Dentro de todas las exigencias a las que estamos siendo sometidos como es el aislamiento forzoso, los cuidados preventivos, los malabarismos financieros, la decodificación del caótico y triste y desalentador bombardeo de información, nuestra cabeza tiene un trabajo aún mayor.
Nos vemos compelidos a reubicarnos en dos certezas necesarias, aunque probablemente no verdaderas, pero que nos ayudan a darle un sentido a nuestras existencias. No en un sentido filosófico ni con pretensiones grandilocuentes. Dos certezas cotidianas y universales: tiempo y espacio. Hoy zozobrando.
Empecemos con la coordenada del espacio. “¿Dónde estoy?” es la más fácil de responder. Estoy aislado. No por decisión propia y en muy variadas situaciones. Algunos están confinados a estar solos, otros confinados a compartir con gente que no hubieran elegido, algunos otros contentos con los compañeros de ruta en esta aventura. Las implicancias y consecuencias de este aislamiento y de no ser dueños de la decisión de dónde queremos estar se verán más adelante.
Es precisamente en relación a este “más adelante” donde yo ubico la tarea más difícil que se nos presenta. Y tiene que ver con la otra coordenada, la del tiempo.
¿Por qué la planteo como la más difícil para nuestra cabeza?. Porque es un proceso más silente, que no se realiza a nivel consciente, que a veces se nos escapa y que de lo único que tenemos registro es de sus consecuencias, por ejemplo, la angustia.
Empecemos con el pasado. Con relación a nuestro pasado, el pasado que nos conforma, en su acepción de darnos forma. En esta etapa nos invadirá.
Le pediremos protección y ayuda a nuestros padres o abuelos que están en el cielo, pensaremos en amigos o parientes que murieron hace poco y diremos “menos mal, mirá de lo que se salvó” o “¿qué hubiera dicho…?”, leeremos historia rememorando o buscando la experiencia de otras pestes o pandemias, buscaremos antiguas profecías. Aquí van ejemplos, un amigo está leyendo El Decamerón de Boccaccio, escrito en 1348 cuando regresó a Florencia y fue testigo de la peste. Una amiga me recomienda buscar en Malaquías y me habla de una cita que parece describir lo que hoy está sucediéndonos.
También nos arrepentiremos de las cosas no hechas y rumiaremos cosas parecidas a ese texto tan bonito que se llama Instantes.
Tendremos tiempo para revisar y re-versionar y reeditar nuestros recuerdos más íntimos, nuestras propias biografías. Deseo que en esta tarea todos puedan hacer una hermosa película de su propia biografía aunque piensen que no se corresponde con la realidad. Pero que en este revisionismo histórico al que nos vemos compelidos aprovechemos para suavizar nuestros recuerdos más traumáticos y resaltar los más bonitos. No como mecanismo negatorio ni de auto engaño sino para salir más livianos para lo que vendrá.