Como a medida que pasa el tiempo mi corazón se vuelve más blando, no soporto agosto que se va. Tampoco soporto septiembre ni octubre. No soporto los asuntos humanos ni los cambios ni las penas. No soporto que lo que existe deje de existir que lo que se ve deje de verse. No soporto el tiempo. No soporto ninguna huella ni sombra del tiempo. Pues las huellas son cicatrices de lo que fluye y cambia, de lo que duele y es doloroso.
Chong Hyon-jong (Corea, 1939)
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Desnuda en la tienda
No era coqueta/ Era fuerte. June Jordan
Necesito ropa, dijiste. Una blusa alegre, de color subido. Y fuimos a la tienda. La chica que nos llevó a los vestidores se llamaba Tula. Te queda rico, dijo, te queda de novela. Nos metimos las dos en esa caja, entrábamos apenas.
Como no había asientos ni percheros te ofrecí mis brazos.
Te sacaste el vestido, la campera, te sacaste la blusa, las hombreras, te sacaste el turbante, la remera, te sacaste el corpiño, la bolsita de mijo, te miraste al espejo y me miraste y yo vi tu pecho crudo, las costillas al aire, y después tu corazón como una piedra, fuerte y fatal como una piedra.
María Teresa Andruetto (Argentina, 1954)
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En mi oficio o arte sombrío
En mi oficio o arte sombrío ejercido en la noche silenciosa cuando sólo la luna se enfurece y los amantes yacen en el lecho con todas sus tristezas en los brazos, junto a la luz que canta yo trabajo no por ambición ni por el pan ni por ostentación ni por el tráfico de encantos en escenarios de marfil, sino por ese mínimo salario de sus más escondidos corazones.
No para el hombre altivo que se aparta de la luna colérica escribo yo estas páginas de efímeras espumas, ni para los muertos encumbrados entre sus salmos y ruiseñores, sino para los amantes, para sus brazos que rodean las penas de los siglos, que no pagan con salarios ni elogios y no hacen caso alguno de mi oficio o mi arte.
Dylan Thomas (Reino Unido, 1919-Estados Unidos 1953)
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Querida
Franjas de estados. Torta, pastel, capas de tierra, eras geológicas. Así, querida amiga, voy. Un instante y llueve con gotas espaciadas un hombre ya abrió su paraguas negro y sonríe. El barrendero saluda a alguien a la distancia y detrás mío un teléfono anuncia la llegada de un mensaje para otra persona, con el mismo sonido que me llegan a mí. Todavía me duele cuando giro el cuello. La tensión de los últimos días fue como un acto suicida. Franjas, decía de estados, porque aún a costa de traicionar a alguien tengo que decir que no estoy muy contenta que digamos por no decir que me cuesta sonreír. En extremo vulnerable me pongo severa, trato mal a los demás, me irritan, los culpo de mis penas, me fastidian sus sugerencias, o simplemente siento que me distraen.
Leí por casualidad sobre la curva de crecimiento de la sensación, no hay variación si la excitación no aumenta en grado suficiente pero si la causa excitante es demasiado pronunciada, la sensación deja de aumentar, por saturación.
Me pregunto si nuestros caminos que son tan diferentes pero durante tanto tiempo fueron paralelos se volverán a acercar, a cruzar o si jamás se separaron.