Eyenga y Willy caminan hacia la zona de facturación del aeropuerto internacional de Barajas. Van cogidos de la mano y ambos empujan un carro de aeropuerto con tres maletas extra grandes. Charlan sonrientes sobre Madrid, sobre su asfixiante calor en verano y su invierno gélido y exasperante para los que vienen del África subsahariana. Hablan de su tráfico en hora punta, de su tamaño respecto a la ciudad de donde vienen, del metro, de la atención al cliente, de las mujeres blancas que odian sentarse al lado de un negro por razones psicológicas que aún no han superado, a pesar de predicar la tolerancia. Hablan de su gente, de su política, de sus oportunidades laborales. También de su comida, de sus bares, de sus restaurantes, del trato que dan a sus clientes, de sus hoteles, de la tele, de la radio… Conversan con añoranza de la capital de España, porque uno de ellos se va de Madrid esta mañana.