Me pregunto si con otras cosas no pasará la misma transmutación de valores que pasa, o me pasa a mí, con los aviones. Si con el mero recurso a una renuncia y un lapso de tiempo no muy prolongado lo feo puede volverse hermoso, lo aburrido interesante, lo cotidiano maravilloso. A estas preguntas el azar objetivo hizo coincidir las derivas visionarias de Matías Duville y su Hotel Palmera. Justamente, el hotel venía después del avión, casi como una consecuencia necesaria. No tengo nada malo que decir de los hoteles, a los que siempre he entrado como a religión. Y no creo que se llegue a dar nunca la ocasión de ver pasar hoteles entre las nubes. Aun así, es difícil no haber notado que aun en los hoteles más lujosos los cuadros en las paredes son horribles (además de ser posters). Y la música con que se ambientan los espacios comunes es vulgar, la cortesía de los conserjes es plastificada, las mucamas inoportunas, y nos hacen esperar hasta las tres de la tarde para darnos la habitación (cuando llegamos, de otro continente y otro hemisferio, a las ocho de la mañana). Pero eso sucede por dentro, cuando uno va a alojarse y no tiene más remedio que padecer sus instalaciones y personal. El hotel visto por fuera y de lejos es otra cosa, ya no psicológicamente, con las exigencias o impaciencias de un pasajero, sino en su estructura física. Por dentro está todo agujereado de habitaciones, es un panal. Por fuera es un volumen escultórico, un objeto en el espacio. Como en los cuadros de Monzú, el hotel así vuelto un puro exterior no tiene puertas ni ventanas. Autosuficiente y dorado, su imagen planea sobre las ciudades, ajeno a ellas aun siendo la clave que las abre. Una imagen con múltiples caras, que iluminan soles distintos. Lanzado como un dado, es la apuesta que plantean todos los hoteles sobre lo que nos espera en ellos. En su leyenda participan el espía, el fugitivo, el amante, el desconocido que somos. También el soñador, que es autosuficiente por definición, y encuentra en el planeta hotel la razón oculta de sus noches estrelladas.