Siguiendo esta línea de ofertas turísticas, los periódicos de Norteamérica promocionaron durante meses una “Excursión a Tierra Santa, Egipto, Crimea, Grecia y lugares de interés intermedios” que culminó con que el 6 de julio de 1867 llegara a la Bahía de Tánger el Quaker City, un barco a vapor de ruedas que había zarpado desde Nueva York y se trataba del primer crucero turístico norteamericano y uno de los primeros viajes organizados de la historia. A bordo viajaba un joven estudiante de periodismo que fotografiaba y escribía fascinado sobre todo lo que veía. Su nombre era Mark Twain y aquel viaje quedó inmortalizado en su libro Guía para viajeros inocentes publicado en 1869, donde especialmente, en el capítulo ocho, expresa su asombro por la ciudad de Tánger: “Tánger es ese sitio en el que siempre habíamos deseado estar”, “Aquí no hay ni una sola cosa que hayamos visto antes, a no ser en pintura, y siempre hemos desconfiado de las pinturas”, “Los fenicios, los cartagineses, los ingleses, los moros, los romanos, todos han peleado por Tánger, todos la han ganado y la han perdido”. Quizás allí podemos situar el origen del mito.