La puerta de la dirección se abre y entran. Primero mamá, que me pone una cara de lástima tremenda. Después papá, que no me mira, y puedo notar que está apretando los dientes. Por último, la directora cierra la puerta y vuelve a sentarse detrás del escritorio. Apila las hojas, las revisa como si se hubiera olvidado de algo. Entonces habla, cuenta toda la situación. Papá y mamá escuchan atentamente. Yo miro el teléfono amarillo, me pregunto si ya habrá llamado a la casa de Guille, si su papá ya habrá llegado del trabajo.