Jorge Luis Borges y Rodolfo Walsh suelen ser vistos como escritores antagónicos. Las notorias diferencias ideológicas entre ambos dejan en segundo plano coincidencias estéticas igualmente profundas: la predilección por el relato breve, el interés por la narrativa policial y fantástica, la lectura de la literatura en lengua inglesa como modelo. Si sus nombres parecen separar posiciones inconciliables, la amistad que compartieron con el crítico y traductor norteamericano Donald Yates (1930-2017) fue un secreto espacio de encuentro y de diálogo.
por Osvaldo Aguirre
Foto de Yates y Borges (Cortesía de Daniel Balderston.)
“Yates era alumno de Enrique Anderson Imbert en la Universidad de Michigan, donde habría de graduarse en 1951. Ya en Ann Arbor High School había estudiado el español, signando así su carrera de traductor”, cuenta el escritor Juan José Delaney, quien preparó la edición de Cartas a Donald A. Yates (1954-1964), de Rodolfo Walsh, libro publicado este año por De la Flor.
En 1954, Anderson Imbert dedicó un curso a la obra de Borges centrado en el libro La muerte y la brújula(Emecé, 1951). “Don quedó deslumbrado por el cuento homónimo y le comentó a su profesor que estaba interesado en traducir textos de Borges al inglés”, agrega Delaney. Al mismo tiempo, Yates consiguió a través de un librero neoyorquino un ejemplar de Diez cuentos policiales argentinos, la antología compilada por Rodolfo Walsh y publicada el año anterior por Hachette.
Yates preparaba por entonces su tesis doctoral “The Argentine Detective Story”, lo que sería su primera aproximación a un objeto de estudio al que le dedicó parte de su vida. Se contactó por carta con Borges después que Anderson Imbert le pasara la dirección postal, y obtuvo así el permiso para traducir “La muerte y la brújula”. Y también le escribió a Walsh, dirigiéndose a Hachette, en principio para pedirle referencias sobre otros autores argentinos y latinoamericanos de literatura policial.
Las treinta y un cartas que Walsh le envió a Yates entre el 19 de abril de 1954 y el 17 de mayo de 1964 se encuentran en la sección Colecciones especiales de la Universidad de Michigan. Las del corresponsal no fueron preservadas, pero muchas de sus observaciones e inquietudes pueden inferirse de pasajes en los que Walsh responde punto por punto a cuestionarios específicos o retoma con entusiasmo algunas de sus propuestas, como la de crear una agencia literaria dedicada a la difusión de narrativa policial en Argentina y en EEUU.
Rodolfo Walsh
Walsh y Yates tenían intereses fuertes en común: el relato de enigma, la traducción literaria y la admiración por Borges. Ambos, además, eran autores en ciernes, lo que reforzó la empatía. La New World Literary Agency, en la que se asociaron formalmente, se propuso traducir autores norteamericanos al español y argentinos al inglés y si bien no se concretó, fue un motivo de la correspondencia que ahora permite conocer sus opiniones sobre el mercado editorial de la época y los autores dedicados al policial, entre ellos y en primer lugar Borges.
“Es, sin lugar a dudas, el más talentoso y lúcido entre los escritores argentinos contemporáneos”, escribió Walsh a propósito de Borges en la segunda carta dirigida a su amigo. En “La muerte y la brújula”, agregó, “yo creo ver, además del relato en sí, un ensayo sobre las posibilidades últimas del género policial, sobre sus límites extremos”. El juicio suena solemne, pero seguramente Yates lo suscribió: “Nadie había escrito antes una historia de detectives como esa. Ni siquiera Chesterton, a quien Borges admiraba mucho. De hecho, esa historia es como un cuento del padre Brown al revés”, comentó en un diálogo con Ilan Stavans alrededor del género de la biografía (http://hdl.handle.net/2027/spo.act2080.0048.411).
Walsh ya se había contactado con Borges por la inclusión de “El jardín de senderos que se bifurcan” en Diez cuentos policiales argentinos (tuvo que copiar el texto, ya que Borges no tenía el manuscrito). Y lo volvió a ver en 1954 por pedido de Yates, que también le pidió que sondeara a Manuel Peyrou para traducir sus obras al inglés.
“Acompaño la autorización de Borges. No estipula expresamente la base del 50%, pero yo se lo mencioné y está de acuerdo. (…) Creo que de nuestros autores es el que ofrece posibilidades más seguras”, anunció Walsh en una carta de septiembre de 1954 en la que analizaba las posibilidades de la agencia. Borges le otorgaba a Yates permiso “para traducir cualquiera de sus escritos que considerara dignos”.
Las cartas estuvieron acompañadas por un intenso intercambio de libros y revistas, y de manuscritos propios. Yates tradujo “Cuento para tahúres” y “La sombra de un pájaro”, de Walsh, y publicó las versiones en los números de The Saint Detective Magazine de febrero de 1955 y abril de 1957, respectivamente. Fue el comienzo de un notable trabajo dedicado a la difusión de la literatura argentina.
Walsh fue “un descendiente heterodoxo de Borges”, según el juicio de Ángel Rama, y la correspondencia con Yates contiene pasajes en que lo reivindica ante sus detractores en el contexto del segundo gobierno peronista y destaca “el inigualado dominio del idioma que posee”. Delaney observa que “Yates los veía como autores afines: sabía que Walsh consideraba a Borges el más grande escritor argentino del momento y que, en más de un sentido, lo tenía como modelo.”.
Yates con el escritor argentino Juan José Delaney
Una segunda casa
En 1962, la editorial neoyorquina New Directions publicó Labyrinths: selected stories & other writings of Jorge Luis Borges, volumen compilado por Yates y James E. Irby (también graduado en la Universidad de Michigan) y con prólogo de André Maurois. Fue la primera colección de textos de Borges difundida en lengua inglesa.
Años más tarde, Yates se enteró a través de los diarios de Adolfo Bioy Casares que la reacción inicial de Borges a la publicación de Labyrinths no fue muy favorable. “Dijo que no le gustaba su apariencia física, que según él era una característica importante de un libro. Curiosamente, sin embargo, su descripción no coincidía con la apariencia del libro. Más grave fue su descontento con las traducciones. Parecía pensar que había sido traducido por una sola persona. Pero había siete traductores en total. Sin embargo, fue muy cordial y abierto conmigo cuando llegué a Buenos Aires un mes después”, contó.
“La amistad entre Yates y Borges fue el resultado de un proceso gradual. En el primero de los tantos viajes que Don hizo a la Argentina, en 1962, tras registrarse en el hotel fue inmediatamente a la Biblioteca Nacional para conocerlo personalmente. Fue así ganando la confianza del maestro al punto de que este le permitió estar en su departamento de la calle Maipú 994, examinando libros y papeles mientras él permanecía en la Biblioteca”, cuenta Delaney, quien a su vez mantuvo una amistad de treinta años con el crítico y traductor norteamericano.
En ese mismo viaje, Yates conoció personalmente a Walsh, quien atendía el negocio de antigüedades de su compañera, Poupeé Blanchard, en la avenida Santa Fe. Si bien el contacto se hizo menos frecuente hasta interrumpirse dos años después, nunca dejó de apreciar al autor de Operación Masacre: “Fueron quince años en los que conversamos, escribimos y asistimos juntos a los estrenos de sus piezas [de teatro]. Fue una amistad amplia y cordial para cuyo abrupto e incomprensible fin yo no estaba preparado”, escribió Yates en una carta a Delaney.
“Desde 1962 he realizado más de una decena de viajes a la Argentina -rememoró Yates en un artículo publicado en la página de la Fundación John & Simon Guggenheim-. Durante este período, pasé un total de dos años y medio allí como conferenciante visitante Fulbright de literatura estadounidense (1964-65, 1967-68, 1970). Enseñé, en español y en inglés, en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad John F. Kennedy, el Instituto de Lenguas Vivas y Superior del Profesorado Joaquín V. González y la Universidad de La Plata. Di conferencias sobre temas relacionados con la literatura estadounidense en toda Argentina y también en Perú, Chile y Uruguay, generalmente bajo los auspicios del programa Fulbright”. Viajar a Buenos Aires, en particular, “ha sido como regresar a una segunda casa”.
Tradujo entre otros autores a Adolfo Bioy Casares y El estruendo entre las rosas, novela de Manuel Peyrou publicada en la edición norteamericana con un prólogo de Borges. “De Rosaura a las diez, de Marco Denevi, preparó dos versiones: una popular y otra prologada y anotada para estudiantes universitarios. Con esta última estuvo trabajando hasta poco antes de su muerte. Donald cumplió una función importante en la difusión de nuestros autores, especialmente entre el público norteamericano”, dice Delaney, que prepara una historia de la literatura policial en la Argentina.
Los aportes de Yates a la narrativa policial argentina son diversos y van desde su desempeño como jurado en el tercer concurso de cuentos de la revista Vea y Lea (en 1964, junto con Walsh, María Angélica Bosco y Adolfo Pérez Zelaschi) a su inclusión como “argentino honorario” en la antología Cuentos de crimen y misterio, de Juan Jacobo Bajarlía. En 1964 publicó en México la antología El cuento policial latinoamericano(con siete autores argentinos) y en 1972, en EEUU, Latin Blood: The Best Crime Stories of Spanish America.
En 1968, mientras trabajaba en el departamento de la calle Maipú, Yates encontró el manuscrito de La senda, una novela inédita que Jorge Guillermo Borges, el padre de Jorge Luis, había fechado en Ginebra hacia 1917. El texto, cuya existencia se desconocía, fue publicado en 2015 por el Borges Center de la Universidad de Pittsburgh gracias a que Yates hizo una copia en aquel momento, ya que el original terminó por extraviarse.
En un homenaje que le rindió la Academia Argentina de Letras, Rolando Costa Picazo destacó la importancia de su trabajo por la difusión de Borges: “Enseñó su obra, lo tradujo, lo invitó a dar conferencias y seminarios, lo hizo conocer por todos, bregó porque se le confirieran títulos académicos, hasta lo hospedó en su casa”. El contacto se hizo extensivo a la madre, Leonor Acevedo, y a algunos de sus amigos, y fue el origen del proyecto más ambicioso de Yates, el de una biografía del escritor que llevaría el título Magical Journey.
Al cabo de varias reformulaciones, Yates lo definió como un híbrido en el que mezclaría el relato de la trayectoria literaria con testimonios de Borges e impresiones de la relación que mantuvieron y de las caminatas que hacían juntos por Buenos Aires. La biografía, a la que dedicó casi cuarenta años, quedó inconclusa a su muerte; el Boletín de la Academia Argentina de Letras publicó en 2014 la introducción y el primer capítulo, con traducción de Delaney, dedicados al período que el joven Borges pasó en Ginebra y a la influencia del padre en su educación y en aspectos de su personalidad.
Yates se asombraba de los escritores y periodistas que escribían sobre Borges sin haberlo conocido personalmente. Quizás porque pocos como él llegaron a tener el grado de intimidad y de conocimiento que caracterizó la relación. Y ningún otro, además, pudo sostener al mismo tiempo un vínculo igualmente intenso con Rodolfo Walsh y ser el enlace oculto entre escritores aparentemente opuestos.
Las Cartas a Donald A. Yates (1954-1964), de Rodolfo Walsh, ha sido publicado este año por Editorial De la Flor, en una edición a cargo del escritor, Juan José Delaney