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Mariela Ivanier: Yo soy una idea disruptiva.

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Mariela Ivanier es argentina y es un nombre reconocido en las relaciones públicas. Dirige VERBO, la agencia de comunicación y prensa que fundó en 1993, con sede en Buenos Aires. Es coleccionista de arte y ha escrito dos libros Té de colección, que recoge su experiencia en la serie de encuentros que realiza en su casa y que une a personalidades de diversos ámbitos a fin de promover el coleccionismo de arte nacional y El arte está en casa (Editorial Planeta), una compilación de entrevistas a 141 mujeres.


Por Mar Valdivia

Se dice que: “En comunicación, lo que no se dice, no es”. En tiempos de fake news y en un país donde la comunicación de crisis es una constante pero pocos saben cómo hacerla, cuáles son los principales problemas a los que se enfrenta el gobierno, las empresas, los directivos/as y cómo se pueden prever los daños.

La mejor crisis es la que se predice o previene. Hay un dicho popular que se suele mencionar internacionalmente cuando se habla de comunicación de crisis de empresas y gobiernos y del papel de una agencia como la que dirijo, que dice: “si quieres tener un aterrizaje seguro, tienes que estar ahí para el despegue”. Nosotros tenemos clientes con los que trabajamos desde hace mucho tiempo de manera sostenida y eso hace más fácil la respuesta ante cualquier problema y cuando se incorporan nuevos con una situación puntual, tratamos de hacer lo que mejor sabemos: asesorar.

También te podría decir una frase que utilizo mucho y que no es muy simpática y es que las crisis no son democráticas. En los momentos de crisis cuando se llega mal preparado o se trata de un imprevisto como puede ser una inclemencia climática, los que deben decidir son los menos posibles y eso habla de cómo se va a resolver y a qué velocidad se va a resolver.

¿Para una agencia todos los clientes son buenos?

Todo el mundo tiene derecho a tener un asesor de relaciones públicas, pero no estamos obligados a trabajar con nadie.

¿Cómo nació Verbo tu agencia de prensa y comunicación de crisis, que con más de 30 años, ha manejado casos muy importantes, algunos polémicos, de la vida argentina?

Fundé VERBO en 1993 en la oficina que funcionó hasta casi el año pasado, en la calle Viamonte 448. Nunca tuve voluntad en generar una marca con mi propio nombre. Probablemente yo no sea conocida en todos los ámbitos, en el mío lo soy después de mucho tiempo de perseverar. Soy una guerrera.

Trabajaste con tu padre. ¿Pensaste la agencia como una empresa familiar?

Mi padre se sumó  a VERBO unos años después y se retiró hace un tiempo. Trabajó muchísimos años codo a codo conmigo, fue una experiencia de empresa familiar con todas las complejidades y las cosas deliciosas que tiene trabajar con un papá. Tuve la suerte de enseñarle una profesión a él, quizá la que más le gustó en su vida, porque antes él fue empresario, abogado, agente de viajes y luego devino en agente de prensa y comunicador trabajando conmigo y fue muy lindo que me acompañara, y que estuviera ahí en momentos super importantes de mi carrera.

¿Crees que las mujeres por mucho que lo intentan no pueden librarse del techo de cristal?

Creo que cuando uno tiene mucho esfuerzo y empeño conquista las posiciones más deseadas o más deseables. Después, cómo es remunerada -que es cierto que las mujeres normalmente son peor remuneradas que los varones en las mismas posiciones- es una discusión que requiere un debate, pero como yo entreno permanentemente a mujeres que están en lugares estratégicos te puedo decir que cuando desean aprender y dar la batalla, lo logran sobradamente. Confío mucho en el rol de la mujer en puestos estratégicos.

También se habla de ti como coleccionista de arte argentino. Si tuvieras que establecer un eje ¿Qué relación establecerías entre las múltiples Mariela Ivanier, la relacionista pública, la coleccionista, la entrevistadora y /o periodista?

Al igual que los colores en las obras de arte, los sonidos en la música o las letras en un libro, la combinación y la mixtura, la convivencia de los distintos aspectos en las que yo vivo cotidianamente, me resulta interesante. Es el tipo de vida que a mí me gusta tener. Creo que la Mariela coleccionista influencia a la Mariela relacionista pública, que también se nutren de la Mariela entrevistadora, rol que descubrí recientemente en público pero que desarrollé durante toda mi vida profesional. Así como también el de la Mariela periodista, un rol que nunca ejercí aunque tengo una mirada periodística de la realidad porque de eso se trata mi trabajo: de encontrar o generar las noticias.

Persistes en no usar tu nombre. Tu colección lleva el nombre del peculiar pasaje donde vives. ¿Qué artistas están en la Colección de arte Rivarola?.

Hay más de 300 obras hoy en mi colección y me gusta en muchos casos y lo he logrado, tener obras del mismo artista en sus distintas etapas, por ejemplo en el caso de José Luis Anzizar, Adriana Margalef, Claudio Roncoli, Catalina Schliebener, Ricky Crespo, Diego Perrota, Daniel Juárez, donde tengo la suerte de atesorar obras de la misma época o de un artista en distintas épocas y cuando hablo de varias obras me refiero a 8 o 9 diferentes. Es decir que tengo el registro de una época o el registro de cómo un artista se va relacionando con su tiempo y su realidad; me encanta verlos cambiar, crecer, envejecer, o mantenerse en el tiempo. Recientemente, incorporé un Renata Schussheim, tengo también una obra de Carlos Gorriarena y siempre sé cómo una obra llegó a mí ya que suelen ser historias simpáticas o con mucho sentido del humor.

La relación que yo tengo con los artistas o galeristas tiene que ver con el abordaje de mi profesión. Hace años que no me dedico a la comunicación de arte salvo de manera excepcional, como lo hice recientemente para una feria que llevó adelante mi compañero, Santiago Arce, junto con Ileana Hochmann. Me considero una groupie del arte.

¿Cómo es hacer una colección con tu hija, Mora?  ¿Quién decide qué se compra?

Mora nació en una colección. Yo empecé a coleccionar en el año 1997 y ella nació en el 2001, es decir que ya había obras en casa y fue una nena que tuvo que sobreadaptarse; distinguió claramente que era eso que se podía mirar pero que no era para jugar y eso fue algo maravilloso de Mora como bebé y como niña. Cuando empezó a poder decidir o elegir, tuvo que decidir cuáles obras quería tener en su habitación y cuáles no. De hecho, tuve varios desalojos a lo largo de los años. La más graciosa fue una de Kuki Benski que es una obra que tiene a una mujer agarrándose la boca y dos osos panda y a mí me parecía muy infantil, muy lindo y un día ella me dijo: “Mis amigos dicen que los osos panda están teniendo sexo” y yo le dije que de ninguna manera eso era cierto. Lo saqué del cuarto de ella y la llamé a la artista para preguntarle y Kuki me dijo que la única persona que no se había dado cuenta era yo.

Mora empezó a decidir muchísimas cosas: qué se compraba y, fundamentalmente, dónde se colgaban los cuadros. Para ella un gran plan eran los días que se colgaban los cuadros; a veces directamente me echaba y se quedaba con la/el montajista. Ahora hace muchos años que trabajamos con la misma montajista, que es Mariana Gallegos. Y hablo en pasado porque Mora y yo ya no vivimos juntas. Ella se quedó con parte de las obras y yo con el resto. Mora tuvo una participación muy activa en la colección y en el primer libro que hice, Té de Colección.

Coleccionar para ti es:
–         Un juego creativo
–         Una obligación
–         Un mandato
–         Otro

Coleccionar para mí es, claramente, un juego creativo. De todas maneras yo empecé a coleccionar no fruto de un mandato pero sí de una historia familiar. Mis papás, ambos de San Juan y ambos de familias de la comunidad judía, recibieron como regalo de casamiento sobres con dinero y con ese dinero se compraron su primera obra de arte, es decir que mi familia se fundó con una obra de arte, con lo cual es un legado para mí. 

Escribiste dos libros. Uno es Té de colección, que es el nombre de las reuniones que sueles hacer en tu casa. ¿Qué te impulsó a abrir tu casa para mostrar tu colección mientras tus invitados hacen a la vez networking y lo pasan bien?

La gente que se conoce en mi casa son personas que si no se encontraran en ese espacio no lo harían en ningún otro porque no tienen nada en común. De algún modo se trata de mezclar mundos. 

Un día descubrí que tenía cosas muy hermosas solo para mí y me dio pena y quise compartirlas. Me pareció que era egoísta y pequeño de mi parte no hacerlo así que decidí abrir la casa motorizada por mis amigas Florencia Kaplan y por Florencia Binder, que participaron activamente del primer Té de Colección y después ya no pude parar porque yo colecciono de todo, ahora también colecciono Tés de Colección. Cada vez que termino uno enseguida empiezo a planificar el siguiente; además, hay invitados que no pueden venir y entonces me escriben para sumarse al siguiente y así aparecen personas que generan el próximo.

El arte está en casa lo hiciste durante la pandemia. Más allá del hecho situacional de estar encerrados, tener más tiempo, ¿Qué te impulsó a conversar con 141 mujeres artistas?  ¿Por qué criterio te guiaste para invitarlas e incluir sus respuestas? ¿No te asustó el número o el riesgo de que no todas fueran conocidas o buenas artistas?

El criterio de las 141 mujeres es igual al coleccionismo voraz que me caracteriza. Yo había firmado un contrato para hacer un libro con 30 testimonios y no pude parar. Al estar encerrados durante la pandemia, hablaba con una, con otra, investigaba por las redes y quería acceder a todas ellas. El criterio fue que sean personas que tuvieran algo interesante para decir por breve que fuera, porque de hecho hay testimonios que son más cortos que otros.

No todas son artistas. Para mí no existe el concepto de buen o mal artista; es una moral a la que no suscribo y las mujeres que elegí en su mayoría son conocidas en sus rubros pero tampoco las elegí por eso, las elegí porque quería compartir algo con ellas, quería ser la anfitriona.

Soy la compiladora, recibí los textos que curé con mi editora Gaby Comte y después con Tomás Lynch, editor de Planeta, sello que publicó el libro.

¿Qué te gustaría hacer que no has hecho? ¿Te gustan las ideas disruptivas?

Yo soy una idea disruptiva. Creo que me gustaría hacer cine. Me interesa el mundo de la imagen en movimiento.