En El señor Corchea, el espacio de la crítica de arte cubana Elvia Rosa Castro, hay una cita de Julio Lorente que señala: “Vivió rodeado de las miserias de una isla sepultada por la fabulación colorida del modernismo. Fue un anacoreta de la desgracia que pintaba el reverso opaco de la existencia, poblado de tuberculosos -como él mismo-, prostitutas, beatas fanáticas y héroes carcomidos. Su campiña cubana no era bucólica, sino un gran sanatorio con forma de archipiélago”.