Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos: Los negros, su manos negras, los blancos, sus blancas manos. Ay, una muralla que vaya desde la playa hasta el monte, desde el monte hasta la playa, bien, allá sobre el horizonte.
-¡Tun, tun! -¿Quién es? -Una rosa y un clavel… -¡Abre la muralla! -¡Tun, tun! -¿Quién es? -El sable del coronel… -¡Cierra la muralla! -¡Tun, tun! -¿Quién es? -La paloma y el laurel… -¡Abre la muralla! -¡Tun, tun! -¿Quién es? -El alacrán y el ciempiés… -¡Cierra la muralla!
Al corazón del amigo, abre la muralla; al veneno y al puñal, cierra la muralla; al mirto y la yerbabuena, abre la muralla; al diente de la serpiente, cierra la muralla; al ruiseñor en la flor, abre la muralla…
Alcemos una muralla juntando todas las manos; los negros, sus manos negras, los blancos, sus blancas manos. Una muralla que vaya desde la playa hasta el monte, desde el monte hasta la playa, bien, allá sobre el horizonte…
Che Comandante amigo
No porque hayas caído tu luz es menos alta.
Un caballo de fuego sostiene tu escultura guerrillera entre el viento y las nubes de la Sierra. No por callado eres silencio.
Y no porque te quemen, porque te disimulen bajo tierra, porque te escondan en cementerio, bosques, páramos, van a impedir que te encontremos Che Comandante, amigo.
Con sus dientes de júbilo Norteamérica ríe. Más de pronto revuélvese en su lecho de dólares. Se le cuaja la risa en una máscara, y tu gran cuerpo de metal sube, se disemina en las guerrillas, como tábanos, y tu ancho nombre herido por soldados ilumina la noche americana como una estrella súbita, caída en medio de una orgía. Tú lo sabías, Guevara, pero no lo dijiste por modestia, por no hablar de ti mismo. Che Comandante, amigo.
Estás en todas partes. En el indio hecho de sueño y cobre. Y en el negro revuelto en espumosa muchedumbre, y en el ser petrolero y salitrero, y en el terrible desamparo de la banana, y en la gran pampa de las pieles, y en el azúcar y en la sal y en los cafetos, tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron, vivo, como no te querían, Che Comandante, amigo.
Cuba te sabe de memoria. Rostro de barbas que clarean. Y marfil y aceituna en la piel de santo joven. Firme la voz que ordena sin mandar, que manda compañera, ordena amiga, tierna y dura de jefe camarada. Te vemos cada día ministro, cada día soldado, cada día gente llana y difícil cada día. Y puro como un niño o como un hombre puro,
Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña. El de la selva, como antes fue el de la Sierra. Semidesnudo el poderoso pecho de fusil y palabra, de ardiente vendaval y lenta rosa. No hay descanso. ¡Salud Guevara! O mejor todavía desde el hondón americano: Espéranos. Partiremos contigo. Queremos morir para vivir como tú has muerto, para vivir como tú vives, Che Comandante, amigo.
Canto negro
¡Yambambó, yambambé! Repica el congo solongo, repica el negro bien negro; congo solongo del Songo baila yambó sobre un pie.
Mamatomba, serembe cuserembá.
El negro canta y se ajuma, el negro se ajuma y canta, el negro canta y se va. Acuememe serembó, aé yambó, aé.
Tamba, tamba, tamba, tamba, tamba del negro que tumba; tumba del negro, caramba, caramba, que el negro tumba: ¡yamba, yambó, yambambé!
Negro bembón
¿Po qué te pone tan brabo, cuando te disen negro bembón, si tiene la boca santa, negro bembón?
Bembón así como ere tiene de to; Caridá te mantiene, te lo da to.
Te queja todabía, negro bembón; sin pega y con harina, negro bembón, majagua de dri blanco, negro bembón; sapato de do tono, negro bembón…
Bembón así como ere tiene de to; Caridá te mantiene, te lo da to.
Un poema de amor
No sé. Lo ignoro. Desconozco todo el tiempo que anduve sin encontrarla nuevamente. ¿Tal vez un siglo? Acaso. Acaso un poco menos: noventa y nueve años. ¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma, un tiempo enorme, enorme, enorme.
Al fin, como una rosa súbita, repentina campánula temblando, la noticia. Saber de pronto que iba a verla otra vez, que la tendría cerca, tangible, real, como en los sueños. ¡Qué explosión contenida! ¡Qué trueno sordo rodándome en las venas, estallando allá arriba bajo mi sangre, en una nocturna tempestad! ¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera de saludarnos, de manera que nadie comprendiera que ésa es nuestra propia manera? Un roce apenas, un contacto eléctrico, un apretón conspirativo, una mirada, un palpitar del corazón gritando, aullando con silenciosa voz.
Después (ya lo sabéis desde los quince años) ese aletear de las palabras presas, palabras de ojos bajos, penitenciales, entre testigos enemigos. Todavía un amor de «lo amo», de «usted», de «bien quisiera, pero es imposible»… De «no podemos, no, piénselo usted mejor»… Es un amor así, es un amor de abismo en primavera, cortés, cordial, feliz, fatal. La despedida, luego, genérica,, en el turbión de los amigos. Verla partir y amarla como nunca; seguirla con los ojos, y ya sin ojos seguir viéndola lejos, allá lejos, y aun seguirla más lejos todavía, hecha de noche, de mordedura, beso, insomnio, veneno, éxtasis, convulsión, suspiro, sangre, muerte… Hecha de esa sustancia conocida con que amasamos una estrella.
Mi Patria es dulce por fuera
Mi patria es dulce por fuera, y muy amarga por dentro; mi patria es dulce por fuera, con su verde primavera, con su verde primavera, y un sol de hiel en el centro.
¡Qué cielo de azul callado mira impasible tu duelo! ¡Qué cielo de azul callado, ay, Cuba, el que Dios te ha dado, ay, Cuba, el que Dios te ha dado, con ser tan azul tu cielo!
Un pájaro de madera me trajo en su pico el canto; un pájaro de madera. ¡Ay, Cuba, si te dijera, yo que te conozco tanto, ay, Cuba, si te dijera, que es de sangre tu palmera, que es de sangre tu palmera, y que tu mar es de llanto!
Bajo tu risa ligera, yo, que te conozco tanto, miro la sangre y el llanto, bajo tu risa ligera.
Sangre y llanto bajo tu risa ligera; sangre y llanto bajo tu risa ligera. Sangre y llanto.
El hombre de tierra adentro está en un hoyo metido, muerto sin haber nacido, el hombre de tierra adentro. Y el hombre de la ciudad, ay, Cuba, es un pordiosero: Anda hambriento y sin dinero, pidiendo por caridad, aunque se ponga sombrero y baile en la sociedad. (Lo digo en mi son entero, porque es la pura verdad.)
Hoy yanqui, ayer española, sí, señor, la tierra que nos tocó siempre el pobre la encontró si hoy yanqui, ayer española, ¡cómo no! ¡Qué sola la tierra sola, la tierra que nos tocó!
La mano que no se afloja hay que estrecharla en seguida; la mano que no se afloja, china, negra, blanca o roja, china, negra, blanca o roja, con nuestra mano tendida.
Un marino americano, bien, en el restaurant del puerto, bien, un marino americano me quiso dar con la mano, me quiso dar con la mano, pero allí se quedó muerto, bien, pero allí se quedó muerto el marino americano que en el restaurant del puerto me quiso dar con la mano, ¡bien!
Tengo
Cuando me veo y toco, yo, Juan sin Nada no más ayer, y hoy Juan con Todo, y hoy con todo, vuelvo los ojos, miro, me veo y toco y me pregunto cómo ha podido ser.
Tengo, vamos a ver, tengo el gusto de andar por mi país, dueño de cuanto hay en él, mirando bien de cerca lo que antes no tuve ni podía tener. Zafra puedo decir, monte puedo decir, ciudad puedo decir, ejército decir, ya míos para siempre y tuyos, nuestros, y un ancho resplandor de rayo, estrella, flor.
Tengo, vamos a ver, tengo el gusto de ir yo, campesino, obrero, gente simple, tengo el gusto de ir (es un ejemplo) a un banco y hablar con el administrador, no en inglés, no en señor, sino decirle compañero como se dice en español.
Tengo, vamos a ver, que siendo un negro nadie me puede detener a la puerta de un dancing o de un bar. O bien en la carpeta de un hotel gritarme que no hay pieza, una mínima pieza y no una pieza colosal, una pequeña pieza donde yo pueda descansar.
Tengo, vamos a ver, que no hay guardia rural que me agarre y me encierre en un cuartel, ni me arranque y me arroje de mi tierra al medio del camino real. Tengo que como tengo la tierra tengo el mar, no country, no jailáif, no tenis y no yacht, sino de playa en playa y ola en ola, gigante azul abierto democrático: en fin, el mar.
Tengo, vamos a ver, que ya aprendí a leer, a contar, tengo que ya aprendí a escribir y a pensar y a reír. Tengo que ya tengo donde trabajar y ganar lo que me tengo que comer. Tengo, vamos a ver, tengo lo que tenía que tener.
Nicolás Guillén
Camagüey, 1902- La Habana, 1989, Poeta Nacional de Cuba. Su extensa obra comienza muy temprano, con artículos periodísticos en su ciudad natal y poemas que no aparecieron en su momento. Entre sus poemarios destacan Motivos de son (1930), Sóngoro Cosongo (1931), West Indies, Ltd. (1934), España. Poema en cuatro angustias y una esperanza (1937), Cantos para soldados y sones para turistas (1937), El son entero (1947), La paloma de vuelo popular (1958), Tengo (1964), Poemas de amor (1964), El gran zoo (1967), La rueda dentada (1972) y El diario que a diario (1972). Su obra prosística ha sido recogida en Prosa de prisa, cuatro volúmenes organizados por Ángel Augier, el último de los cuales apareció en 2006. Su participación política desde las filas del Partido Socialista Popular le valió el exilio durante la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958). Fue fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (1961) de la que sería presidente hasta su muerte, ocurrida en 1989. Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas y es estudiada en Universidades de diversos países de los cinco continentes.