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Patricio Pron: Escribir ficción es un acto de resistencia

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Por Valeria S. Groisman

Foto de Catalina Bartolomé

Patricio Pron es doctor en Filología Románica por la Universidad Georg-August de Göttingen y vive en Madrid con su esposa y dos gatos. Es autor de seis libros de relatos, entre los que se encuentran El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010), La vida interior de las plantas de interior (2013), Lo que está y no se usa nos fulminará (2018) y Trayéndolo todo de regreso a casa (2021); también de siete novelas, entre ellas, El comienzo de la primavera (2008), El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011), Nosotros caminamos en sueños (2014), No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (2016), Mañana tendremos otros nombres (2019) y La naturaleza secreta de las cosas de este mundo (2023), así como de los ensayos El libro tachado: prácticas de la negación y del silencio en la crisis de la literatura (2014) y No, no pienses en un conejo blanco: literatura, dinero, tiempo, influencia, falsificación, crítica, futuro (2022); y de un diario: Traumbuch (2022).

Su trabajo ha sido premiado en numerosas ocasiones (entre otros, con los premios Juan Rulfo, Cálamo y Alfaguara), antologado de forma regular y traducido a doce idiomas; entre ellos, alemán, inglés, francés, noruego, neerlandés, chino, italiano y portugués. En 2010 la revista inglesa Granta lo escogió como uno de los veintidós mejores escritores en español de su generación. Más recientemente fue Director’s Guest en la residencia para artistas Civitella Ranieri y profesor invitado en el Departamento de Literatura de la Universidad de Colonia.

Nos encontramos con Pron en el Hotel Clásico, en el barrio de Palermo Hollywood, Buenos Aires. Lleva sus casi reglamentarios lentes de montura negra, los mismos desde los cuales mira a sus lectores en la solapa de su último libro, La naturaleza secreta de las cosas de este mundo (2023), una novela en dos actos. O como el mismo Pron dice: “Dos nouvelles”. La primera es la historia de Olivia, y la segunda, la de su padre, Edward. Cuenta el escritor argentino radicado en España que primero escribió desde la perspectiva de la hija y el libro iba a ser eso: una mirada sobre una desaparición. Pero en algún momento decidió que no bastaba con ese único relato, que era necesario narrar también el reverso: “No porque Olivia hubiese mal entendido algo de la historia de su padre, sino sencillamente porque el modo en que había entendido la desaparición de su padre era uno de los muchos posibles. La literatura es uno de los pocos ámbitos donde dos ideas contradictorias pueden ser ciertas. Y esto es especialmente evidente en un contexto en que la mayor parte de las personas creen estar en posesión de la verdad y que esa verdad es única”.

Pron es calmo, muy calmo al hablar. Pausado. Se toma su tiempo para elegir las palabras justas. Enfatiza los silencios como respiros significantes y concatena frases como si estuviera escribiendo. Nos ubicamos en un extremo de la mesa gigante, una mesa de directorio de empresa multinacional (eso parece), que reina en el centro de la sala. Es el único mueble, además de las sillas. Ni una mesita de apoyo, ni un perchero. Nada más, salvo un pequeño recipiente de vidrio, un portavelas sin vela pero con piedritas miniaturas que Pron sostiene en sus manos durante casi toda la entrevista. Juega con esa suerte de arenilla. Dos de sus dedos hacen de pinza con la que recoge sedimento, lo aplasta, lo siente, y lo suelta despacio para que vuelva a su sitio levemente cambiado.

Pron defiende la ficción, el poder de la imaginación, en un contexto de “hambre de realidad”, término acuñado por David Shields en el libro que lleva el mismo nombre. En ese estado de la literatura, dice Pron, “escribir ficciones es caprichoso, un acto de resistencia”. “La imaginación lo es”, le digo, “y el juego”. Porque en sus libros hay mucho de lúdico, hay una intencionalidad lúdica que se respira en cada página. “La diferencia, desde luego, es que, al menos en mi caso, cuando yo era niño jugaba solo. Ahora juego con los lectores y las lectoras. Y juego juegos que son ligeramente distintos a los juegos que juegan con ellos otros autores, otros libros”, responde.

¿Cómo llegaste al título de la novela?

Los títulos proponen, invitan a los lectores a jugar juegos nuevos, es como si les dijese, vamos a jugar una partida de ajedrez, pero quitamos los peones, a ver qué sucede. O vamos a poner dos caballos más, a ver qué pasa. O en esta partida vamos a jugar solo con una mitad del tablero o vamos a quitar las torres. Ese tipo de desviaciones de la norma son las que me interesan a mí. Creo que son las que producen mis libros y el tipo de conversaciones que mis libros tienen. Como decía antes, la literatura es una especie de inmenso reservorio de ideas acerca de quiénes somos y eventualmente de quiénes queremos ser. Y supongo que es mucho más atractivo para mí, y tal vez para otros, el ampliar el repertorio de posibilidades con juegos nuevos y discusiones nuevas que reducirlo mediante la repetición de lo mismo, de lo ya leído, lo ya escrito, lo ya hecho. Creo que nadie quiere vivir una y otra vez un mismo día en su vida, ni siquiera el día más feliz de todos. Yo tampoco quiero. Entonces, lo que se trata siempre es de escribir algo que no haya escrito, de ir a un lugar al que no he ido y llevar conmigo a algunos lectores y algunas lectoras, proponerles una experiencia que en su condición de experiencia sea para ellos tan nueva como la es para mí. Y creo que eso se consigue apelando al capricho, apelando al azar y apelando también a este tipo de apuestas que yo hago contra mí mismo básicamente porque en realidad hay buenas razones para creer que no voy a lograr la apuesta. Cuando eso sucede simplemente se trata de una sesión de escritura fallida o malograda y ya está. No se ha perdido mucho, pero cuando sale bien, tienes una novedad como esta.

¿Quién es tu primer lector?

Suelo pedirle a mi esposa que lea mis libros. Mi esposa es comisaria de eventos culturales, es curator y ha sido responsable del área de pensamiento de un centro cultural importante en Madrid y confío mucho en ella. Pero esta novela no la ha leído antes que mis editores, por diferentes razones. Por lo general, entonces, los primeros lectores son mis editores y después vosotros, los periodistas, que sois los que venís a contarme antes que ningún otro de qué se trata lo que yo he hecho. Hay muchas razones para escribir probablemente, pero hay muy pocas para editar. Una de ellas es precisamente esta, que vengáis vosotros a contarme qué es lo que hice y si lo hice como yo pensaba que debía ser hecho o si tengo que volver a intentarlo la próxima vez.

Me parece muy interesante la idea de Emma, la mamá de Olivia, de que lo que ocurre en un lugar sigue ocurriendo en ese lugar por siempre, o algo así.

Es algo que pienso… Hay ideas de esta novela que son de los personajes, digamos, pero hay ideas que son mías, propias. Y esta es una de las ideas que siempre he tenido. Las cosas continúan aconteciendo y no solamente en los lugares donde se han producido sino también en nuestra memoria. Mariana Eva Pérez, la artista argentina, propone en estos días una antivisita, una visita a la ESMA, donde su madre dio a luz antes de ser desaparecida, que en realidad nunca se celebra en la ESMA, sino en otros lugares. Y la experiencia es profundamente conmovedora, tan inquietante como posiblemente lo fuese estar en la ESMA, o por lo menos tan inquietante y perturbadora como es para algunos de nosotros estar en la ESMA. El hecho de que no se celebre en la ESMA pone de manifiesto que los hechos atroces que se produjeron allí continúan produciéndose, pero no allí sino en nosotros. En el recuerdo que nosotros tenemos de ese lugar, en la idea que tenemos. Y que dadas ciertas condiciones ese recorrido por el horror puede producirse en cualquier lugar, en esta habitación, en alguno de los espacios donde ella y sus colaboradores llevan a cabo esta acción, esta antivisita.

Hay cosas, hechos históricos o muy íntimos, que no se olvidan.

Hay cosas que no terminan nunca por decirlo así. Y de eso habla esta novela y hablan con los personajes de esta novela. Al mismo tiempo, mientras la escribía, investigaba acerca de los sitios donde transcurre la novela y de las vidas posibles de los personajes. Y una de las cosas que descubrí es esa especie de continuidad entre el sitio donde las mujeres eran humilladas y castigadas públicamente y el lugar donde se crea un psiquiátrico, un asilo para alienados, como solía llamarse, que en última instancia son mujeres a las que se confina. Y esa continuidad de una violencia específica contra las mujeres también se ponía en el mismo lugar, resultaba muy significativo. Sorprendentemente significativo ya que las fuerzas del mercado y del Estado tienden a emborronar sus huellas. En este caso no había ningún emborronamiento, todo era muy transparente. Yo no sabía qué iba a dar con esto mientras estaba escribiendo la novela, pero cuando di con ello me pareció que ratificaba algunas ideas que la novela postulaba.

Sí, incluso hablás de desaparición. O sea, aparece la desaparición, valga el juego de palabras. Para nosotros la desaparición está íntimamente ligada a la dictadura, es muy difícil pensar en otro tipo de desaparición, pero enseguida aparece la marisma. La marisma como un espacio en el que también sigue vivo el pasado, ¿no?

Sí, se habla en la novela del hecho de que la desaparición de alguien supone su aparición recurrente durante un tiempo en los lugares que recorrió, los hábitos que tenía, las cosas que dejó. Allí hay una paradoja. Alguien que desaparece incluso por causas naturales. Cuando pierdes a alguien durante un tiempo estás viéndolo en cada uno de sus gestos, en los gestos que hacen sus hijos o quienes se juzgó atrás en las cosas que dejó a sus preferencias, en la comida que le gustaba. No es una experiencia por completo inusual. El periodo en el que el desaparecido se nos presenta, nos impone su aparición continua y persistente, es denominado por algunos el periodo del duelo. La desaparición por otras políticas supone un duelo interminable. ¿Cómo se vive con ese duelo?, es una pregunta que yo me he hecho siempre y naturalmente me la he hecho como escritor argentino y como ciudadano argentino en relación con las desapariciones de la historia trágica reciente. Y en ese sentido supongo que esta es la manera en que yo, esta manera profundamente indirecta y alusiva, es la forma más directa en que yo podía hablar de esto y de lo mucho que significa esto para mí. Del modo en que continuamos conviviendo con quienes hemos perdido y del modo en que nos enfrentamos a las tareas del duelo y al tiempo que nos enfrentamos a ellas comprendemos algo acerca de nosotros mismos que no sabíamos.

Pensaba también en esas redes que Emma va tejiendo como los recuerdos, como la memoria. Y como los relatos. Bueno, los recuerdos son relatos.

Sí, por supuesto. Por eso Olivia propone que se aten los hilos dispersos para conformar con ellos un relato y recordar a mujeres que fueron víctimas de violencia institucional, que no están solas. Tal vez ese objeto que Olivia pretende es esta novela también. Como tú dices, está compuesta por relatos que se van uniendo, se van refutando unos a otros, se va ratificando, negando, desmintiendo. Y que idealmente arrastran consigo a los lectores.

Es también una novela sobre la incomunicación, ¿no? Olivia dice que aprendió a actuar desde pequeña, porque la impostura es el tipo de vínculo que su mamá le propuso.

Todos guardamos secretos, y como dice la novela, lo hacemos para no confrontar a los demás con nuestros secretos, para protegerlos de ellos. En ese sentido, los personajes de esta novela, a mis ojos, no son muy distintos al resto de nosotros. Lo único que tal vez tengan de diferente es que intentan lidiar de una manera algo particular con los problemas que enfrentan. Eduardo se marcha y Olivia se vacía para ser habitada por los personajes que interpreta. Son soluciones, tal vez llamativas, a lo que en realidad son los anhelos contradictorios de solidaridad y comunidad y de libertad y de autonomía que operan la vida de todos nosotros. Nuestra historia personal puede ser narrada como el enfrentamiento entre estos deseos contradictorios, pero también la historia de las sociedades puede ser narrada así. Una de las cosas que esta novela viene a decir o se propone decir es que sometidos como estamos a estímulos contradictorios que escapan a nuestro control y que a menudo tienen la forma de una especie de time line de nuestra red social favorita en la que se superponen o se suceden los actos más atroces, los insultos y los actos de heroísmo y de comunidad y las fotos de gatitos y la pornografía más extrema, en esa especie de sucesión sin sentido, la literatura viene a recomponer el sentido, viene a otorgarnos la posibilidad de que volvamos a ser quienes escribimos el relato de nuestras vidas.

Nos permite retomar el control.

Exacto, un tipo de control. Y propicia diálogos.

Desde que empezó la entrevista nos interrumpen distintos ruidos. La sala en la que nos reunimos es un espacio bochinchero. Pero en este momento en particular el barullo se desmadra, entonces Pron me dice: “Hay muchos ruidos en este hotel, pero son ruidos normales. Yo te aviso si se va a derrumbar. A veces es agua que cae por aquí o por allí, a veces pareciera que hay un motor acá al lado. Creo que Sebastián (Lidijover, coordinador de Prensa de Anagrama en Argentina) produce esos efectos para alterar las entrevistas”.

Al final cerrás con una especie de epílogo en el que aclarás algunas cosas: esta frase viene de acá, es de tal persona, esto otro viene de acá, bueno, agradecés también, pero es un epílogo peculiar. También llevás al lector o lo invitás a entrar a determinado link y demás. ¿Por qué lo sentiste necesario?

Es una buena pregunta, creo que tengo una respuesta, pero no estoy seguro de si es acertada. Yo no veo esto como una aclaración. Cualquier persona puede buscar en Google ahora mismo una frase u otra y encontrarla, excepto una amiga mía que recientemente me dijo que tenía que pagar Google. Me desconcertó. Tuve que explicarle que Google es gratuito. Creo que en realidad se refería al repositorio en la nube de Google. Esto terminó en una charla de hora y media sobre Google. Todo esto para decir que todos mis libros tienen lo que Roberto Bolaño llamaba “una sombra literaria”. Son libros que dan cuenta del hecho de que para mí las actividades aparentemente antitéticas de leer y de escribir son actividades contiguas y de que algunos escribimos para leer al tiempo que leemos para escribir. De hecho, escribimos lo posible para leer mejor y en ese sentido dar cuenta de esta sombra literaria, es decir, como dices, esto viene de aquí esto salió de Sara Ahmed o de Lauren Berlant constituye no tanto una justificación sino una invitación a que los lectores y las lectoras recorran en dirección inversa, por decirlo así, la dirección que yo he recorrido, que sigan mis pasos. Si lo hacen, es posible que descubran textos de autores que me parecen relevantes y que sin embargo tal vez los lectores y las lectoras no conocían.

¿Te parece que esas lecturas completarían de alguna manera el sentido de la obra?

Tal vez sí, tal vez no. Pero en cualquier caso no son pérdidas de tiempo. Yo soy hijo de la generosidad de (Jorge Luis) Borges, que a algunos de nosotros a edades muy tempranas nos descubrió a decenas de autores y autoras. Uno escribe con el deseo o la pretensión de que tus textos produzcan en otros los mismos efectos que produjeron en ti los grandes escritores que te formaron.

Y porque esos escritores, cuando vos leés a esos escritores, o vos leés esta novela, no lees este libro, leés este libro y muchos otros.

Exacto. Esta novela postula el hecho de que como decías antes nada termina nunca. También postula el hecho de que nada se cura nunca, pero tal vez nada cura nada. Tal vez nada termine nunca y “final” es el nombre que damos a una manera específica de comenzar, comenzar de nuevo. En ese sentido, dar cuenta de algunas de las fuentes de este libro e invitar tácitamente a los lectores y las lectoras a que se remitan a esas fuentes supone dar cuenta del hecho de que cada ejercicio de lectura implica el uso de toda nuestra biblioteca y de que tampoco nada termina nunca en nuestra vida como lectores. Vamos de texto en texto, hablamos de libros buenos, tan solo para referirnos a libros que nos han parecido mejores que otros libros que no nos parecieron tan buenos. El valor es relacional. Cuando decimos que una novela nos gustó, estamos diciendo que nos gustó más que otra novela que no nos gustó tanto, tal vez una novela del mismo tema o del mismo autor o la misma autora. De alguna manera, y en algún sentido, hay libros que nunca dejamos de leer.
Yo no he terminado de leer decenas de libros.

¿Cuál, por ejemplo?

No porque no los haya terminado de leer, digamos, sino porque continúo pensando en ellos, continúo habitándolos. Porque uno los relee, relee y los busca. Hace poco estuve dando clases como profesor invitado en la Universidad de Colonia, en Alemania. Dicté un seminario sobre autoras latinoamericanas de la primera mitad del siglo XX que se habían opuesto a las ideas de clase, raza y género que operaban en la sociedad de su época. Para ello tuve que releer a autoras que para mí son importantes como Marta Brunet, Clarice Lispector, María Virginia Estenssoro, Silvina Ocampo, Victoria Ocampo, Armonía Somers, naturalmente. Son libros, son textos que he leído decenas de veces. Y sin embargo, los alumnos y las alumnas de seminarios me los devolvieron dotados de sentidos nuevos, leídos de nuevo, leídos tal vez mejor que como los había leído yo. Esto fue enormemente enriquecedor. Fue tan enriquecedor para mí como espero que haya sido para ellos. Hermoso. Y en ese sentido, me di cuenta que no había terminado con esas autoras y que la tarea era continuar leyéndolas. Incluso aunque no vuelva a abrir un libro suyo los próximos años.

Seguir pensándolas.

Exacto. Me gustó, esa experiencia fue para mí maravillosa y ratificó muchas de las impresiones que tengo acerca de estas cosas. Al mismo tiempo estaba yo terminando de corregir La naturaleza secreta de las cosas de este mundo y es como que algo de eso, algo de ese entusiasmo se proyectó en el libro.

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