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Eliana Iorfida: mi generación nunca se va del todo

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Nació en Italia en 1982. Se graduó como Licenciada en Arqueología Oriental en Florencia, participó de campañas de excavación viajando a Siria, Egipto y Palestina. Originaria de Serra San Bruno, Calabria. Ganó varios concursos literarios nacionales. Sobre su obra dice:” Creo en una arqueología de la psique como verdadera definición freudiana. Al fin y al cabo, estoy convencida de que este es precisamente el elemento que une la profesión de arqueóloga con la de escritora: el deseo de profundizar en otra dimensión para sacar a la luz algo perdido, inesperado y contarlo”

Por Giulia De Sensi

Traducción Esteban De Gori

Eliana Iorfida, es sin duda una escritora singular. Con su debut literario con la novela «Sette paia di scarpe”, ganó el premio «La Giara – Rai Libri». También el Premio Literario Formebrevi con la colección de relatos «La scatola dei ricordi«, y el Premio Internacional Ciudad de Castrovillari con «Antar» (editado por Vertigo Edizioni). Por su última novela «Il figlio del mare» (Pellegrini Editore, 2020) recibe el galardón del Premio Nacional «Peppino Impastato» e ingresa entre los diez finalistas del Premio Nacional «Clara Sereni”. Actualmente, Eliana Iorfida escribe para la columna Mimì, una sección de Il Quotidiano del Sud-L’Altra voce y para la revista Mediterraneo e dintorni (Mediano Editore).

Eliana, tu historia, compuesta de viajes, retornos, pasiones, tiene rasgos casi románticos que la acercan a la de algunos de tus personajes. ¿Es esto lo que te empujó a emprender el camino de la literatura?

Puedo decir que la literatura, entendida como una dimensión paralela a la que siempre he sentido el deseo de mirar, me ha apoyado en el camino desde niña, como fiel compañera de viaje. Primero como simple lectora, luego tratando de ir al otro lado, tratando de contar la realidad que encontré en mis viajes. Una vida ficticia, a veces aventurera, que me llevó, persiguiendo una pasión tras otra, hasta que me encontré en los mismos lugares donde Agatha Christie había compuesto sus obras maestras de Oriente, en la misma mesa del Hotel Baron de Aleppo. Entonces, cuando se me ocurrió la primera de las historias que narré, me encontré escuchando y llena de curiosidad. He pronunciado por enésima vez «sí» al destino, en fin, exactamente como lo hice en mi recorrido de ida, vuelta y elecciones drásticas incluso en la vida personal y profesional.

Queriendo ser más precisa, ¿cuándo, exactamente, empezaste a escribir y para decir qué?

Algo que había expulsado lejos de casa y que, al final, logró traerme de regreso. Fueron los primeros años de experiencias como arqueóloga en Oriente Medio, en Siria. Fue allí donde «excavé» (en el sentido material y literal del término) la verdadera historia de una joven de pueblo, en el mismo sitio investigado por primera vez por el arqueólogo Max Mallowan y narrado por su esposa, Agatha Christie, para él precisamente. De repente me encontraba manejando la historia que siempre me había faltado: una saga familiar femenina, tan delicada como los hallazgos que me regalaron los lugareños, que inmediatamente consideré digna de ser contada. Así nació mi primera novela, Sette paia di scarpe (Rai Libri, 2014), inesperada ganadora del Premio Nacional “La Giara” que Rai (TV italiana) reservaba para los recién llegados. La historia de otro Sur me dio otros ojos para mirar el Sur de mi hogar, que encontraban identidad en el matriarcado y en la tradición de la hospitalidad. Había algo «que dormía en mis sueños y en mi imaginación», para citar al gran escritor calabrés Corrado Alvaro, que así consideró a la Turquía de los años treinta, volviendo de su viaje.

¿Qué significa para vos ser escritora y elegir vivir en el sur de Italia, en Calabria? ¿Cuál es tu relación con el lugar donde naciste, cuáles son las dificultades que encuentras y, sobre todo, qué te impulsa a quedarte?

Acabo de mencionar a Corrado Alvaro y el Sur del mundo, que me gusta decirlo en plural, al que siento pertenecer de manera visceral. Entre estos “Sur”, está el mío, Calabria, una tierra hacia la que cada calabrés y calabresa alimentan un sentimiento contrastante de amor-odio. Una tierra atormentada, una madre-madrastra de la que se huye para volver. En cuanto a mí, siempre digo que pertenezco a una «generación elástica», que tiene la suerte de no tener que irse nunca del todo, como les pasó a nuestros bisabuelos y abuelos que emigraron hasta hace unas décadas, ni siquiera la condena de tener que quedarse lo que sea necesario. Como escribo en mi última novela, Il figlio del mare (Pellegrini Editore, 2020), la primera ambientada en Calabria, somos un poco «aldeanos del mundo», o almas del interior y del mar catapultadas, a su pesar, en lugares desconocidos. Quienes hayan regresado para quedarse deben responsabilizarse de ello. Debemos dar a esta tierra difícil lo mejor que hemos aprendido afuera, pero sin distorsionarla; también debemos sacar a relucir nuestra verdad, que está hecha de contradicciones: belleza y destrucción, poesía y miseria.

¿Cuánto afectó tu formación como arqueóloga a tu forma personal de contar? ¿Crees en una forma de «arqueología de la psique» en la base de la estructura o experiencia de cada personaje? ¿»Escarbas» en vos misma y en tus experiencias, y en qué medida te ayudan a resolver el desarrollo de una trama?

Creo en una arqueología de la psique como verdadera definición freudiana. Al fin y al cabo, estoy convencida de que este es precisamente el elemento que une la profesión de arqueóloga con la de escritora: el deseo de profundizar en otra dimensión para sacar a la luz algo perdido, inesperado y contarlo. Ciertamente hay un fuerte componente catártico en este proceso, que actúa como herramienta para curar alguna herida inconsciente y recuperar la posesión de uno mismo. No en vano, los temas narrativos que he explorado hasta ahora han sido los viajes, exteriores e interiores, y la búsqueda de una identidad sumergida y desconocida. Probablemente esta mentalidad también repercute en la técnica de escritura que, como en el método arqueológico, procede inductivamente de lo particular a lo universal, es decir, a partir de un hallazgo que equivale a un solo momento humano para llegar a la cronología absoluta: de la historia del individuo a la historia colectiva, con una «H» mayúscula.

Con los años también he aprendido la honestidad hacia el lector o lectora, que simplemente se traduce en ser plenamente fiel a la historia que se cuenta y al punto de vista de los personajes, que no tiene por qué coincidir necesariamente con el del escritor o escritora.

Durante el viaje que te llevó a darte a conocer como escritora a nivel nacional, ¿ha cambiado tu estilo literario? Si es así, ¿cuáles fueron tus avances hacia el logro de una “madurez” literaria?

De mi Sette paia di scarpre han pasado ya siete años para cerrar el círculo numerológico, así que la escritura ha crecido y evolucionado conmigo. También he cambiado de editor, aunque debo admitir que el taller de escritura que encontré en RAI en ese momento, con la excelente Gabriella Ricciardi, sigue siendo insuperable. Una impresión fenomenal. De esa experiencia llevo conmigo enseñanzas preciosas, como la regla de no enamorarme demasiado de lo que escribes, aprender a liberar la luz y el ritmo de cada palabra de un entorno que le impide brillar, lo que el escritor o escritora suma a su complacencia. Con los años también he aprendido la honestidad hacia el lector o lectora, que simplemente se traduce en ser plenamente fiel a la historia que se cuenta y al punto de vista de los personajes, que no tiene por qué coincidir necesariamente con el del escritor o escritora.

Eliana Lofrida – Foto: di FerMentis

Una pregunta clásica e infalible: ¿qué consejo le darías a un escritor o escritora joven que desea seriamente hacer de la literatura un oficio?

Escribir, como toda expresión artística, es ante todo un talento y un acto creativo personal. Para aspirar al reconocimiento público hay que acompañarlo y nutrirlo de trabajo duro. El esfuerzo del escritor o escritora consiste en aprender a leer, o en elegir buenos modelos para absorber (la lectura), de los cuales robar el arte, de la misma manera en que un humilde aprendiz capta el gesto de su maestro o maestra de taller. El otro consejo, como dije, es evitar la complacencia, dejarse leer varias veces por quienes están dispuestos a enfurecerse con el texto con un hacha. Por último, no tengas prisa por publicar, es decir, nunca publiques por una tarifa ni cedas a la fácil tentación de autoproducirse, una auténtica práctica masturbatoria que tiene como único objetivo dejarnos ciegos. La escritura necesita su tiempo para emerger, de otro modo es una forma propia del autor o autora, que por válida que sea, no necesita tal definición.