En abril de 1938, con 39 años, compró su primera obra: una escultura de Jean Arp, Concha y Cabeza. Marcel Duchamp se convierte en uno de sus asesores de confianza y en su amante, le presenta a numerosos artistas y le enseña, como ella misma admite, la diferencia entre arte abstracto y surrealista. Conminada a elegir entre una manifestación y otra encuentra una solución genial. Aparece en una de sus más famosas exposiciones y dice: “Me puse un pendiente Tanguy y otro de Calder, para demostrar mi imparcialidad entre el arte surrealista y el arte abstracto”. Samuel Beckett, el Premio Nobel, con quien también tuvo amores, amores conflictuados, la conmina a convertirse en mecenas y protectora del arte contemporáneo. Hubo momentos en que llegó a comprar una obra por día, Picasso, Matisse, Braque, Miró, Dalí, a precios irrisorios. Descubre a Jackson Pollock, hoy considerado el más importante pintor estadounidense del siglo XX y el pionero del expresionismo abstracto e impulsa su carrera.