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¡Explicadme lo que cantan las sirenas!

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Por Claribel Terré Morell

Obra: Ulysse et les sirènes (1867
de Victor Mottez-Joconde

Dicen que el emperador Tiberio, “el más tristes de los hombres”, como lo llamó Homero, convocó a un cónclave de poetas, historiadores, magos y rapsodas y cuando los tuvo cerca pidió: “¡Explicadme lo que cantan las sirenas!”

Nadie cuenta qué pasó con todos los sabios que no pudieron contestar. Sí sabemos que Tiberio, que entre sus cosas tuvo el haber suspendido las peleas de gladiadores, no por bueno sino para ahorrarle dinero a Roma, fue asesinado  en su cama por el jefe de la guardia pretoriana de su pariente Calígula, algo que seguro no lo tomó por sorpresa pues al nombrar a este último, su sucesor, sentenció: “Estoy criando a una víbora entre los pechos de Roma”.

Tengo un amigo desde hace muchos años. Los dos nacimos en una isla y aprendimos a nadar a mar abierto. Flotando, sobre las aguas transparente, muchas veces nos reíamos de Tiberio. Cada vez que me llama me pregunta ¿Qué haces? ¿Escuchando cantos de sirenas?   

Hace unos días le dije: Hay una obra de teatro, del escritor Derek Walcott, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1992, en la que las sirenas le proponen hacer un trío a Ulises. Este les pregunta que si es con pescados y que si no les parece que hay un problema mecánico a lo que las sirenas le responden: “Siempre hay mil maneras”.

Mi amigo que ya había leído a Walcott (considerado el mejor poeta del Caribe)  comenzó a reírse y se fue del WhatsApp. Al rato me mandó esta imagen de los tres monos sabios.

La foto era una señal de que no podía seguir hablando.

Más tarde me avisó que estaba libre, que lo llamara. Le respondí con un mensaje de texto: Ahora no tengo tiempo para sirenas, ni sirenos, ni sirenes…y le puse el emoji que siempre uso una carita con lágrimas de risa.

Ayer se murió. Hoy cuando me desperté comencé a escribirle algo muy cursi que decía que el siempre iba a ser mi amigo preferido, que nunca lo iba a olvidar, que me perdonara que siempre uno debe tener tiempo para los amigos. Luego borré todo.

Y le avisé: ¡Ya sé cómo cantan las sirenas!  Y le copié el último párrafo del cuento Aviso, del mexicano, Salvador Elizondo… ese que coleccionaba tumbas vacías que regalaba después a  las viudas de sus amigos, tenía un zoológico tropical en su casa y fanfarroneaba de haber quemado su inmensa biblioteca”.

Sabedlo, navegantes: el canto de las sirenas es estúpido y monótono, su conversación aburrida e incesante; sus cuerpos están cubiertos de escamas, erizados de algas y sargazo. Su carne huele a pescado.

Estoy esperando su respuesta, mientras transcribo el cuento completo.

AVISO

La isla prodigiosa surgió en el horizonte como una crátera colmada de lirios y de rosas. Hacia el mediodía comencé a escuchar las notas inquietantes de aquel canto mágico

Había desoído los prudentes consejos de la diosa y deseaba con toda mi alma descender allí. No sellé con panal los laberintos de mis orejas ni dejé que mis esforzados compañeros me amarraran al mástil.

Hice virar hacia la isla y pronto pude distinguir sus voces con toda claridad. No decían nada; solamente cantaban. Sus cuerpos relucientes se nos mostraban como una presa magnífica

Entonces decidí saltar sobre la borda y nadar hasta la playa.

Y yo, oh dioses, que he bajado a las cavernas del Hades y que he cruzado el campo de asfodelos dos veces, me vi deparado a este destino de un viaje lleno de peligros.

Cuando desperté en brazos de aquellos seres que el deseo había hecho aparecer tantas veces de este lado de mis párpados durante las largas vigías del asedio, era presa del más agudo espanto. Lancé un grito afilado como una jabalina.

Oh dioses, yo que iba dispuesto a naufragar en un jardín de delicias, cambié libertad y patria por el prestigio de la isla infame y legendaria.

Sabedlo, navegantes: el canto de las sirenas es estúpido y monótono, su conversación aburrida e incesante; sus cuerpos están cubiertos de escamas, erizados de algas y sargazo. Su carne huele a pescado.

FIN

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