En la carta que siguió a ese encuentro, del 9 de enero de 1935, Mistral insistió en sus observaciones y la criticó por escribir en francés. “Algunas gentes a quienes preocupa el hecho americano como unidad, la necesitamos y solemos sentir que Ud. nos falta -escribió-. (…) Comienza faltándonos en la lengua, continúa faltándonos en una especie de europeísmo mayor que… el europeo, acaba faltándonos en la preferencia de los temas exóticos cuando escribe”. Sin embargo, la encontraba “criolla, tan criolla como yo, aunque más fina”, había reparado especialmente en el primer libro de Ocampo, De Francesca a Beatrice (1924), y reconocía en ella una aliada contra los nacionalismos cerrados en sí mismos y coincidente en que “la americanidad no se resuelve en un repertorio de bailes y de telas de color ni en unos desplantes tontos e insolentes contra Europa”.