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Telón abajo / virtualidad arriba

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Por Diane Chevalier

En marzo, obligados por los albores de la crisis sanitaria, los telones de los teatros de Argentina se bajaron para lo que se juzgaba una suspensión temporal. Dos semanas, un mes como máximo; se estimaba que no podía extenderse más que eso —es lo que había durado el único suceso que constituía una posible referencia. Pero más de medio año desde el inicio de la cuarentena, las salas siguen vacías y el paréntesis mutó a signo de pregunta.

“La cámara tiene 102 años; en todos estos años la única experiencia que tenemos parecida es la del 2009, con la gripe A, pero la verdad no tuvo nada que ver con esto”, explica Roberto Bisogno, presidente de la AADET (Asociación Argentina de Empresarios Teatrales).

Además de la pandemia de gripe porcina, otros sucesos críticos para el teatro incluyen la crisis del 2001, tras la cual los teatros tardaron hasta 5 años en recuperarse, y la crisis económica que comenzó en 2016 —o, como lo titulan algunos referentes del sector, las malas políticas económicas y la falta de apoyo estatal. Pero todos coinciden en que el impacto de la situación actual no es comparable con ninguno de ellos.

“El teatro en particular, y la cultura en general, siempre fue un ámbito de resistencia ante las crisis, y fue ahí cuando más se potenció, cuando más presencia o ayuda de la sociedad tuvo, y lo demostró con Teatro Abierto o abriendo espacios en los lugares más insólitos. Así se constituyó este ámbito teatral porteño en donde la habitación del fondo o la pieza de arriba terminaron siendo un teatro”, manifiesta Walter Duche, Director de Duche & Zárate, agencia de prensa y comunicación. Con más de 40 años en el medio cultural, enfatiza que la diferencia con otras crisis radica en que, a pesar de que estas implicaron una baja en los espectadores y consecuentemente en los ingresos, en esos casos el teatro nunca dejó de funcionar.

“Lo que se puede”

Sacudidos por un suceso sin precedentes, y creyendo que no iba a extenderse demasiado, los teatros tuvieron un breve momento de parálisis. “El sector reaccionó un poco tarde quizás, luego de ver que se acercaba la temporada de preparar las vacaciones de invierno y que esto continuaba”, apunta Duche.

Con uno de sus pilares primordiales —la presencialidad— negado, los teatros se vieron forzados a recurrir a nuevos formatos y estrategias, con la virtualidad como protagonista.

Muchos artistas, en especial al principio, compartieron sus contenidos en sus redes sociales de manera gratuita, “por una cuestión de generosidad, de lo que es habitual en el mundo de los artistas”, como destaca Sebastián Blutrach, asesor de programación artística del Teatro Cervantes y productor de amplia experiencia.

Be Cult Teatro live Covid

Teatro Covid Live   •  Foto: Diane Chevalier

“Cuando vieron que esto se prolongaba en el tiempo, empezaron a darse cuenta de que estaban compartiendo su herramienta de trabajo sin poder monetizarla”, agrega, y explica que a partir de ese momento se empezó a pensar, por etapas y según los permisos existentes, qué herramientas había disponibles.

Mayormente a partir de abril, algunos teatros empezaron a subir obras a Youtube o a sus plataformas, para no perder contacto con la audiencia. En este marco cobró relevancia el streaming, formato ya existente pero otrora poco usado en el mundo teatral.

Sin embargo, la mayoría de las obras que publicaron se habían grabado pre-pandemia y no habían sido necesariamente pensadas para el propósito que ahora se volvía necesario. “Me tocó ver obras de teatro con las cámaras totalmente estáticas, desde lejos, que son una patada al buen gusto teatral. Otras tuvieron mejores propuestas desde la dirección de cámaras. Pero claro, nadie esperaba que iban a tener tan alta difusión en algún momento; generalmente solo se grababan a veces como registro”, advierte Duche.

Una plataforma que ya se encontraba preparada es Teatrix, ‘el Netflix del teatro’, un catálogo online con más de 150 títulos en alta definición que funciona a través de una suscripción mensual. Si bien el proyecto nació en 2015, su popularidad explotó durante los últimos 6 meses, resultando en un crecimiento de un 300%.

Aprendiendo sobre la marcha, los teatros notaron qué formatos funcionaban más y comenzaron a engendrar proyectos más adaptados a un consumo para una pantalla. Algunos guionistas y productores apostaron por propuestas innovadoras y más interactivas, como Amor de Cuarentena [ver recuadro inferior], que aprovechan las posibilidades de medios digitales como Zoom o Whatsapp.

“No es una reinvención, es lo que se puede en este momento”, aclara Blutrach, que también dirige el Teatro Picadero. Dentro del sector hay quienes creen que, despojadas de presencialidad, las recientes producciones digitales no son teatro, pero él disiente: “Tampoco podemos decir que lo que llega a través de las pantallas no es teatro. Es teatro exhibido de otra manera, que produce un efecto distinto. Con la música pasa lo mismo; no es lo mismo la emoción en un estadio rodeado de 5 mil personas con un sonido que se mete por el corazón que viéndolo en casa, aunque tengas una pantalla y sonido sorround”.

Roberto Bisogno

•  Roberto Bisogno

Walter Duche   •

Walter Duche

El vínculo con el espectador

Con el viraje hacia lo digital, el vínculo con el público cambió de forma circunstancial, principalmente porque no funcionan los mismos espectáculos que en el vivo. “A lo mejor, un artista haciendo un monólogo de humor es más cercano a lo que uno está acostumbrado a ver en TV, y eso resulta más propicio, o un músico cantando; estamos más acostumbrados a eso en la pantalla. Por eso algunos hicieron cambios en su esquema de representación para adaptarse”, comenta Duche.

Blutrach opina que durante la cuarentena se accedió a un nuevo público, más asociado al mundo televisivo, que se interesa especialmente por propuestas con artistas más populares que generan un diálogo directo con sus seguidores, sobre todo a través de las redes sociales. Esta tendencia se manifestó en los récords de venta que experimentaron algunos artistas que previo a la crisis sanitaria no habían tenido tanto éxito en la escena teatral.

Por otro lado, Blutrach señala que una porción de la audiencia del teatro tradicional no se subió a la ola del streaming, porque se trata de un público más exigente que suele tener prejuicios sobre lo digital. “La gente para ir al teatro se viste, sale de su casa, va a cenar, paga un estacionamiento… es toda una declaración de principios ir al teatro. Y en casa no: aparece un público más perezoso, también más económico”, advierte.

La adaptación no compensa las pérdidas

Gracias a permisos recientes, algunas obras empezaron a grabarse en los teatros o en estudios de grabación, aunque con limitaciones, dado que los artistas tienen que mantener distancia social, “que es antinatural para hacer teatro”, como afirma Blutrach.

Sin embargo, esta nueva posibilidad comporta sus desventajas. Bisogno, quien además de presidir la AADET dirige el Teatro Apolo, sostiene: “Abrir un teatro lleva un costo muy alto que no creo que el streaming justifique; también perdés ciertas compensaciones que el gobierno está dando, como el ATP”. De hecho, asevera que ni siquiera el streaming “resulta una herramienta que compense el desastre económico” que atraviesa el sector, cuya facturación se encuentra a niveles muy por debajo de la media en comparación con otras actividades.

Como si el escenario actual no fuese suficientemente desalentador, también se anticipa un trabajo a pérdida una vez que las reaperturas se concreten.

Frente a esta perspectiva aparece la relevancia de la función del Estado. Blutrach destaca la responsabilidad del Ministerio de Cultura y sus organismos descentralizados, entre los cuales se encuentra el Cervantes, de llevar a cabo “un trabajo coordinado para poder llegar a toda la comunidad, desde la asistencia, si fuese necesario a través de subsidios, para ser los primeros músculos de contratación en cuanto se pueda trabajar, porque el privado va a estar muy golpeado y no va a poder generar trabajo”. Aclara que para eso hace falta presupuesto, lo cual depende de una decisión política que mantenga la importancia del apoyo a la cultura como premisa.

La ayuda estatal representa una voluntad difícil de materializar en el caso del teatro independiente, por ser el modelo más precarizado, aunque paradójicamente el que más la necesitaría porque es el más golpeado, según Blutrach. En este contexto, se teme el cierre de varias salas, cuya supervivencia ya se encuentra en duda, en parte, ante la incapacidad de dictar clases, lo cual representa un importante sostén económico para muchos espacios.

El escenario pospandemia

Para evitar más decepciones, desde el sector pocos se aventuran a proyectar una fecha definitiva de regreso, aunque estiman que se podría tener que esperar hasta el segundo semestre del año que viene. Hasta que no llegue la tan esperada vacuna, las expectativas se mantienen bajas.

Y a diferencia de otras actividades, el teatro necesitaría un tiempo de preparación antes de la reapertura, de aproximadamente un mes y medio o dos meses según Bisogno. “Si a nosotros nos dicen que podemos abrir el lunes que viene, no tenemos nada para abrir porque tenemos que o bien reponer una obra o ensayar una nueva”, detalla.

Be Cult - Marcos Mutuverría

• Marcos Mutuverría

Sebastián  Blutrach •

Si bien se descarta que en el corto plazo el número de espectadores vuelva a ser el de años anteriores, Blutrach cree que “va a haber un público que va a seguir consumiendo apenas abran los teatros; lo que sí, va a haber menos entradas generales”, porque aunque la mayoría de la sociedad se empobreció a raíz de la crisis, “los que tienen no se han empobrecido, si no que se acrecentó la brecha entre los que más tienen y los que menos”.

Dado que el escenario más probable es un regreso de las salas con aforo limitado, algunos proyectan una transición en la cual el streaming y las nuevas propuestas complementen al vivo. Y una vez superada la pandemia, creen que estos formatos que supieron ser paliativos temporales podrán convivir con los tradicionales, por su potencial para ofrecer nuevas formas de expresión y para llegar a públicos remotos.

En medio del gran signo de pregunta que representa el panorama actual, una certeza se mantiene: el teatro tradicional seguirá vivo. “Muchos preguntan, ¿no tenés miedo de que el streaming se quede con todo el público del teatro? La verdad que no, porque cualquiera que ha ido al teatro sabe que ver un espectáculo en streaming no es lo mismo. Siempre va a querer volver al vivo, va a querer comprometer todos sus sentidos en una manifestación artística. El teatro moviliza todo tu ser» subraya Bisogno, y concluye: “La ceremonia del teatro no se va a poder reemplazar”.

CASO DE ESTUDIO:

Un antiguo amor se comunica en tiempos de encierro. Escuchamos su voz, la reconocemos. De alguna manera extraña, nos brinda compañía. Cada oyente selecciona la voz de quien guiará su trayecto. Durante dos semanas, esa voz le irá enviando mensajes de whatsapp en los que reconstruye un vínculo amoroso imaginario. También algunas fotos y canciones. Una experiencia de intimidad donde quien recibe los mensajes puede rearmar las huellas de una relación lejana y, al mismo tiempo, reconocible.
Esperar cada día un mensaje. Como quien abre una galleta de la fortuna, como quien consulta el horóscopo en el diario, así, cada día un mensaje venido desde lejos nos espera, nos distrae, nos renueva la ilusión.

Con esas líneas se describe Amor de cuarentena, una propuesta teatral —o como la define su director Guillermo Cacace, una experiencia sonoro visual— que nació en el contexto de la pandemia, influenciada por las particularidades de la situación actual. Sobre una idea uruguaya, el proyecto escrito por Santiago Loza recrea una ficción a través de mensajes que se reciben por Whatsapp durante catorce días. La voz de ese amante imaginario puede ser la de Cecilia Roth, Dolores Fonzi, Leonardo Sbaraglia, Camila Sosa Villada o Jorge Marrale; el espectador la elige

“Creo que una de las claves por las que funcionó la propuesta tuvo que ver con que los mensajes que te llegan de un o una ex generaron una intimidad importante. Se podría comprar el cuento del o de la ex e imaginar esa posible historia de amor, o incluso vincularla con una real ya vivida. En la incertidumbre de la pandemia eso funcionó como elemento de compañía vincular o de lazo social”, resalta Marcos Mutuverría, responsable de prensa de la experiencia teatral.

Valiéndose de herramientas virtuales para generar un vínculo con la audiencia en un contexto de distancia combinado con búsqueda de contacto, la propuesta desdibuja los límites entre lo ficticio y lo real, y consecuentemente la frontera entre espectador y protagonista. El consultor en comunicación explica el efecto que esta ilusión creó: “Si bien en este caso no era interactivo, es decir, no había que contestar los mensajes de texto, en muchos casos el sistema de envíos recibía respuestas de personas que contestaban audios, textos y mandaban fotos”.

Amor de cuarentena refleja la relevancia que cobró la virtualidad durante el confinamiento. Mutuverría cree que la pandemia “forzó modos híbridos de producción teatral que ya estaban presentes pero quizás en muchos casos eran desestimados”. Sobre la permanencia de este tipo de producciones, opina: “Lo situado no será reemplazado, pero lo digital tomará más fuerza. El problema o desafío será entender que poner online una obra filmada a una cámara para archivo personal no sobrevivirá al regreso a las salas, pero sí formatos novedosos mejor producidos”.

Amor de Cuarentena se estrenó el 10 de junio en Argentina y estuvo en cartelera hasta el 10 de octubre por Alternativa Teatral. Actualmente se encuentra disponible en España a través de la plataforma Scenikus y en Chile a través de Escenix o Red Tickets.

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