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Lubicz Milosz, Augusto D’Halmar y Gabriela Mistral

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Tres poemas de Milosz en traducción de Augusto D’ Halmar

Por Damaris Calderón Campos

Termino de leer la biografía de Marina Tsvetáyeva, de Simonn Karlinsky. Anoto los nombres importantes de escritores del periodo, los que conozco, los que no. Trato de armarme una cartografía, un contexto, un mapa espiritual. Pienso en la lengua rusa, que no domino, en mis bibliotecas perdidas, en todos los autores que no tengo. Me desaliento. Cuando voy a otra cosa, buscando nada en el librero, «aparece» Poemas, de O.V. de Lubicz Milosz, en traducción del chileno Augusto D’ Halmar. Pienso en «el azar concurrente», en ese tramado que va tejiendo la vida y la lectura como otro texto.

D’ Halmar pospuso su propia obra para dar a conocer su traducción de Milosz en España , en 1922, limitada a 100 ejemplares. Se reeditó posteriormente en Chile por Las Pleyades, (200 ejemplares) en 1948 y por Editorial Nascimento en 1953.

La edición que leo es de El Manantial Oculto, de la Pontificia Universidad Católica, del Perú, 2010, 600 ejemplares numerados. Siempre números estrictos, reducidos, como granos esparcidos.

Los Poemas de Milosz, un libro unitario más allá de los textos por títulos, de los que acá se ofrece una selección de tres de ellos, es de una belleza y una contundencia rotunda. Uno lee en él a la Lituania de su infancia, pero sobre todo, lee el sueño, la danza del origen, del espíritu por sobre lo arrasado, la pérdida, los terrenos baldíos. Versos largos como versículos bíblicos, como calles empedradas al cielo que trazan un puente entre los suburbios y lo ascensional. Sabor anacrónico del tiempo original, las reiteradas imágenes otoñales, los ciclos (renacimiento-muerte- renacimiento). No en vano el libro comienza con una niña enferma, sin madre, de los suburbios («A una víctima») y termina en el penúltimo poema «Talita Cumi», las palabras que dijo Jesús al resucitar a la hija de Jairo. En tanto, arduo el tiempo de los hombres, de lo «Separado de Sí Mismo». Pero «cuando haya pasado al fin la noche sin flores y sin espejos y sin arpas de esta vida, un canto/ vengador, un canto de todas las infancias/ se romperá en nosotros como el cristal inmenso de la mañana/ al grito de los alados, en el valle de rocío» (de «Talita Cumi»). Canto órfico (sobre) humano que uno escucha en las Sinfonías de Milosz como en las Elegias de Rilke, donde todo es acogido.

Leyendo a Milosz, en sus raíces hebreas, que escribió también sobre «el país de la infancia» y la extranjera, me pregunté si lo habría leído esa extranjera cósmica que fue Gabriela Mistral. Busqué y encontré en el archivo digital de la biblioteca nacional de Chile lo siguiente:

Papel con manchas de òxido
Texto original mecanografiado, con correcciones a lápiz carbón, firmado. (Por Gabriela Mistral)
Publicado en El Mercurio, el 10 de julio de 1927.
Del Legado de Gabriela Mistral , donación de Doris Atkinson, 2007.

Cito algunos fragmentos de lo escrito por Mistral sobre Milosz y la traducción de Augusto D’ Halmar:

«Si fueran estos los tiempos de nuestro Rubén (Darío), escuchador de acentos sobrenaturales (…) ya tendríamos ¨un raro¨ legítimo».

Comenta Mistral que «el oficio de buzo cogedor de pulpos y anemonas de mar de la poesía finisecular, ha pasado a otros, uno de ellos, nuestro compañero ilustre Augusto D’ Halmar». Escribe Gabriela que a su paso por Madrid, él le dio a conocer la poesía de Milosz: (…) «Me preparaba a la lectura con un exordio de comentarista del Zohar: ‘ Esta vez será verdad, Gabriela: usted va a oír a un poeta que maneja materiales inéditos del misterio y cuya palabra de 40 años podría ser de setecientos. La promesa esta vez le será cumplida, cumplida con superación». (Augusto D’ Halmar).

Porque la poesía de Milosz, como la de Rilke, como la de Mistral, es un canto, un viento, que sigue pasando y pasando.

LOFOTEN

Todos los muertos están ebrios de lluvia vieja y sucia
en el cementerio de Lofoten.
El reloj de deshielo tictaquea lejano
en el corazón de los féretros pobres de Lofoten.

Y gracias a los agujeros abiertos por la negra primavera
los cuervos están cebados de fría carne humana;
y gracias al débil viento de voz de niño
el sueño es grato a los muertos de Lofoten.

Yo no veré probablemente nunca
ni el mar ni las tumbas de Lofoten
y, sin embargo, es en mí como si yo amase
este lejano rincón de tierra y toda su pena.

Vosotros desaparecidos, vosotros suicidas, vosotras /lejanas
en el cementerio extranjero de Lofoten
-el nombre suena en mi oído extraño y suave-
¿dormís, verdaderamente, decidme, es que dormís?
CANCION DE OTOÑO

Escuchad la voz del viento en la noche,
la vieja voz del viento, la lúgubre voz del viento,
canción de cuna de los vivientes, maldición de los muertos.
Ya no hay hojas, ya no hay frutas
en los destruidos huertos.
Los recuerdos son menos que nada, las esperanzas están /lejos.
Escuchad la voz del viento.
Todas vuestras tristezas ¡oh mi doliente! son vanas.
El implacable olvido nieva siniestro
sobre la tumba de los amigos y de los amantes…
Los jirones del estío siguen al viento en la llanura;
todas vuestras penas, todos vuestros recuerdos,
se dispersarán en la tempestad muda del tiempo.
Escuchad la voz del viento.
Es vuestro, por un instante, el scherzo
de los difuntos, de las noches de antaño, vuestro…
Olvidadle, ha vivido, está ya lejos.
Escuchad la voz del viento.
Iremos a soñar , mañana, sobre las ruinas
del Hoy; preparemos los lamentos
del pesar que miente cotidianamente.
Escuchemos la voz del viento.

EL PUENTE SOBRE EL RHIN

Dulce, cantante lluvia rubia de verano sobre el Rhin,
lianas de oro dormitan en los balcones florecidos de herrumbre.
La música de un nombre extraño y lágrimas en el vino
– todas las cosas que fueron y no fueron-
y adioses de niños enlutados en la mañana…
¿Buscas tu espejismo muerto en el agua gris del Rhin?
Ojos de niña-reina, labios de hada y primavera de voces,
– todas las cosas que fueron y no fueron-
y el mismo sabor en el vino ya no es el mismo…
¿Esperar? ¿quién te lo prohíbe? Piensa en los años sorprendidos
de volverte a ver cambiado, tan cambiado, ¡sorprendidos!
-Todas las cosas que fueron y no fueron-
¡piensa, amigo, en las grandes soledades deshojadas!
Yo te daré – pero no se lo digas a nadie – la llave
de la tumba de tu pasado, allá lejos en el valle,
donde noche y día se ve nevar la nieve sobre el Rhin;
-y todas las cosas que fueron y no fueron-
relumbrarán como ciudades en los lagos de oro de tu vino
En los lagos de oro -piensa en los años – de tu querido vino /del Rhin.

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