El vínculo entre Hollywood y la Guerra contra el Terror, lógicamente, motiva todo tipo de recelos y controversias, especialmente en ámbitos intelectuales progresistas. Para algunos existe una “Hollywood War M”, cuya producción se dedica a glorificar, de manera directa o indirecta, el poder militar estadounidense, pues desde sus inicios “la industria del cine ha estado fascinada por la guerra no únicamente como entretenimiento, sino como parte vital de su profundo legado patriótico; un fenómeno que ha cobrado un nuevo significado desde el fin de la Guerra Fría y, más enfáticamente, desde los sucesos del 11 de septiembre” (Boggs y Pollard, 2007: ix). Para otros, la relación entre Hollywood y el Pentágono es claramente simbiótica, ya que “cada uno se beneficia del trabajo del otro”. Los primeros aprovechan en taquilla los momentos de efervescencia patriótica; los segundos, mediante su colaboración directa en la producción de películas—procurando material y asesoramiento—, pretenden modelar “su propia imagen pública a través del vehículo de la cultura popular más influyente de nuestros tiempos” (Robb, 2006: 1)
Sin embargo, pese a quien pese, Hollywood no funciona como un aparato “ideológico” de Estado, puesto que desde los años sesenta hasta el presente ha sido el privilegiado escenario del enfrentamiento, a veces bastante enconado, entre grupos sociales/políticos progresistas y conservadores, generando cintas de todo tipo a favor de unos y de otros, haciendo gala por momentos de una sinuosa ambigüedad/agresividad ideológica o mostrando una contradictoria mezcla de motivos políticos y espectacularización “apolítica” (Kellner, 2010: 1). Conviene dejar claro que cada Sistema conlleva siempre varios sistemas engarzados. Uno es el hegemónico, sin duda, pero también tienen gran influencia sus subordinados (contrahegemónicos), provistos de un mecanismo interno que proyecta su autoridad hacia sus partidarios, creando espacios doctrinales en los que se reproducen jerarquías, consignas, estados emocionales y estructuras mentales tan sectarios como los del Sistema que combaten. Sus apóstoles se sienten libres porque su pensamiento dominante es diferente del pensamiento hegemónico, pero ambos actúan con la misma sumisión o con la misma irracionalidad, ya que “la denuncia y la subversión han siempre sido percibidas como estados de libertad; la aquiescencia, en cambio, siempre ha sido percibida como una forma de sometimiento. Pero ni una cosa ni otra son necesariamente ciertas” (Martín, 2018: 117).
El cine y la televisión de Hollywood aúnan consumismo y cultura, espectáculo y reflexión, con una naturalidad desconcertante, apasionante