Supe de la existencia de Eduardo Perrone por un viaje a Tucumán. Allí conocí a gente de editorial La Papa, que acababa de publicarme un libro, y de editorial Falta Envido, que acababa de reeditar la obra de Perrone (“Peyone”, según la oralidad tucumana). Nacido en aquella provincia, estaba por cumplir treinta años cuando, junto a un grupo de amigos, fue privado de su libertad por una causa armada por la policía y la justicia. Narró aquellos hechos en su primera novela, Preso común, editada por De la Flor en 1973, que se convirtió inmediatamente en best seller. Le siguieron Visita, francesa y completo en el ‘75, Días para reír, días para llorar un año después, Los pájaros van a morir a Buenos Aires y La jauría en el ’84. Vivió sus últimos años en la indigencia, en un vagón de ferrocarril abandonado de su ciudad natal, donde fue encontrado sin vida en el invierno de 2009.