CARGANDO

Buscar

Osito

Compartir

MENCIÓN

Por Melina Ruiz Natali               

Obra de Paola Pivi

Nuestra relación fue siempre literal. Las primeras semanas nos estábamos conociendo y casi no hacíamos bromas ni usábamos metáforas. Vos eras serio y aquello me volvía a mí protocolar. Lo de la literalidad lo descubrimos una noche enque yo estaba de rodillas, con tu cabeza entre mis piernas, cuando me dijiste: «te cayó una catarata» y de pronto me empezó a salir agua, a raudales por la uretra.

Tuvimos que levantarnos del colchón, y yo estuve varios minutos en la ducha hasta que se me vació la vejiga. Es cierto que no lo descubrimos en ese mismo instante sino luego, cuando ambos nos habíamos duchado, y conversábamos sobre lo que había sucedido entre risas. Me preguntaste qué me excitaba tanto de vos, y te dije que me gustaba mucho tu boca y tus alas de angelito. Entonces te incorporaste del colchón con los ojos desorbitados y ambos notamos las pequeñas alas grises que te salían de los omóplatos. Te levantaste corriendo al baño, pero para cuando quisiste ver tu espalda en el espejo ya habían desaparecido. El susto nos había hecho dejar de creer en ellas.

La vez siguiente nos preparamos. Nos encerramos en mi cuarto, nos acostamos desnudos y, mientras nos besábamos, me dijiste que era tierna como un osito y yo, me volví osito. Entonces yo te dije ranita y te volviste rana. Pasaste tu pata encima de mi cadera peluda, quisimos hacer el amor pero no supimos cómo. Quise acariciarte y corté tu piel finísima con mis garras gruesas. Te dije entonces pantera y dormimos acurrucados, yo abrazándote a vos. Al día siguiente nos dijimos personas y recobramos nuestra apariencia habitual.

Al principio fue mágico, novedoso, excitante. Con el tiempo se volvió insoportable. Ceñirnos a la literalidad, sobre todo en las discusiones, fue un infierno. En pocas horas nos convertíamos en oso, caballo, zorro, monstruo, nuestros padres, y una pila de mierda. Dejamos de vernos en público y se nos volvió frecuente discutir acerca de en qué casa encontrarnos por los desastres que hacíamos convertidos en animales gigantescos.

Creíamos excesivamente en nuestras palabras. Nos volvimos una pareja extraña y aburrida. Antes de hablar pensábamos quirúrgicamente si había metáforas en lo que decíamos y simplemente se volvió insoportable dirigirnos la palabra. Apenas nos hacíamos comentarios evidentes y preguntas cotidianas con respuestas monosilábicas. Es cierto que cuando decidíamos separarnos, nos renacía el fervor, la pena de abandonar las posibilidades infinitas de lo que nos sucedía cuando estábamos juntos. Podíamos convertirnos en lo que quisiéramos. Volvíamos a probar: un dragón, Pegaso, un hada… Casi siempre elegíamos seres que volaran.

Pero no pasaba mucho que volvíamos a discutir y nos transformábamos en pulgas, microbios, incluso una vez te llamé babosa y me reí por horas hasta que me convertiste en un pez y casi muero asfixiada en tu living. Buscábamos empequeñecernos, ridiculizarnos, ralentizarnos. De todas formas, siempre terminábamos los dos convertidos en pedazos de mierda.

Finalmente nos separamos.

Ayer te vi caminando delante de mí en el túnel del subte. Me acerqué todo lo que pude y cuando estabas por girar porque debías sentir mi respiración en tu espalda, te dije: “Rata inmunda”. Lo hice para probar, para divertirnos, para ver si seguía sucediendo. Entonces te convertiste en una rata gris con una cola asquerosa.

Bajaste a los andenes y te perdiste en la oscuridad.

Melina Ruiz Natali

(1989). Lic. en Historia del Arte, periodista y camada PEI (Programa de Estudios Independientes, MACBA) 2014/2015. Trabaja en comunicación cultural y es docente. Escribe ficción. Publicó cuentos en concursos y antologías. Asistió a talleres con Luis Gruss (2009/2019), María Gainza y Maximiliano Tomas (2013/2016). Está terminando su segunda nouvelle en el taller de Maximiliano Tomas y Gonzalo Garcés.

Próximo artículo