que el Jazz es esencialmente un ‘arte de pandillas’, que se alimenta del contacto e intercambio entre improvisadores ¿Cómo haces en estos meses de Pandemia para trabajar tanto? Te vemos por las redes sociales siempre activo.

La gente se reinventa en medio de las desgracias, y en estos meses de pandemia, se ha ido perfeccionando el ZOOM y otras formas de comunicación que nos han permitido seguir en contacto y hasta continuar produciendo. La necesidad es la madre de la invención, reza el viejo adagio. Mi tía Josefa decía que “la necesidad hace parir mulatos”, (nunca entendí muy bien ese dicho, pero suena gracioso).

¿En qué proyectos musicales estás trabajando actualmente? A esta altura de tu carrera, ¿sientes que todavía tienes desafíos por delante?

Bueno, la pandemia –como decimos en mi tierra– le ha roto el Mambo a todo el mundo, pero en estos dos años he publicado mi libro “Letters to Yeyito” (Cartas a Yeyito) y he escrito un concierto para clarinete, violoncello y orquesta sinfónica que ya debíamos haber estrenado con Yo Yo Ma y la Sinfónica Nacional en Kennedy Center. Compuse una pieza para trompa y la sinfónica de New Jersey, también pospuesta; una pieza para clarinete y cello, además de una suite en tres partes para el fenomenal “Barcelona Clarinet Players”, que debe grabarse en el otoño de este año. La pieza se llama Fantasías Barcelónicas y está dedicada al gran novelista catalán Carlos Ruiz Zafón, cuya prematura muerte me entristeció muchísimo.

Cuando se habla de tu música la palabra fusión se menciona mucho. No hay un estilo Paq Man único ¿por qué?

Mi identidad como compositor, como intérprete y como escritor es el resultado directo de una vida tan ecléctica como ha sido la mía. Durante los últimos 66 años he tocado tanto como solista como en orquestas sinfónicas y bailables, teatro, ballet, cabarets, ópera, grupos de Jazz y de cámara, charangas, desfiles, entierros y otras ceremonias con bandas militares. Por ello es que tanto si improviso en lo jazzístico, como al componer en el mundo llamado “clásico”, los distintos elementos de que me he nutrido todos estos años se interrelacionan y retroalimentan. Una de mis más felices experiencias como escritor, fue cuando Norita, una amiguita de la infancia que leyó uno de mis libros que llegó a Cuba, me dijo por teléfono: “Leer ese libro tuyo me hizo sentir que me estabas hablando, como en los días que nos veíamos a diario en la cola de la bodega en Marianao”. De alguna forma, siempre sale la misma, o las muchas personas que viven en mí (¡o en Fa!). Soy un Geminis típico.

Be Cult. Revista Be Cult. Paquito D´Rivera

¿Qué pasó con el Paquinet, aquel instrumento que ibas a inventar?

Se llegó a hacer un prototipo del instrumento que por alguna razón ahora está en poder de la clarinetista israelí Anat Cohen. Inclusive hay un CD de homenaje a Benny Goodman con la fantástica WDR Jazz orchestra que grabé con el Paquinet, pero nunca llegó a cuajar la idea de fabricarlo en serie.

¿Cuál es el mejor recuerdo de tu infancia en Cuba que no fue muy común? Tocaste por primera vez en público a los 5 años, tu papá era un buen músico y tenía muchos amigos, entre ellos conociste a Celia Cruz cuando eras un niño…

Mi padre tenía una modesta oficinita de importación de instrumentos y accesorios musicales, antes que llegara el atorrante en jefe y vaciara todas las tiendas y oficinas menos las de él. En esa oficinita conocí gente como Cachao, Chico O’Farrill, Ernesto Lecuona, Bebo Valdés, Chocolate Armenteros, Mario Bauzá. En el barrio, como vivíamos a diez cuadras de Tropicana, allí nos codeábamos con todo lo que valía y brillaba de la “farándula” cubana, pues mi viejo tenía muchos amigos y clientes en la orquesta de Armando Romeu, que estuvo 25 años en el cabaret más bello del mundo. De modo que mi infancia transcurrió feliz, rodeado de músicos, bailarines, compositores, periodistas, escenógrafos, pintores, locutores y toda la variopinta fauna nocturna que poblaba la otrora vibrante y cosmopolita ciudad de La Habana.

Un músico ¿nace músico? o ¿se hace?

Es una combinación de talento y academia. Creo que fue José Ingenieros quien escribió sabiamente que el talento sin estudios es como un jardín sin jardinero. Aunque hay artistas que logran resultados sorprendentes empíricamente, me resisto a aceptar que alguien pueda ser considerado mejor por saber menos.

El Paquito músico, ¿cómo se lleva con el Paquito escritor?

Desde pequeño, mi padre me mostró junto a la música el camino luminoso de los libros. Mi viejo –que por razones económicas asistió solo hasta el sexto grado– escribía unas cartas bellas a mi madre y a sus amigos, y tenía una pequeña biblioteca –muy ecléctica también– con libros de Blasco Ibáñez, Julio Verne, William Faulkner, Emilio Salgari (que eran para mí), Stefan Zweig, Somerset Maugham, José Eustasio Rivera, Vargas Vila, Eudocio Ravines y su favorito, que era una biografía de Hernán Cortés, por Salvador de Madariaga. Poco a poco fui sintiendo la necesidad de ir narrando cosas que me pasaron, o pudieron haber pasado, casi siempre sobre temas relacionados con mi profesión o con la larga tragedia de mi país. Después empezaron a pedirme que escribiera para diversos medios en castellano o en inglés y el resto es historia. Me fascina escribir, casi tanto como componer o improvisar música.

¿Qué importancia tiene el humor en tu vida?

Dos de los artistas que más he admirado han sido Wolfgang Amadeus Mozart y Dizzy Gillespie, que hicieron muy serias contribuciones al arte de los sonidos, sin tener que perder jamás el tremendo sentido del humor que los caracterizaba. Tomarse uno demasiado en serio es perjudicial para el hígado y para las hemorroides.

Teniendo en cuenta que este año 2021 es en Argentina el «año Piazzolla» pues se cumplen 100 años de su nacimiento, y que has tocado su música e incluso has grabado con Astor, sería interesante conocer alguna reflexión sobre su música en general, y el recuerdo de esa grabación, justamente una de las últimas de Astor.

Piazzolla es uno de los artistas más originales que he conocido. Yo lo comparo un poco con Charlie Parker, que padeció la incomprensión de muchos de los “puristas” de su época, pero que el tiempo tuvo que reconocerlo por fin como el genial innovador que fue. Lo curioso de Piazzolla –como tantos otros innovadores– es que años después criticó mucho a quienes incluyeron elementos de otras músicas, sobretodo del Jazz en el Tango argentino. Otro incomprensible “ataque” de purismo, teniendo en cuenta la innegable y positivísima influencia que ese género musical tuvo en su música. El ejemplo más cercano es su legendaria grabación con Gerry Mulligan y mas tarde con Gary Burton.

En la música siempre hay encuentros que son capaces de cambiar la o las vidas de los protagonistas… ¿sientes que tu encuentro con Dizzy Gillespie fue así de importante? Y más allá de Dizzy, ¿hubo algún encuentro o cruce musical, que sientas que haya cambiado la dirección en la que iba tu música, o que la haya enriquecido especialmente?

Dizzy fue siempre muy generoso. Una influencia fortísima desde mi niñez, su apoyo fue de gran ayuda para avanzar en mi carrera internacional como solista y líder de bandas de Jazz alrededor del mundo, pues ocupar la silla que una vez llenaron Charlie Parker o James Moody fue siempre una carta de presentación. Mi vida y mi carrera están estrechamente ligadas a él, de la misma forma que antes se unió por siempre al nombre de Chucho y más tarde a su padre Bebo Valdés. He tenido suerte y aparentemente he sabido qué hacer con ella.

¿Cuál es la anécdota más desopilante que recuerdas sobre un escenario?

Yo estaba tocando de invitado en una banda donde al director, que era un hombre muy serio y respetado, le llamaban a sus espaldas, “burro triste”, aunque nadie se atrevía a decírselo en su cara. Por otra parte, el guitarrista de la banda, –a quien todos le decían descaradamente burro loco–, aquella noche estaba retrasado, así que cuando el señor director estaba ya listo para comenzar la tanda, yo grito: “¡Nooo…, aguanta, que falta el burro!” Acto seguido me doy cuenta de lo que había dicho, y tratando de arreglar la cosa agrego dirigiéndome al líder que me miraba atónito: “Usted no, maestro, el otro burro”.  Primero hubo un silencio de muerte, seguido de una carcajada general, incluyendo al director, que no le quedó otro remedio que reír de buena gana de mi torpeza.

En su momento el jazz se enriqueció de lo cubano y de lo latino en cuanto a lo rítmico, y a la inversa, la influencia fue más bien en las armonías y complejidades del jazz para improvisar. ¿Dónde ves hoy que esté ese cruce entre lo latino y el jazz? ¿Ha habido una renovación que realmente enriquezca y continúe los aportes de pioneros como ustedes?

La “crospolinización” (¿se dice así?) entre el Jazz y la música cubana ha sido beneficiosa para ambas orillas. El deporte nacional de Cuba –por ejemplo– es el Baseball, que cubanizado a “Beisbol”, no puede haber una actividad más cubana que la del juego de pelota. Lo mismo en la música, donde el más cubano de los cantantes, Beny Moré, cantaba al frente de un formato de Big Band, típicamente norteamericano, a la que llamaba “Mi Tribu”. Y cuentan que se cambió su nombre de pila, que era Bartolo por el de Beny (con una sola N), en honor a Benny Goodman, pues le encantaba el sonido de la orquesta del gran clarinetista judío. Tambien el Tango tuvo su influencia en la música cubana, aunque se dice que a su vez este había nacido de la Habanera. Yo no me enteré hasta muchos años más tarde que Niebla del Riachuelo o Las Cuarentas, que conocí en las voces de los cantantes cubanos Pacho Alonso y Rolando Laserie eran Tangos, y que Vete de Mí, de la que el gran Bola de Nieve hacía –para mí– la mejor interpretación, era de los argentinísimos hermanos Expósito.

En pocas palabras, está probado que el híbrido, o la “mulatez” es la palabra de órden, o como escribió Nicolás Guillén en cierta ocasión: “Creo que hay muchas cosas puras en el mundo, ¡que no son más que pura mierda!”

¿Hay algo reciente en particular en el mundo del Latin-jazz que haya llamado tu atención? ¿Algún o alguna artista novedosa y original que haya que seguir y prestar atención?

Siempre hay gente por ahí haciendo cosas interesantes. Al principio era solo la música cubana y mas tarde los (maravillosos) brasileiros, los latinoamericanos que primero influyeron en la música norteamericana. Pero en años más recientes, jazzistas de Argentina, Puerto Rico, Uruguay, República Dominicana, Panamá, Venezuela, México, Colombia y hasta de España han hecho muy importantes contribuciones, tanto rítmicas como melódicas y armónicas al género, incluyendo hasta instrumentos típicos de sus países de orígen como los tambores afrocubanos, el bandoneón, el steel pan, el bandolín, el cuatro llanero, el cajón peruano y muchos otros que dan gran variedad tímbrica al asunto.

Irakere fue un grupo clave en el desarrollo del jazz en Cuba, y posiblemente de lo que se conoce muy genéricamente como Latin-jazz, ¿algún recuerdo o memorias de aquellos comienzos del grupo? y musicalmente hablando, ¿cuál dirías que fue el aporte principal del grupo?

Por lo general los músicos que se dedican a la música popular bailable tienen gustos e intereses dirigidos específicamente hacia géneros y tradiciones de origen netamente popular o folklórico. Irakere por el contrario, juntó un grupo que aglutinaba gente con preferencias estéticas e intereses muy marcados por la música clásica, la música brasilera y sobretodo por el Jazz. Mi padre y primer maestro, que fue un saxofonista clásico pero amante del sonido “cool” de Lester Young y Stan Getz, había importado en los cuarentas los libros de texto del Conservatorio de París. Chucho estudió piano académico con Zenaida Romeu y Rosario Franco; Carlos Averhoff, que adoraba a John Coltrane, era a su vez profesor de saxofón en el conservatorio y había formado un cuarteto clásico de Saxofones, mientras que Carlos Emilio Morales, de quien tanto aprendimos de solo escucharlo frasear, era un ávido coleccionista de discos de Jazz y había tomado algunas clases de guitarra clásica con Jesús Ortega. Por otra parte, el contraste entre la cubanísima trompeta de Jorge Varona con el malabarismo de Sandoval, y la combinación de todos estos elementos con la poderosa voz y la percusión de Oscar Valdés y su extraordinario hermano apodado “El Niño”, complementados con la batería jazzística de Enrique Plá, produjeron el fenómeno único, explosivo y prácticamente irrepetible de IRAKERE. Otro impuro híbrido que funcionó.

Si no te incomoda, ¿podrías nombrar cinco de tus discos o proyectos que te gusten especialmente, o que les tengas cariño, o de los que estés orgulloso?

• Paquito y Manzanero
• El Duelo (con Diego Urcola)
• Brasilian Dreams (Con New York Voices)
• Jazz Meets the Classics
• Portraits of Cuba (con arreglos de Carlos Franzetti)

¿Podrías nombrar cinco (o los que quieras!) músicos que nadie debería dejar de escuchar, del mundo del Latin-jazz?

Claudio Roditi, Ed Simon, Diego Urcola, Pedrito Martínez y Melissa Aldana.

    LA SELECCIÓN POR MIGUEL BRONFMAN

  CINCO DISCOS DE PAQUITO D´RIVERA

¡Qué difícil elegir discos de Paquito para recomendar! Son tantos y tan buenos que estaba perdido… ¿por dónde empezar? ¿Irakere? ¿Alguno de sus discos como solista antes de abandonar Cuba? ¿Sus primeros años en el exilio en Nueva York? ¿Sus incursiones en la música clásica o el tango, o incluso el funk? Iba de un lado a otro cuando tuve una idea inspiradora: ¡preguntémosle a Paquito! Así que en medio de la entrevista que hicimos, le pedí que eligiera cinco de sus discos que más le gustan, o con los que quedó más satisfecho, o que simplemente le gustaría recomendar… y así terminamos con las indecisiones. Estos son “los 5” de la extensísima discografía del Gran Paquito D´Rivera. Para quien no esté familiarizado con su obra, serán sin duda un camino para recorrer y conocer a uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo… y para el que ya conoce y disfruta a Paquito hace rato, una refrescada a través de cinco discos realmente hermosos y originales. ¡Que los disfruten!

1 – PORTRAITS OF CUBA (1996).

Empezamos por el disco más antiguo de los elegidos por Paquito, que además sirve como carta de presentación para la música de su país natal. Hablar de la música cubana es siempre un desafío: parece mentira que de una isla tan pequeña haya florecido tanta tanta música, tantos ritmos, tantas danzas, tantos estilos; no hay dudas de que Cuba es una de las grandes usinas musicales del planeta, y por eso este disco, que de un modo sofisticado condensa y nos regala toda esa tradición, es un excelente punto de partida para el recorrido que iremos haciendo.

Con arreglos del argentino Carlos Franzetti (radicado en Nueva York hace décadas) Portraits… presenta a Paquito soleando en forma endiablada con el back-up de una big-band poderosa, en la que los bronces juegan un rol preponderante. Salvo por algunos pocos tramos en que la música suena un poco sobrecargada y nos hace querer escuchar un poco más “solo” al solista, los arreglos de Franzetti son excelentes, y le dan a Paquito el marco perfecto para dar rienda suelta a su inspiración, además de imbuir un sonido jazzístico a temas que originalmente venían de otras tradiciones, sin que suene para nada artificial. A pesar de cierta nostalgia y también algo de melancolía que naturalmente asoman en un repertorio compuesto por temas clásicos y hasta tradicionales (como El Manisero, La Bella Cubana o Drume Negrita) es el clima festivo el que se impone, consagrando una verdadera celebración, en la que de a poco vamos reconociendo algunas melodías de las que tal vez ni sabíamos el nombre de la canción, pero que sin duda conocíamos.

2 – BRAZILIAN DREAMS (2002)

Quizá el más “polémico” de los elegidos… aviso que este disco tal vez no sea del gusto de todos, aunque recomiendo dedicarle un par de escuchas a ver qué pasa. Aquí tenemos a Paquito en formato de septeto (trompeta, trombón, guitarra, piano, bajo y batería) más el grupo vocal New York Voices (un cuarteto al estilo del recordado The Manhattan Transfer). Entre los músicos, además, está el trompetista brasilero Claudio Roditi, un viejo compañero de andanzas de Paquito, desde los tiempos en que ambos tocaban en la United Nations Orchestra de Dizzy Gillespie.

Como el disco que sigue, este también combina distintas pasiones de Paquito en un mismo proyecto, en este caso el jazz vocal en formato de cuarteto con los ritmos y melodías de la bossa-nova, esa unión mágica que nació en Río en los 60, cuando se cruzaron el samba y el jazz y apareció la inmensa figura de Antonio Carlos Jobim.

Hay varios clásicos bien conocidos, como Corcovado, Desafinado, Manha de Carnival, Retrato Em Branco E Preto, temas hermosos que no pueden fallar, y menos en las manos de estos músicos. Los arreglos  vocales funcionan en forma un tanto despareja a lo largo del disco, algunos realmente logran una aproximación novedosa y que nos sorprende, mientras que otros terminan quitándole algo de fuerza a la música. Lo notable, en todos los casos, es la interacción que Paquito y Roditi logran con el grupo a través de sus instrumentos, y al fin de cuentas, cuando el arreglo vocal tal vez decae un poco, aparecen al rescate con solos inspirados y siempre oportunos. Más allá del gusto de cada  uno por los grupos vocales, Brazilian Dreams es un trabajo lleno de colores, matices, ritmos suaves y tranquilizadores… como una brisa de verano entrando por la noche a través de las cortinas de una ventana que dejamos abierta.

3 – JAZZ MEETS THE CLASSICS (2014). 

Paquito fue un niño prodigio, ya tocaba en público a los seis años, a los siete como solista con la Orquesta Municipal de la Habana, y siendo aún un niño tocó como solista un concierto para clarinete con la Orquesta Sinfónica Nacional. Su técnica con el clarinete y el saxo alto son simplemente perfectas, y siempre a lo largo de su carrera tuvo incursiones en lo que podríamos llamar la música “académica”. Este disco refleja la unión de esos dos mundos presentes en Paquito, tal como es él mismo: con humor, alegría, sin sacramentos ni posturas rígidas (lo cual no quiere decir en absoluto que a la hora de tocar la música y los arreglos no se aborden con total seriedad y respeto, claro). El disco es una joya y dan ganas de volver a él una y otra vez, para ir descubriendo cosas nuevas en cada escucha. Salvo el título (que no es tan inspirado y parece remitir a esas fusiones más bien desabridas) no tiene errores ni desperdicios, siempre y cuando se lo escuche con el mismo espíritu con el que fue ejecutado (es una grabación en vivo en un club de jazz, lo cual además le otorga un valor extra, con esa atmósfera única y mágica de los clubes pequeños, y hasta se puede escuchar al propio Paquito haciendo chistes, como por ejemplo que para él, Mozart en realidad nació en Louisiana y tocaba blues).

A contrario de los discos anteriores, aquí Paquito está rodeado por un grupo pequeño, más austero en apariencia pero sin dudas de alto calibre, con el argentino Diego Urcola en trompeta y trombón (también radicado hace décadas en Nueva York, y con quien Paquito toca muy seguido, como veremos más adelante), Pepe Rivero en piano, Oscar Stagnaro en bajo eléctrico, Mark Walter en batería y Arturo Stable en percusión. El grupo suena como una verdadera unidad musical, aventurándose juntos en esta incursión que tiene dosis iguales de irreverencia y respeto, pero sobre todo… mucho swing!. 

Los temas del disco están basados en obras de Chopin, Beethoven y Mozart, y son versiones libres, jazzeadas y con fuerte percusión. Clásicos de Cuba también están presentes, como “Al fin te vi”, del cubano Ernesto Lecuona, “Las Abejas”, por Agustín Pío Barrios y “Pa Bebo”, por Pepe Rivero, que se suma al piano en tres temas.

Si bien la premisa de tomar fragmentos de composiciones de la tradición europea y rendirlas libremente encierra sus riesgos, Paquito y sus músicos superan el desafío, exhibiendo una calidad musical (técnica y, más que nunca, espiritual) que los eleva por encima de las presuntas barreras estilísticas entre estos dos mundos. Es de destacar la labor en la percusión de Mark Walter y Arturo Stable, ya que juntos forman un tándem sólido y colorido, que brinda base firme para el vuelo de los solistas, y entre los dos construyen ritmos perfectos, con la dosis justa de picante para ensalzar esta música.

Para el final, dos joyas que resumen la esencia de este gran disco, Pa Bebo en homenaje al legendario pianista Bebo Valdés (padre de Chucho, con quien Paquito fundara Irakere allá por los años 60) y un arreglo del Preludio en Mi menor de Chopin, rebosante de ritmo y swing, que pondría de pie y a bailar al mismísimo compositor.

Jazz Meets the Classics, a pesar del título que puede sonar a fórmulas repetidas y no muy sustanciosas, es un disco enorme al que se puede volver una y otra vez, lleno de tesoros para descubrir.

4 – PAQUITO & MANZANERO: Paquito D’Rivera plays the music of Armando Manzanero (2014)

Armando Manzanero no necesita presentación, y este disco grabado hace ya algunos años seguramente se haya resignificado para Paquito tras la muerte, a fines de 2020, del cantante y compositor mexicano, a los 85 años, una verdadera leyenda de la canción latinoamericana.

Y así vemos nuevamente la versatilidad de Paquito a la hora de pensar sus proyectos musicales, e incluso de elegir entre su propia discografía: música de Cuba, de Brasil, de los compositores clásicos europeos, y ahora la música del emblemático compositor de boleros. Aquí también lo acompaña un cuarteto de altísimo nivel (Urcola otra vez presente), y el mismísimo homenajeado que  canta en cuatro temas: Esta Tarde vi llover, Llévatela, Por debajo de la Mesa y Parece que fue ayer. Claro que Manzanero, ya cercano a los 80 al momento de la grabación, aparece con la voz ya frágil, lo cual no solo no va en desmedro de estas versiones maravillosas, sino que le suma todavía más dramatismo a sus propias letras.

El resto de los temas son versiones instrumentales, lo cual refleja la riqueza de estas canciones, que a pesar de haber sido escritas con letra y para ser cantadas, ofrecen melodías preciosas (la mayoría las reconocemos en seguida) y lugar para improvisaciones al estilo de los standards de jazz. Así, Paquito y sus músicos -la interacción y el entendimiento con Urcola son notables- iluminan la obra de este compositor tan único como inolvidable.

5 – EL DUELO: Diego Urcola Quartet Featuring Paquito D´Rivera (2020).

Personalmente, el plato más fuerte en este banquete musical que nos propuso el propio Paquito. Un álbum que ya de entrada, con las primeras notas del tema que le da nombre, compuesto por el argentino Guillermo Klein (otro jazzero expatriado), nos arrebata de cualquier modorra posible y nos pone en alerta de inmediato: lo que vamos a escuchar va a ser música intensa, profunda, agresiva por momentos, punzante y (en el mejor sentido posible si estamos hablando de música) molesta, incómoda. ¿Qué quiere decir esto? Que la música nos va a deleitar y que la vamos a disfrutar, pero que no será una experiencia meramente pasiva: el duelo chispeante que propone el cuarteto sin piano liderado por Urcola va a exigir una escucha atenta y comprometida, involucrada de principio a fin.

Si en alguno de los discos anteriores había momentos en que, decíamos, desearíamos algo menos de arreglos y poder escuchar un poco más libre y extensamente a los solistas, pues aquí se cumplen nuestros deseos, y con creces. El formato sin piano es un trampolín para las improvisaciones, ya que la ausencia del teclado abre y potencia los espacios y las armonías; con el anclaje firme de la batería y el contrabajo, que proponen un pulso frenético y ritmos complejos, Urcola y Paquito se lanzan con total libertad a explorar, a investigar, a forzar hasta donde pueden llegar con su pura creatividad. El piano, qué descubrimiento, es un instrumento maravilloso, siempre… pero su ausencia también (siempre y cuando los músicos presentes sepan lidiar con las posibilidades exponenciales que se abren para ellos, individual y colectivamente).

Con reminiscencias de algunos sonidos más vinculados al free-jazz (Ornette Coleman, de quien incluso hacen un tema, Una muy bonita) o al legendario cuarteto -también sin piano- de Gerry Mulligan y Chet Baker, es un placer sumergirse en esta aventura, en la que claramente todos los músicos, pero especialmente Urcola y Paquito, se van exigiendo y desafiando mutuamente. Las habilidades técnicas y la capacidad inventiva de ambos, además, resulta sorprendente, y el resultado es un trabajo maravilloso que nos atrapa sin darnos respiro, lleno de sorpresas aún con material ya conocido, como la versión de La Yumba (Pugliese) que transmuta en Caravan (Tizol-Ellington), Libertango de Piazzolla, que empieza con una línea de contrabajo que es puro misterio, a la que se suma la trompeta con sordina y luego Paquito en saxo alto para rematar la melodía; un standard como Stablemates o un tema de Thelonious Monk, Bye-ya.

Se entiende a la perfección el juego con el título del disco, que además muestra en la tapa a Urcola y Paquito espalda contra espalda, blandiendo sus instrumentos como si fueran armas, justamente, listos para el duelo que se viene… pero en rigor, aquí no hay ningún duelo, ninguna competencia, sino todo lo contrario: dos músicos que llevan años y años tocando juntos, con el respeto y el cariño que ello implica, y que, realmente, se percibe en la música, zambulléndose juntos, una vez más, en una aventura profunda y llena de reverberaciones que quedan sonando con nosotros.

Pregunta Be Cult:

¿La cultura es política?

El miedo viejo es casi tan fuerte como el amor

Una de las escasas opiniones de valor del Ché Guevara fue cuando dijo que el ser apolítico no existe. Yo añado que el declararse uno apolítico, es ya de por sí una extrema postura política, y pienso que los que estamos en un plano más visible, debemos sentirnos obligados a llamar la atención sobre las injusticias cometidas especialmente contra nuestra propia gente. Y es por eso que no entiendo el silencio cómplice de –sobretodo– músicos y cantantes conocidos dentro y fuera de Cuba, que brillan por su ausencia en solidarizarse con los justos reclamos libertarios de esos bravos escritores, actores y artistas plásticos jóvenes del Movimiento Cultural San Isidro, sabiendo lo útiles que serían sus voces en esta justa causa. Yo entiendo que el miedo viejo es casi tan fuerte como el amor, pero después de más de seis décadas de decir que sí a todo, ya viene siendo hora de reclamar lo que nos pertenece, y que los turistas de revoluciones ajenas de Latinoamérica entiendan de una vez lo que les espera a sus países si se meten por ese oscuro y convulso “mar de felicidad” donde se han ahogado tantos cubanos y venezolanos.

H O M E N A J E