Intentar refundar a un país de grandes rutinas públicas y estatales con el deseo de un individualismo ensimismado y solitario bajo del brazo es coquetear con el abismo. Este individualismo, fatigado y percudido por la crisis económica, hace algún tiempo que exige derribos. Exige un sacrificio del otro que pronto impactará sobre su cuerpo. Quiere la torre de control y el joystick. El nuevo gobierno le advertirá a ese individualismo (que representa) que ahora deberá pedagogizarse, racionalizarse, modificar costumbres. El “no hay plata” posee muchas traducciones. Una es “conseguítela”. El Estado puede hacer poco por vos. Hay algo de todo lo que nos llevó hasta acá, según los novísimos mandatarios, que tiene que ver con la “casta política” y con el deseo desmedido de los individuos. Habrá que sufrir, reconducir el deseo, padecer, asumir la culpa. Resetearnos. “Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”. Era tan lindo el capitalismo que, posiblemente, vayamos a dejar. Goodbye Keynes (no hay un monumento donde dejarle una flor).