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Nancy Morejón (Cuba)

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obra de Francis Picabia

Negro

Tu pelo, para algunos
era diablura del infierno
pero el zunzún  allí
puso su nido, sin reparos, 
cuando pendías en lo alto del
horcón,
frente al palacio de los
capitanes.
Dijeron, sí, que el polvo del camino
te hizo infiel y violáceo,
como esas flores invernales
del trópico, siempre
tan asombrosas y arrogantes.
Ya moribundo,
sospechan que tu sonrisa era
salobre
y tu musgo impalpable para el
encuentro del amor.
Otros afirman que tus palos de
Monte
nos trajeron ese daño sombrío
que no nos deja relucir ante
Europa
y que nos lanza, en la vorágine
ritual,
a ese ritmo imposible
de los tambores innombrables.
Nosotros amaremos por siempre
tus huellas y tu ánimo de 
bronce
porque has traído esa luz viva
del pasado fluyente,
ese dolor de haber entrado
limpio a la batalla,
ese afecto sencillo por las
campanas y los ríos, 
ese rumor de aliento libre en
Primavera
que corre al mar para volver
y volver a partir. 

Madre

Mi madre no tuvo jardín
sino islas acantiladas
flotando, bajo el sol,
en sus corales delicados.
No hubo una rama limpia
en su pupila sino muchos garrotes.
Qué tiempo aquel cuando corría, descalza,
sobre la cal de los orfelinatos
y no sabía reir
y podía siquiera mirar el horizonte.
Ella no tuvo el aposento del marfil,
ni la sala de mimbre,
ni el vitral silencioso del trópico.
Mi madre tuvo el canto y el pañuelo
para acunar la fe de mis entrañas,
para alzar su cabeza de reina desoída
y dejarnos sus manos, como piedras preciosas,
frente a los restos fríos de enemigo

A un muchacho

Entre la espuma y la marea
se levanta su espalda
cuando la tarde ya
iba cayendo sola.

Tuve sus ojos negros, como hierbas,
entre las conchas brunas del Pacífico.

Tuve sus labios finos
como una sal hervida en las arenas.

Tuve, en fin, su barbilla de incienso
bajo el sol.

Un muchacho del mundo sobre mí
y los cantares de la Biblia
modelaron sus piernas, sus tobillos
y las uvas del sexo
y los himnos pluviales que ancen de su boca
envolviéndonos si como a dos nautas
enlazados al velamen incierto del amor.

Entre sus brazos, vivo.
Entre sus brazos duros quise morir
como un ave mojada

Un gato pequeño a mi puerta

Fue una lluvia inesperada
Saltando sobre los cristales del ventanal
Unas gotas, con su golpe de furia,
Penetraron las pupilas del gato.
Un gato pequeño, despertándose,
a mi puerta.

Nancy Morejón Hernández

Poeta, ensayista, periodista, crítica literaria y teatral, y traductora, experta en la obra de Nicolás Guillén y en las literaturas del Caribe. Licenciada en Lengua y Literatura Francesas por la Universidad de La Habana, en 1966. Miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua desde 1999, se desempeñó como Asesora de Casa de las Américas, y como Presidenta de la Asociación de Escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Actualmente es la directora de la revista Unión.

Entre sus libros se encuentran Where the Island Sleeps Like Wing (antología bilingüe), Piedra pulida, Elogio y paisaje y La Quinta de los Molinos, entre otros.

Su libro Peñalver 51, puede comprarse en el stand de Cuba de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.