No sé si tengo todavía una respuesta clara. Siempre trabajé con la no ficción y venía trabajando con crónicas de la intimidad, sin embargo cuando empecé a escribir Rally sentí que quería jugar un poco con esa materia prima de la historia basada en hechos reales, dejarme llevar un poco por la escritura. Entonces ahí creo que se empieza a separar la ficción de la realidad. Es un tema del que ahora se está discutiendo mucho y no sé si hay acuerdos. Algunos pueden leer Rally de santos y decir “sí, esto es no ficción”, y tienen razón. Otros pueden decir “no, es ficción”, y también tienen razón. Yo creo que es un híbrido. O, como diría mi mamá, ni chicha ni limonada. En ese sentido, me gusta lo que plantea Liliana Heker. No todo lo que nos pasa se puede transformar en un hecho literario, uno tiene que intervenir esa realidad para volverla material narrativo. Sentir que iba por ese lugar me permitió relajarme. Tomé el bisturí y corté algunas partes, maquillé otras, suprimí. Creo que fue lo que me permitió terminar el libro, porque cuando lo escribía al principio, muy apegada a aquel personaje del libro que era yo misma, me convulsionaba, me descomponía, me daba náuseas. Lloraba. Y cuando pude tomar esa distancia, sentir que esa Ángeles del libro no era la misma que soy yo, entonces encontré un impulso nuevo para terminarlo.