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Beboteo y Campaña electoral

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Por Esteban de Gori

Obra: Giuseppe Veneziano

El beboteo  aumentó estos meses. La política se apropió de este y lo potenció. Le asfaltó rápidamente su avenida. Linda pose, besito, sexy movement, musculito, pancita, mucho gym para el verano. Ternurita con animal. Gestos de cariño, Pose en la tarima. Fueguito, berenjenita, duraznito, aplausito, dedito en V y más emojis circulan con velocidad de la luz en las redes. 

Mi instagram arde, me dice mi prima. ¡Como me gusta el chongueo peronista!

En tiempos de alta inflación y convulsión electoral el deseo de explotar el presente está disparado. El mostrarse está súper arriba. Definitivamente en alza. Una sensación de fin de época y de débiles expectativas de futuro siempre impulsa (dramáticamente) el afirmarse en el presente. Quiero gozar ahora baby, después es tarde, frase que rescato de mi focus groups casero. No suspendas para mañana el deseo que te impulsa hoy. 

A modo de una rápida sociología del beboteo podemos decir que esa selfie dirigida a quien o quienes me gustan o podrían gustarme o interesarse en mí se presenta como invitación vincular (fugaz, regular, chongueo, etc) y como un llamado a ser mirada o mirado. Con esa mirada narro parte de mi individualidad y esta se posiciona de una manera singular. Me dicto a mí mismo porque soy el propio dictador de mis deseos. Soy en mi presentación y ella me sirve para circular en las redes. Creo mi individualidad, la “filtreo”, la moldeo. Armo el ángulo de mis mejores formas para las fotos. Me permito tener otra vida al crearla y contarla. Las redes son otras vidas pegadas a las que tenemos.  Pegadas y constitutivas de mi paso por el tiempo y sus flujos. Pegadas y en red. 

Mi deseo es mi deseo. Solo eso. Reclamo para mí el mundo. No importan mediaciones o instituciones si interfieren en mis propósitos. Reivindico la propia tiranía de lo que quiero. En la velocidad de la red nadie me detiene.  Esto atraviesa, se instala en las redes. que no solo son espacios de comunicación sino territorios donde identidad  y deseo propio se asocian de manera radical. Cada post e interacción virtual son movimientos subjetivos que deben tenerse en cuenta como tal. 

El beboteo es una posición activa que moviliza recursos visuales, gestuales y culturales para reorientar el radar visual y pasional de los otros y otras. Para tocar el timbre de sus retinas y deseos. Darme like o un emoji abre muchas posibilidades. Inclusive el silencio, la fatiga o el lanzamiento a una acción.

Es una apuesta presente y futura. Es un plazo fijo del deseo con posibilidades de créditos instantáneos o a largo plazo. Cuando no hay dinero el deseo es un bien potente para hacer circular en el territorio de las emociones.

La jungla virtual es terrible y doméstica. Provoca “edificios” donde estacionar la subjetividad y alojamientos identitarios. En momentos de múltiples visualidades existe una lucha por ser mirado o mirada. No hay respiro humano. Estamos en campaña electoral permanente con nuestra individualidad. Dame visto, mami. Dame ojo, wacho. Esto quieren todas y todos y más quienes están en la arena política.

Los candidatos y candidatas bebotean, a su estilo, pero lo hacen. Perrito en mano, gestos de cariño repartidos por doquier, una declaración de amor, una posición corporal son parte de los beboteos light o sofisticados que se permite la política.  

La notificación enloqueció, me apunta un amigo. Me cae de todo. Inclusive beboteo en Linkedin. Tengo un chongo trader.

El laboratorio de las subjetividades actuales que instalé en mi casa da muchos resultados express. Un escaneo cotidiano de percepciones ahora alteradas por sucesos electorales que provocan angustias y expectativas. 

La campaña electoral abre un mundo de circulación de imágenes, posicionamientos e interpelaciones que todo el mundo se siente llamado a expresarse y también a mostrarse. El individuo está disparado, me dijo un antropóloga. De repente saltó a la redes a buscar su propia aventura. Y una campaña electoral al mismo tiempo que potencia a candidatos y candidatas promueve las imágenes de las demás personas.  Fiebre de visualidades y miradas. Estas abren un link,  una oportunidad. Una oportunidad, en un caso, de vínculo (amoroso, erótico, etc.) y en otro, de oportunidad de futuro (en caso que su candidato o candidata ganen).

Nuestro país está conmocionado y movilizado por momentos de grandes incertidumbres. Los candidatos y candidatas también salieron a bebotear. A su modo, para acercarse al “infierno” de las vidas que soportan vaivenes económicos y cotidianos. 

Hace unos días jugando en el fango sociológico armamos algunas definiciones del chongueo por partido. Es época de estirar la imaginación.

El peronismo propone un beboteo que solo, a veces, se pone entre paréntesis. Tiene una cultura de gestos, audacias y de visualidades que buscan orientar pulsos eróticos en contextos de individualismos tiránicos.  Es un circo de búsqueda de deseos colectivos y amor (estatal) a cielo abierto. ¡Beboteame la justicia social papi!.

Cambiemos o Juntos por el Cambio, por el contrario, es la negación del beboteo, tanto orden gris e impostado deserotiza. Ni siquiera es un orden hiperfálico que genera grandes adhesiones. Tan antipopulista correcto que seca el alma. Su beboteo con el orden deserotiza. (Des) ¡beboteame el orden mami!.

La Libertad Avanza tiene un beboteo francotirador, quiere construir deseo a partir del corte, de la imposición. Con motosierra se lanza al mercado libidinal. Te da con fuerza, te promete cortar, te linkea con ese individualismo autoritario que atraviesa nuestro mundo subjetivo y social. ¡Beboteame el apocalipsis baby!

Nada como una campaña electoral para observar cuáles son los modos y los tonos de ese mostrarse que llama al deseo, que llama al voto y que sobre todo, coquetea con la crisis del futuro o con la disolución del mismo.