Muchos años después cuando a Cuba solo iba a ver a los míos todavía viviendo allá, y ya había visto nevar muchas veces y ya tenía hijos que tampoco creían en los Reyes Magos porque yo, en Argentina, les había dicho “la verdad”, que los reyes magos eran los padres, y estos a sus amigos y sus amigos a sus madres y sus madres me habían reprochado el fin de la credulidad de sus hijos, los pocos que habían quedado en la casa de la infancia cubana, decidieron cambiar de lugar y en una hendidura del piso encontraron la cabeza de un camello. Creo que era el de Gaspar, me dijo mi hermano que como nació después, solo supo de Reyes Magos por cuentos ajenos.