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Siempre pensé mis intervenciones como regalos

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San Spiga 

Visual Worker/Artista Urbano
@san.spiga

Por Esteban De Gori

San Spiga es un Visual Worker. Un trabajador visual. Una definición certera. Al hueso. Así firma y se presenta en su correo electrónico. Es muy alto. Nos reunimos en un bar de Boedo (Ciudad de Buenos Aires, Argentina) y contó a Revista BeCult sus inicios, sus perspectivas estéticas e intervenciones en las calles del mundo. Estuvo en todos lados y profesionalmente circula por mundos públicos y privados. Lo vi emocionar a mucha gente. Eso está en su ATR (A todo ritmo) emocional. En los muros que pinta, en los bricolaje y fotografía. Posee una retina cultural ampliada para comprender por “donde va la cosa” y por donde hay que insistir y crear.

Arranquemos: ¿Quién es San Spiga?

Es una especie de personaje que creé para poder explorar mis virtudes artísticas con más libertad. Me llamo Santiago Spigarol, ese es mi nombre y por alguna razón me decían Spiga de pibe y a mi viejo también. Después hay una  idea de que la gente piensa que es por una especie de santo, de San Spiga, que es un poco bizarra, ¿no? Se vincula de un modo con cierto humor o cuestión religiosa que me gusta laburar.

– En términos estéticos y artísticos: ¿Qué es un muro para vos? ¿Es una posibilidad, en tanto permite dejar un mensaje, o es algo más profundo como un “reordenamiento” visual de la ciudad?

Todo eso sin duda. A ver… a los 13 años salís con una lata de aerosol a escribir ‘Fulanita, te amo’. Era un primer muro no virtual, un modo de expresión. Después empezás a pensar qué mensajes querés lanzar. En las ciudades, con la intervención artística, tenés un poder peligroso y hermoso de transformar el contexto y es algo que te va cambiando el día a día.

Vos haces y ves un mural y después te vas, qué se yo, a un viaje, a un festival re canchero pero eso queda y es un mensaje. Eso provoca una transformación. Es como que alguien venga a pintar tu casa del color que quiere él ¿no? 

Viendo tus intervenciones y presentaciones observo que planteás una reflexión sobre el arte urbano y una conexión que hacés todo el tiempo con el fútbol y también la política. Es muy fuerte eso de muro-ciudad-fútbol.

Lo del arte urbano es interesante. Yo me inventé “una” para pensar y amasar estos conceptos, Street ATR ¿no? Que es como street art pero el ATR es como “a todo ritmo”, es como apropiarse un poco de la palabra arte o art. El ATR me gustaba sobre todo porque afuera no lo entendían, ya la gente inmediatamente te corrige ‘no, lo escribiste mal’, y porque suponía un diálogo con la idea de velocidad. Sí, definitivamente es la velocidad, o sea, salís corriendo porque te puede llevar la policía por pintar un muro. Es ilegal el arte urbano, está todo bien pero no sé, qué sé yo, en Marruecos no quise ni preguntar qué pasaba si me agarraban ahí pegando un “Maradona”. Tiene ese componente que sigue siendo ilegal, que es un poco atractivo y que tiene velocidad. Me preguntaste por el fútbol, no soy tan futbolero, pero como el 80 por ciento de las conversaciones que tengo en la calle o para convencer a alguien que me dé el muro o sobre todo en barrios populares de todo el mundo es sobre fútbol. Es impresionante, o sea no me quiero meter en tema Maradona, pero fútbol Maradona es básico y abre puertas. He hablado con no sé quién, con yonkis, académicos, canas. Sale el tema y es un nexo y eso ablanda cualquier cuestión.

A mí me gusta mucho lo que hacés, porque me imagino que también todo el arte urbano lo tiene, el despojo de la obra, no aparece una idea de propiedad, el muro no te lo llevas a tu casa, sino que hay un despojo. 

Sigue siendo ilegal, a veces uno se olvida porque está de moda, pero sigue siéndolo, te agarran y vas en cana. Yo siempre pensé mis intervenciones como regalos, me encanta ver las reacciones, obviamente por ahí ahora la de Maradona, lo que más se conoce, pero solo trabajar con fotos de personas desconocidas, de barrio. Voy, les tomó la fotografía, después la trabajo y quizá al otro día o a las horas puedo volver con técnicas de pegar papeles y bricolage. Me ha pasado con la foto de un nieto. Una vez entré en una mercería en Lisboa y vi una abuela que tenía la foto del nieto, entonces le pregunto, y me dice ‘ah, es mi nieto’ y habló 3 horas de él, le tomé una foto a la foto que tenía sin decirle nada, la trabajé digitalmente y caí al otro día con el nieto en un tamaño exageradamente grande. La reacción, cuando la vio, fue genial. A esa señora me la llevo para toda mi vida, o sea, la alegría, la dejé en la fachada del local y ahí te sentís un poco el mago. Ves gente común llevada a escalas emocionales extraordinarias. Hay una especie de superpoder lindo de regalarle eso. 

Cuando veía tu obra, veía además el privilegio también visual de la ciudad, que es lo que uno tiene derecho a transitar o experimentar, porque tal vez con una obra tuya, digo qué bueno, que eso aparezca como parte de un no sé, como un abanico de derechos, hay un arte que uno podría darse el lujo de percibir, sentir, no sé, es algo que me vincula a la ciudad. Cuando se discute el derecho a la ciudad también lo visual es parte de eso ¿no? No sé si es muy loco lo que digo.

No, no. Está buenísimo. Está buenísimo, tengo un poco de deformación de diseño de encontrar slogans, palabras claves y qué sé yo. Elaboré un humilde concepto que es el de justicia visual. Hay un juego claramente con la justicia social, pero que es que tenemos que aplicar justicia visual en la ciudad, o sea, sobre todo en las ciudades grandes,  vivimos con gráficas chotas, salís a la calle y las publicidades no son lindas. De hecho yo he laburado y sé que no hay tiempo para elaborar una ilustración. Está lleno de políticos, alfajores y ¿viste?, son una mierda, son gigantes. Aparte de gigantes algunas  tienen neón. Siempre pienso en la persona en un quinto piso recibiendo esa luz de Coca Cola. Tremendo, ¿no? Creo que hay que aplicar esa justicia visual, como bueno, voy a hacer mi arte o incluso rompiendo, me gusta practicar el arranquismo, que es una práctica anti publicitaria que nació en los 40, en París. Apenas aparecieron los carteles alguno fue y los arrancó. Y en ese arranquismo se crea, se destruye e interviene. Es un poco adolescente, pero nadie te preguntó, nadie te vino a preguntar si vos querías ver una hamburguesa a diez metros cada vez que salís de tu casa. Tremendo poder de pum,  pagaron y la tenés.

Cuando uno ve tu Instagram @san.spiga, la figura Maradona está muy ligada a lo que genera. La foto de esas abuelas ante su imagen es impactante.

Para resumir la experiencia Maradona en Nápoles. Cuando era chiquito, lo dibujé. Miraba el Mundial, hice los primeros dibujos, mis expresiones de niño estuvieron vinculadas a Diego. Digamos, ahí ya hay algo que me formó y lo digo muy vinculado a la felicidad compartida. Nunca volví a ver a mi familia tan feliz como en el Mundial 86. Eso me impulsó a ir a Nápoles para el 30 aniversario del Mundial. Era una excusa medio zonza para sacarme las ganas de ir a Nápoles y un poco ser parte de esa historia que había visto en VHS y con esa estética medio vintage de la época, Cuando llegué a Nápoles  era una ciudad más, no sé, un puerto, lleno de barcos y bingos, ¿viste?. Como un poco no me imaginaba que no sé, tenía una idea totalmente distorsionada. Re loco porque vos podés googlear pero igual pensaba que iba a haber un gran santuario de Diego. No era así pero lo que sí descubrí es que Nápoles es como un cementerio, santuario, iglesias, o sea  está lleno de estampitas, de mensajes. Cada vez que muere alguien lo recuerdan como con unos posters con todos los nombres. Toda esa estética de la muerte presente. Estamos todos acá ¿viste, no? No se fue ninguno. Están con sus nombres. Eso sí me impactó y al meter a Diego en ese ecosistema traté de buscar un Diego menos futbolista y más humano, como apoyado mirando la tele, tomando un café. Se volvían  locos, hay una de Diego tomando un cafecito, o sea,  ese es como el icono de lo napolitano, ahí te das cuenta y ese orgullo desenfrenado por el barrio y la pertenencia que quizá uno acá no lo tiene tanto. Que se yo, yo no tengo tatuado Boedo, ¿viste? Tenerlo a Diego ahí casi como vivo me encantó y bueno, estaba vivo. Dios estaba vivo entre los muertos por así decir. Fue muy fuerte la reacción de la gente, las abuelas también, mucha gente mayor conmovida.

Después murió y cómo fue esa conmoción visual. Una gran estética que impulsa el recuerdo.  

Cuando muere Maradona empiezan a llegarme millones de imágenes de murales que se transforman en altares automáticamente. Es un primer impulso de mural. Me pasó con cuando vas a la villa el 90% de los murales son pibes que mató la policía. Están ahí, ¿no? Es la cara del pibe que mataron, del familiar que no está, y de alguna manera me pasó porque laburo mucho también en esos territorios. Me acuerdo una vez que me encuentro con un chico al que habían matado al amigo y me dijo: “es la primera vez que puedo hacer algo como para recordarlo”. En el proceso de ensuciarse las manos,  recortando y pegando la imagen había dicho que había como un medio ahí recordarlo. Y con Diego pasa lo mismo, que tiene ese cariño de familiar casi, viste que es totalmente ilógico pero está. Sobre todo en el interior del país pasa mucho, ¿no? Necesitamos algo para despedir a Diego. Ustedes fueron a la Plaza de Mayo, no sé todo un quilombo, nosotros no tuvimos nada. Solo había murales. 

Cómo se elige un muro? Siempre tengo ese interrogante, o sea, vos decís paso por algún lugar y me copa, ¿cómo se elige?

Cada mural por razones inexplicables de lo gráfico no podría estar en otra pared. Me gusta esa idea. Laburo mucho con imágenes, con fotografías. Son personas, en posiciones, con mirada, con proyecciones y tienen que estar en ese lugar y no en otro. Entonces cuando tengo no sé, a Maradona sentado o apoyado en una pared, trato de que haya un ángulo para que armónicamente y morfológicamente quede en ese lugar. Después hay mucho de capricho y me gusta esta pared, me gusta el contexto, me resulta pintoresco con una palabra, me gusta no sé… Nápoles era una invitación. A mí me gusta más casi ver la interacción que provoca mi obra. Lo que hacen esas abuelas con la foto de Maradona.  

Siempre prefiero la cosa chiquita más amena y con la responsabilidad de eso, de que le vas a cambiar la “casa” a la gente. Te voy a pintar tu casa de violeta, qué sé yo. Te voy a pegar un Diegote en la casa. Te tiene que gustar obviamente ahí. Siempre pidiendo permiso y sobre todo que sea alguien que  lo valore, si no, no tiene sentido.  

Leí en una de tus obras la frase: ‘la salida es colectiva’. Eso tiene que ver un poco esa tarea docente? 

Sí, el arte y la docencia van de la mano. De hecho acá me gusta más el destino como docente, mi lugar es el aula. La calle también, pero bueno entre aulas y calles está mi ecosistema. El de la salida es colectiva es una frase del acervo popular, la tomé. Fue justo casualmente antes de la pandemia que imprimí ese póster, tengo fotos en marzo con los posters en mi casa sin poder salir a pegarlos. Pero bueno, la salida colectiva como mensaje se replicó igual. El arte urbano lo pienso, también, como un gran dispositivo pedagógico,  

Arte urbano y pandemia, ¿cómo viviste eso pensando que lo tuyo es la calle?

Tuve la suerte, tuve esta conexión con Zamba (personaje de Paka Paka). En la  tele me pidieron una serie de tutoriales para que los pibes y las pibas hagan arte en sus casas. Era raro, mi cabeza se puso a pensar cómo hacer arte urbano en tu casa. Y de hecho la consigna era pensar que esto lo van a ver en la Argentina profunda ¿viste?, lo tiene que ver un pibe de Chaco que no tiene nada, una piba en la Patagonia y tiene que hacer lo que vos le digas, ¿viste?. ¿Qué pueden hacer?  De hecho, yo no estaba ni en mi taller ni nada, era qué sé yo, con un rollito de papel higiénico inventar cosas, ¿viste?. Tuve esa suerte entre comillas de poder tener la cabeza ocupada en algo y generar mensajes para que la gente en la casa, los pibes y las pibas puedan generar, no voy a decir, arte urbano porque bueno, pero eran actividades lúdicas con las manos. Eso fue un lindo ejercicio. Bueno, cosas de ese personaje, San Spiga como un gigante que los nenes le mandan fotos y una cosa medio rara, que nunca me hubiera imaginado que me iba a  dedicar a eso, pero tiene que ver con la docencia también, ¿no? Toda la devolución que me llegó fue impresionante. Te llegaban fotos de nenes de todos lados haciendo el stencil con esponjita y no sé, también me emocionaba, me parecía como que estaba siendo útil. Aportando para calmar la angustia total.