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Flor de pensamiento

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Por Betina Fernández (Psicóloga).

Impedidos de llevar nuestra humanidad a caminar por las calles apurados para llegar al trabajo, o ansiosos por asistir a una cita o simplemente a deambular sin rumbo prefijado, se exacerban nuestros pensamientos.
¿Qué caracteriza hoy este pensamiento? En este momento ya no es patrimonio del obsesivo el regodeo en una cavilación excesiva, pesimista y paralizante. Hoy el pensamiento obsesivo se acerca más al principio de realidad, podría decir que hoy somos todos obsesivos del pensamiento.
La vida hoy es, en su incertidumbre, un motor que nos impulsa de lleno a un pensamiento que se encuentra en un círculo vicioso. Y comenzamos otra vez… a revisar el pasado, chequear el extracto bancario, analizar noticias, contabilizar muertes en todo el planeta, planificar qué haremos, hacer hipótesis sobre la salida, criticar las medidas tomadas, añorar lo perdido, por momentos fugaces incluso ilusionarnos. Resumiendo: imposible no pensar.
El juicio como antesala, en el mejor de los casos, de la acción hoy también se encuentra totalmente coartado en su devenir. Empresarios pensando una salida para su crisis financiera se topan con imposibilidades, deudas, despidos, panoramas oscuros. Chicos pensando en la vuelta al colegio y el reencuentro con amigos también saben que las clases virtuales en sus casas será su realidad por un largo tiempo más. El encuentro con algún amor incipiente quedará suspendido en la virtualidad.
Todo lo antedicho hace que nuestro entendimiento se vuelva iterativo e imposibilitado de transformarse en acción. Nos inunda la impotencia, nos une el espanto y nos abruma la confusión. Todo se exacerba.
¿Qué hacemos entonces?
Hay un verso de Walt Whitman que dice : “Yo imperturbe en medio de lo irracional”.
Esta es una posibilidad. No sencilla. Pero es una posibilidad de detener, aunque suene voluntarista, las voces de nuestra cabeza. Postulo que cuanto más irracional se vuelva el mundo quizás suavemente se vuelva más silencioso nuestro pensamiento. Acaso se acote este exceso que hoy conocemos.
La angustia y los miedos que tenemos no serán tan fáciles de desterrar. Probablemente se acrecienten. Hay miedos vitales fáciles de entender y no hablo de ellos. Por ejemplo el miedo a no tener dinero para alimentarse o alimentar a la familia, o la posibilidad de ir a un hospital a atendernos como solíamos hacer antes de la pandemia. No puedo dejar de mencionar el temor a infectarnos de este virus en expansión y virulento. El miedo a morir estará. Pero insisto en que si los pensamientos fútiles e inconducentes pudieran podarse será más fácil focalizarnos en lo que debemos y podemos. Aunque sea poco.
La metáfora del huracán donde todo se destruye y el único punto donde no sopla el viento o incluso se puede ver el sol o las estrellas es el centro. Esta posibilidad de centrarnos, ubicarnos en un lugar silencioso, aunque sea por momentos, nos permitirá domeñar este pensamiento excesivo que no nos ayuda. Nos permitirá tener la cabeza disponible para entender lo que hoy no entendemos y tolerar esta insoportable realidad mundial de guerra viral.
¿Qué es entonces lo que sí puedo hacer y que me conecta más con mi cuerpo que con mi alma atribulada? Una posibilidad es festejar nuestros cinco sentidos.
El del gusto, probando nuevas recetas, sabores desconocidos, catando algún nuevo vino, algún picante que nunca experimentamos, un rico té de hierbas o preparando alguna receta familiar que remita nuestro paladar a nuestra infancia.
El del oído, escuchando música, algunos ejecutándola, otros bailándola, llamando a nuestros seres queridos, escuchando los ruidos de la calle o la naturaleza hoy silenciada de exceso de autos y gente, inclusive rememorando la voz de alguien que no está con nosotros y nos cantaba una canción de cuna.
El de la vista reconociéndonos cada día ante el espejo, contemplando lo que nos permita de cielo nuestra ventana, mirando cuadros, revistas de moda, fotos de nuestra niñez.
El del olfato agudizándolo con nuestros perfumes, jabones, olores de comida, de ropa recién lavada, descubriendo los olores de una atmósfera menos contaminada, inclusive el de la lavandina que hoy se ha convertido en nuestra principal aliada.
Y el del tacto, por qué no, convirtiéndonos en el mejor amante de nuestro propio cuerpo.
Estos momentos serían los momentos de detención de la rumiación, pequeñas pausas que nos ayudarán a permanecer por un pequeño lapso de tiempo en el centro aunque todo alrededor nuestro parezca colapsar. Quizás torne nuestra oscuridad en algo colorido como son las flores de pensamiento.
Si somos de los afortunados sobrevivientes seríamos venturosos si vislumbramos la posibilidad de colorear nuestros pensamientos y acallarlos por momentos, pues esta sería una de las pocas ganancias que podremos llevarnos de este mal recuerdo.

«Yo imperturbe en medio de lo irracional»

  [ W a l t   W h i t m a n ]