En estos días de confinamiento global, la creación, como un todo nos salva y nos eleva. ¿Qué hacen las personas que de alguna manera conocemos? Aquellas que admiramos y que desde sus profesiones, en sus casas o fuera de ella, continúan trabajando. Empezamos por casa.
Antonio Birabent, músico, actor, periodista. (Argentina)
Estoy acostumbrado al encierro. Muchas de las cosas que pienso y genero suceden en encierros, ahora la palabra adecuada es cuarentena.
Me gusta estar en el hogar: «ahora ya no salgo más, la diversión está en mi cuarto» escribí en una canción en la década del noventa. Esa canción hablaba de una linterna que iluminaba el techo, las paredes y descubría otra casa, más misteriosa, menos evidente. ¿Qué estaremos descubriendo cada uno de nosotros en nuestras casas estas semanas? ¿Qué parte de nuestro ser se habrá iluminado más? ¿De qué nos habremos inmunizado?
He pasado de la euforia orgullosa y satisfecha a la inacción y la inercia improductiva, de grabar cuatro canciones en una tarde a pasarme días mirando el reloj. El tiempo justamente, su transcurrir, es el misterio de estos momentos. Nos descoloca. Acelera y se pone en pausa al ritmo que le da la gana. No entiendo vivir en la ciudad sin mirar caras anónimas, sin cruzarme con desconocidos a los que sé que jamás volveré a ver. Ese rito me alimenta.
Para largos períodos de encierro, la naturaleza, poder mirarla al menos, es mejor compañera, matiza mejor la verdad. La ciudad y su barbarie hacen explotar sus burbujas mentirosas y nos hipnotizan bien cuando hay contacto, cuando sentimos que somos todos productos (y productores) de ella, de su encanto y de su impostura.
Ahora, en cuarentena, somos enfermos virtuales, espejos a veces deformes como los del genial Valle Inclán, que nos muestran partes nuestras que no conocíamos. Algún día será un buen cuento para contar. Una historia, deformada claro, de lo que sucedió. Mientras tanto: Mente y Corazón, es mi única ambición. No es poco.
Podcast: La vorágine calma La vorágine calma. Ambas palabras nos mecen y nos acunan como un mantra lento que resuena sin pausa. Siempre están ahí, de fondo, la vorágine la calma, la electricidad y la lentitud del humano de antes, de siempre. ¿Cómo corren los relojes estos días?, ¿Para dónde van?, parece que retroceden, que se saltan minutos y horas, quieren confundirnos o ¿será que esto es lo más claro que hasta ahora tuvimos?. En mi mente y en mi corazón fluyen la vorágine y la calma. Son íntimas amigas solidarias, se complementan, heroína o villana según la ocasión, resonando y meciéndose al compás de una música azarosa. Las quiero a las dos, somos la poligamia de la intención y la virtud.
Una canción: Mente y Corazón «Mente y Corazón» es una canción escrita en estos días de soledades, encierros y aplausos. La letra propone ejercitar el músculo más bello, el corazón. Es un momento extraño. Desolador y poético, incierto y esperanzado. Estamos muy solos y al mismo tiempo más unidos que nunca en esta comunión y esta solidaridad espiritual con tantas personas desconocidas. Vivimos en una pausa que nos invita a ser mucho más humanos. En este clima surge esta canción, como necesidad y como un mantra. El video lo dirigió Anahí Sinatra con la ayuda de muchísimas personas que mandaron imágenes tomadas desde sus balcones, ventanas y terrazas.
Un cuento Somos todo. Una mezcla de cosas diversas y en contradicción. La Cuarentena lo potencia. Yo estoy pensando más y mejor, seteando mi intención, componiendo otras cosas, pasando a limpio cuentos, sintiéndome en comunión con vecinos y desconocidos, teniéndome más paciencia, planeando el disfrute que viene, siendo aún más consciente del Tiempo que vuela, cocinándome con lo que tengo y… también hago esto obsesivamente todos los días.
Un Coche Llorado Flores violetas tapan un auto estacionado. Es una manta de minúsculas partes muertas de algo que estuvo vivo y que ahora ocultan parcialmente el techo de un automóvil que lleva días inmóvil estacionado paralelamente al cordón y al pie del jacarandá que fue dejando caer de a poco su fruto, en una lluvia corta y suave de fragmentos violetas y lilas que sobre el techo gris resaltan como restos pegajosos de una euforia natural que ya pasó. El coche llovido y llorado permanecerá ahí un tiempo más. Después será movido y lavado tal vez y la primavera se irá.