Jueves 28 noviembre
Llegamos frente a Puerto Argentino por la mañana, el día es ventoso y gris, lo que nos obliga a anclar en la bahía antes de poder amarrar en la dársena de la ciudad y a recibir a las autoridades aduaneras a bordo. Horas después podemos desembarcar. La capital de las Islas Malvinas se reduce a una costanera y un par de calles perpendiculares (entre las cuales la Thatcher Road) donde viven unos 3000 habitantes en casas recién pintadas rodeadas por jardines, con escasos árboles resistiendo el rocío del mar, el granizo y el viento. Nos espera un supermercado, un salón de té muy cozy pese a su dudosa combinación de colores violáceos, unos pubs y contados restaurantes, tiendas de souvenirs, un museo y un monumento a los caídos al final de una vía. Por supuesto, ahí se conduce por la izquierda, los policías llevan los mismos atuendos que en Londres, las cabinas de teléfono son rojas y los estantes de los supermercados se parecen a los de cualquier negocio de Sussex si no fuera por la mercadería chilena. Me sorprende el origen cosmopolita de la gente que me atiende: la empleada de la aduana tenía claras ascendencias asiáticas; las cajeras del supermercado son oriundas de las Filipinas (me explicaron después que desembarcaron vía sitios de encuentros por Internet), el barrendero de la isla de Santa Helena y los expertos en desminado vinieron especialmente de Zambeze. A la noche, los dueños y mozos del restaurante donde cenamos son chilenos. Y el día siguiente, el chofer que nos lleva al cementerio de Darwin es… argentino. Uno de los 28 argentinos oficialmente registrados. Me cuenta que conoció a su mujer “kelper” en Buenos Aires, cuando su familia perteneciente a los Testigos de Jehová (vi un templo importante en el “centro” de la ciudad) se instaló por unos años en la Argentina. Una vez casados, y avecinándose la crisis del 2000, decidieron probar suerte en las Malvinas. Desde entonces, no para de trabajar en diferentes actividades, desde turismo hasta la construcción. Sus explicaciones fueron clave para entender mejor la vida local. Parece feliz con su elección, cuando describe su intensa actividad laboral, las ventajas económicas y su vida sencilla, segura y familiar.